Manuel Baldomero Ugarte (1875-1951), forma parte de los políticos y escritores encasillados por Arturo Juretche entre los malditos de la gran prensa, es decir aquellas personas que por la profundidad y agudeza de sus pensamientos y por la influencia que podrían llegar a tener en la población si se difundieran sus conceptos, fueron callados sistemáticamente mediante censura directa por los medios masivos hegemónicos de comunicación.
Esas empresas que se dedican a silenciar el pensamiento nacional y latinoamericano –algunas de las cuales de entonces son las mismas de hoy- estuvieron siempre ligadas y sostenidas por intereses foráneos, y en esta parte del mundo por el imperialismo norteamericano principalmente.
Ugarte es quien luego de un viaje a los Estados Unidos a finales del siglo XIX, advierte la vocación expansionista y colonialista de ese país, y recrea con precisión –retomando las ideas de San Martín y Bolívar y de Artigas principalmente- el término “Patria Grande”, para algunos quizás influenciado por la idea de León Trotsky sobre los Estados Socialistas de América Latina.
Ese concepto integrador de los países latinoamericanos era una abierta y contundente posición contraria al llamado panamericanismo que pregonaba por entonces –y lo sigue haciendo hasta hoy- el Departamento de Estado Norteamericano, como forma de dominación mediante la cooptación de los distintos Estados, para que cada uno de ellos sea una aislada “Patria Chica”. En la actualidad, el plan se llama Alianza del Pacífico, un evidente remedo tardío del fracasado plan ALCA.
Como se conoce la sede del Poder Ejecutivo Nacional de Argentina se denomina Casa Rosada, y en el despacho presidencial de la misma, se habían colgado imágenes de San Martín, Mariano Moreno, Manuel Belgrano y Manuel Dorrego, próceres los cuatro de la gesta emancipadora de las Provincias del Sur, quienes compartían con la doctrina bolivariana y artiguista, una misma tendencia de integración.
Enmarcar las reuniones oficiales, entre ellas las celebradas con los mandatarios extranjeros, bajo la atenta mirada de cuatro próceres de la Patria Grande, tenía todo un mensaje, en consonancia con la política de Estado de los últimos diez años en el sentido de convocar permanentemente a la integración regional, proponer moneda y banco único, mercado común, etc.
Sin embargo, recién llegado el nuevo Presidente Mauricio Macri –presidente “Mau” para los íntimos- a la Casa Rosada, y bajo la argumentación de mala energía en el lugar, de padecer de jaquecas y de tener la apariencia de un museo, descolgó los cuadros de los próceres, y en su reemplazo colocó una fotografía del simbólico “Obelisco”.
Para que no quedaran dudas de que había más imágenes que le alteraban el ánimo, hizo bajar los cuadros del ex presidente Néstor Krichner y del ex presidente Hugo Chavez de un salón contiguo. Tiendo a creer que a los dos últimos, ya no por concepciones históricas ni geopolíticas, sino muy probablemente por un rechazo epidérmico.
Meses atrás, las campañas electorales habían tenido un alto simbolismo publicitario, y por eso no ha sido ni casualidad ni capricho que el cierre de campaña del hoy Presidente haya sido en la Quebrada de Humahuaca, como clara estrategia de mostrar una hipotética vocación federal.
Pero apoltronado en su despacho, el Presidente de los argentinos, tiene como representación visual decorativa para los cuatro años venideros un monumento conmemorativo de los cuatrocientos años de la fundación de Buenos Aires, en reemplazo de las imágenes anteriores, como todo un símbolo de su forma real de gestión, de idea de país, de mentalidad porteña.
Pero toda esta puesta en escena no termina ahí, porque paralelamente a esto, se llevó adelante de manera pragmática y en menos de 60 días de gestión, un giro radical –para estar a tono con sus nuevos socios- en la política exterior.
Cabe recordar que nuestro Presidente en entrevista concedida al vocero de la Casa Blanca encubierto como periodista estrella de la CNN –Andrés Openheimer– cuando era candidato, al ser preguntado qué aspectos de la política exterior cambiaría, respondió:“¡Todo!”
Y así concurrió al foro de Davos a reunirse con los millonarios del mundo, a prometerles rentabilidad en sus inversiones. Se codeó con el primer ministro británico sin reclamarle formalmente la soberanía sobre Malvinas, y respondió en conferencia de prensa en discreto y obsecuente inglés para parecerse más a uno de ellos, y de paso acordó el pago de bonos a los fondos buitre.
También tuvo la obscenidad de reclamar por la libertad en Venezuela del condenado Lopoldo López –responsable de incitación a la violencia con saldo de cuarenta y tres muertos- a la par que se regocijó de la detención de Milagro Salta, imputada del mismo delito sin condena alguna a la vista, y hasta se burló de la ex Presidenta argentina con David Cameron, mencionándola como “tu amiga” para que su condición rastrera no dejara duda alguna.
Recordemos que un símbolo es la representación de una idea, es un signo que establece una relación de identidad con una realidad, es una manifestación de una evocación, de una forma de pensar por ejemplo, de manera que ese objeto simbólico termina revelando la concepción de quien lo presenta o esgrime.
La vista puesta en el Obelisco y no en la integración de la Patria Grande, es por parte de Mauricio Machi una concepción típica del liberal entreguista, del cipayo seducido por la vocación sarmientista que ve en la extensión de nuestro país no una ventaja sino un problema, y resulta en definitiva una forma de gobierno corta, pequeña, de “Patria Chica” digamos, y de paso bastante poco o nada federal.
- Daniel Tort, abogado y periodista
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