La democracia moderna necesita de partidos políticos, por que el sistema funciona con una dinámica de roles de oficialismo y oposición, que requiere de los mismos. Una fuerza política o coalición de ellas ejerce el gobierno, mientras otras desde la oposición se prepararan para ser alternativa y cumplen con la tarea de controlar, cuestionan las políticas que consideran equivocadas, proponen soluciones y constituyen la contraparte del oficialismo en el debate.
El sistema de partidos expresa por lo tanto la pluralidad de una comunidad, el aporte de todos a la tarea de gobernar y es garantía de estabilidad institucional.
Salta contó con un sistema de partidos, que en las actuales circunstancias se ha diluido, a punto tal que el 95% de los diputados es oficialista, de forma tal que el control y el debate han quedado reducidos a su mínima expresión.
¿Qué pasó? La coalición gobernante ya no es sólo la victoriosa en las urnas, formada por los Partidos de la Victoria, Renovador de Salta, Radicales K, Frente Grande, Barrios de Pie y otras agrupaciones, ya que el Partido Justicialista en los hechos se sumó al gobierno, como lo prueba la adhesión de sus legisladores y los numerosos funcionarios designados.
¿Debe sorprendernos esta realidad? Tal vez ello pueda ocurrir con algún ciudadano desprevenido, pero estuvo claro desde un principio, que el Partido Justicialista no pudo resolver en su seno la interna por el cargo de gobernador y terminó trasladándola a la sociedad en la elección general, de manera tal que dos candidatos justicialistas polarizaron la misma..
Resuelta la interna en la elección general, es natural que el justicialismo se encolumne en torno al ganador que pertenece a sus filas, apoyando su gestión y adquiriendo un peso hegemónico en la coalición gobernante. En definitiva, la interna se resolvió en la elección general con la participación de justicialistas, miembros de otros partidos, y ciudadanos independientes.
El punto ahora, es que lo que debió ser la oposición alternativa ha quedado desdibujada y descaracterizada, por la ambición de quienes dilapidaron en una interna un sistema de partidos trabajosamente construido. En mi apreciación la situación expuesta es de difícil retorno, por que en definitiva para algunos el presupuesto es más atractivo que las convicciones.
De esta manera, al deterioro institucional que la Provincia experimentó durante el anterior gobierno, se le suma ahora la falta de un sistema de partidos.
Curiosamente quien más necesita hoy de la oposición es el gobierno provincial, ya que la unanimidad hace que día a día pierda sus banderas.
El discurso electoral de la creación de empleo productivo, por ejemplo, ha sido reemplazado por la inflación de cargos públicos. El Presupuesto 2008 incrementó en 4.654 agentes la planta de personal del Poder Ejecutivo y Organismos Descentralizados, es decir, nada menos que un aumento del 10,36%.
El número de Ministerios se elevó a 10, a lo que hay que sumarle otros funcionarios con ese rango, 35 Secretarios de Estado, numerosos Subsecretarios, nuevos organismos y los 4.654 nuevos agentes.
Los boletines oficiales dan cuenta de numerosas designaciones políticas y es público y notorio que todas las segundas líneas del anterior gobierno quedaron, porque integran la coalición gobernante. El Poder Ejecutivo ha vuelto a alquilar casas en la ciudad, porque en el Centro Cívico no entran más dependencias.
En el debate del Presupuesto en Diputados, el miembro informante del justicialismo, fue muy explicito, cuando dijo: “Este es el presupuesto del no cambio presentado por el cambio”.
Y tenía razón. El cambio es continuidad. Los mismos renovadores que habían cuestionado desde siempre los “superpoderes”, la subestimación de ingresos como artimaña política para luego distribuirlos discrecionalmente, y el reparto clientelar de cargos públicos, cambiaron sus convicciones y terminaron votándo, para asegurar el no cambio, es decir la continuidad, sin escuchar las fundadas objeciones de la Diputada Virginia Cornejo de Propuesta Salteña, quien les recordaba lo que antes sostenían en el mismo recinto legislativo.
Las promesas fáciles de la elección van quedando atrás. El enganche de los judiciales terminó en un veto. El 82 % móvil de los jubilados ahora se dice será un subsidio el próximo año. Los excedentes esperan. Los bonos hidrocarburíferos no se van a rescatar. Los beneficios de la inserción en el kirchnerismo no son los prometidos. En definitiva, a esta altura de los acontecimientos y luego de ocho meses, está claro que el Gobierno local tiene déficits de gestión y que no termina de definir un proyecto de Provincia, lo que acelera el retorno a las fuentes justicialistas, de manera similar a lo que ya ha acontecido en el orden nacional.
Más que nunca, Salta y el oficialismo necesitan en el juego democrático de la oposición, y que esta desde su rol de control, debate y alternativa, ayude a encontrar el rumbo, ante el final del discurso de un cambio que nunca fue. Todos debemos comprender que las hegemonías nunca terminan bien. El tema es que la interna justicialista consumió a la oposición. El desafío ahora es reconstruirla.
Ricardo Gómez Diez
Ex – Vicepresidente 2º del Senado de la Nación.
