Primera Carta Abierta al Abogado Horacio Aguilar
En el barrio Divino Niño en el oeste de nuestra Ciudad, funciona precariamente el comedor infantil 1 de Julio, que merced al apoyo de una entidad de profesionales y de un grupo de personas de bien que aportan para mantenerlo, refuerza en la medida de las posibilidades la alimentación hogareña de sesenta niños. Nunca tenemos lo suficiente; y muchas veces se deben partir las raciones para que alcancen.
Todo es difícil, triste, a veces desesperante. Es un lugar donde viven los que no tienen casi nada. Cuando comparo ese escenario con las impertinencias que el gobernador de la Provincia promueve para favorecer a sus parientes y amigos, entre los que usted y su hermano se cuentan, con contratos de consultorios con jugosos sueldos (Decretos 1261/09, 1443/10, 1785/12 y 1397/13), me es inevitable indignarme, porque como profesionales que son, pertenecen a una clase social acomodada con objetivas ventajas comparativas, con un nivel de vida más que decoroso, y en vez de asignarse el dinero público a los desposeídos que más lo necesitan, se lo dan a ustedes sin otro fundamento para el dictado de los generosos decretos, que una pobre concepción elitista y de amistad mal entendida.
Y como periodista tengo el inevitable y decoroso deber de denunciar estas bajezas. Esa conducta según usted le agravia, y por eso se apresta a demandarme judicialmente para que lo indemnice. Esa actitud me resulta casi increíble, en vez de avergonzarse de tener esas indebidas ventajas que con total injusticia social le prodiga su amigo gobernador, encima se ofende.
No crea usted ni por asomo que escribo esta carta para que reconsidere su actitud, sino que lo hago para que sepa que si finalmente fuere condenado, y aunque no soy persona de fortuna sino un hombre como tantos cientos de miles en Salta que viven de su trabajo, igualmente pagaré lo que se determine.
Y cuando compruebe otra injusticia similar, volvería denunciarla, y usted podrá demandarme nuevamente, y tal vez sus influencias le deparen otra vez una sentencia, y yo volvería a pagar. Y cada vez que deba concurrir a pagarle si así la justicia lo determina, saldría con la frente muy alta y las rodillas bien limpias.
Nunca me arrastré para gozar de prebendas públicas. Lo haré de pie y con el orgullo de cumplir con los valores con los que he sido educado, escala que obviamente es muy distinta a la suya. Si de ahora tengo que pagar para difundir mi labor periodística y denunciar la insensibilidad y la maldad de un gobierno que procura estas bajezas, no habrá otro remedio que hacerlo. Pero ni siquiera imagine por un instante, que me hará callar.
- Daniel Tort, Abogado y Periodista
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