La memoria y la justicia es lo que salva a los pueblos a pesar de sus gobernantes. Palabras como «Estado de sitio», «corralito», «saqueos», «cacerolazos», «represión» y muerte, no se olvidan. El primero de diciembre (un sábado) decretan el corralito. Una medida tomada por el ministro de economía Domingo Cavallo, como una forma de proteger al capital financiero. Se caía la gran mentira en la que vastos sectores medios vivían: un peso igual a un dólar.
El mismo Estado cubría al verdadero poder imperial bancario internacional. El dinero de los ahorristas, no se podía retirar. Algo semejante – en el mecanismo financiero- fue sucediendo en España que termina concluyendo en «los indignados».
Los españoles eran orientados (asesorados por consultoras y bancos) para invertir en inmobiliarias (compra de casas, departamentos, construcción), luego fueron llevados a la hipotecas, finalmente estaban hasta el cuello con la deuda al FMI. No había capital para el trabajo ya que todo el capital va a la especulación financiera. Eso fue lo que se conoció como la «burbuja inmobiliaria», cuya consecuencia son los 6 millones de desocupados que hoy tiene España. Ese es el mayor temor no poder ver el futuro para las próximas generaciones.
Otras de las frases que quedaron en el colectivo imaginario de la gente fue “Piquete y Cacerola la lucha es una sola…». Ante las medidas del corralito y del Estado de sitio la gente salió a las calles. Las marchas nocturnas iban desde los barrios hasta la Plaza de Mayo: por un lado los que golpeaban las cacerolas, pero hubo muertos por la represión cuando comenzaron por desalojar la plaza. Todo esto se transmitía en directo por televisión. Pero todo no sucedía en Capital.
Las respuestas en el Gran Buenos Aires violentas en otros sentidos, porque aquí la población no arremetía contra el robo de los bancos, sino que salía por su subsistencia y saqueaba negocios. En muchos lugares coordinados por «punterones barriales», como un gran descontrol en medio de un aquelarre. Más tarde supimos de más muertes de jóvenes en el interior del país. En este punto- a una década de estos dramáticos acontecimientos- preguntamos: ¿Qué pasó realmente?, ¿qué cambió?, ¿cuáles son las cosas no resueltas?, ¿qué lugar siguen teniendo en el mundo el poder financiero a través de sus casas matrices: los bancos?.
Este es el dato más universal: el capital para la producción solo ocupa el 20% sobre el 80% del capital financiero. Esto es lo que se llamó globalización. Antes las mismas empresas que competían en ‘la madre patria’ (EEUU) por ejemplo la industria del automotor, su capital estaba distribuido en el hombre (la mano de obra), la tecnología y la inversión para la investigación de sus productos.
Todo eso cambia a partir de los 80. Las empresas trasladan sus capitales a otros continentes para la mano de obra (mucho más barata y en condiciones de contratos por poco tiempo), ese ‘capital ahorrado’ va al circuito financiero. EEUU ahora tiene sus indignados. Son pocos en relación a cantidad de habitantes, pero se va empezando a comprender qué se cocina en Wall Street para el mundo.
En cuanto se ordenó el sistema financiero en el país, las «cacerolas» se quedaron quietas en sus casas, después vino aquel demagogo que dijo: “el que depositó dólares recibirá dólares” Pesificó la deuda en dólares de varios monopolios, volviendo como si nada pasara los bancos. Hay que decir que antes del «corralito» salieron millones de dólares fuera del país. Los que tenía grandes cifras zafaron porque tenían la información previa. El neo-liberalismo conservador de los ’90 (representado en Menem, Duhalde, Cavallo, Ruckauft, De la Rúa), con la venta de las empresas del Estado, la desocupación, los millones de excluidos, el estallido de las redes sociales, fue preparando ese trágico diciembre.
Los «piquetes» se hacían lejos de Capital. No se esperaba la ‘rebelión de las clases medias’ por la retención de sus ahorros del circuito financiero. Hay gente que extraña el uno a uno, pero no comprende (o no le interesa) cómo se armaba esa «burbuja financiera». Los dogmas del neo- liberalismo hacen creer (y he escuchado a muchos militantes populares repetirlo en los 90) que «el derrame de la copa» iría a los de abajo y a los más necesitados.
El capital no tiene fronteras y cada vez tiene más codicia. Hasta aquí un poco de memoria- preguntándole a quien lea estas líneas ¿dónde estaba en aquel momento?– pero recordando que aún no ha habido justicia para las 39 víctimas masacradas en diciembre de 2001.
- Carlos Liendro
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