Los esfuerzos por pregonar la supervivencia de la coalición que llegó al gobierno se agotan en la virtualidad. Dirigentes de los partidos que la conformaron ya anuncian ante micrófonos sueltos que cada partido político va a competir con candidaturas propias en los próximos comicios. Como no hay ingenuidad en esta materia, y el saco kirchnerista no garantiza tracción positiva, se separarán las elecciones para evitar el cuarto menguante.
La diáspora oficial no se restringe a lo electoral, sino que complementa la dispersión que carcome a la eficacia gubernamental. El vicegobernador ha reconocido en una entrevista televisiva que tiene disidencias con el primer mandatario, pero aseguró que éstas se restringen a su valoración sobre la magra asistencia financiera nacional para con proyectos provinciales comprometidos con municipios del interior. Esconde que sus distancias se ampliaron en los diez meses que transcurrieron desde el 28 de Octubre y el diálogo cupular padece de prolongadas intermitencias.
La sangría de sus funcionarios ha generado la queja airada de los dirigentes renovadores que reclaman se cumpla con la promesa de 2.000 puestos de trabajo para su huerto. También, sospechan que la renovación de escaños legislativos los encontrará con identidad diluida y confrontando en inferioridad de condiciones con un Partido Justicialista que, no solamente ha preservado espacios en el gobierno, sino que gozará de la prescindencia del elector principal. Tal vez esta actitud de
Juan Manuel Urtubey sea el golpe más severo que recibirá la política de la “transversalidad” en la provincia.
Los cenáculos políticos ya asimilaron el nuevo esquema con el mismo pragmatismo con que toleraron los excesos del tercer mandato de Juan Carlos Romero. El ciudadano común, agobiado por la inflación y las carencias, es más lento para distinguir el maquillaje y pocas veces alcanza el estado crítico de la desilusión. Por eso, Urtubey mantiene buena imagen a pesar de la continuidad de un modelo que la mayoría
rechazó a fines de 2.008.
Gracias al confuso panorama, el peronismo ortodoxo especula sobre bases ciertas con resultados favorables en media centena de municipios y la preservación de 25 diputaciones y 10 senadurías. Ya pocos dudan que Fernando Yarade contará con el apoyo oficial para renovar la banca senatorial por Capital y hasta sostiene aspiraciones para postularse a diputado nacional. Juan Carlos Romero, en sus momentos de esplendor, no ha logrado asegurar a su partido tal perfomance, a un año de un comicio legislativo en el que normalmente disminuye el caudal electoral oficialista.
La falsía del discurso urtubeysta y el resquebrajamiento de la alianza han impedido la proliferación de nuevos dirigentes y enervan el mejoramiento del sistema representativo. Los caudillos con prontuario del romerismo son ahora los socios del gobernador y tienen garantizado el éxito con el manejo de los aparatos locales.
Abandonaron sin complejos a Walter Wayar, que parece haber asumido un austero destino como senador provincial de Cachi.
Algunos triunfadores colaterales de la última elección se verán en aprietos ante esta falta de ensamble con el oficialismo provincial. Podrá el Intendente de Tartagal revalidar sus votos vendiendo la imagen de un relegado Partido para la Victoria? Alcanzarán el Movimiento Libres del Sur o el Frente Grande el piso electoral sin la tracción de Urtubey en su boleta?
sumergirlos en una derrota que los debilitaría aún más frente al parco gobernador.
Mientras para algunos el dilema es aritmético, a otros los consterna la
imposibilidad de dar continuidad a esta sociedad electoral que los ha sorprendido por su transitoriedad. Los radicales “k” buscarán asaltar su partido ante el riesgo de no contar con una boleta que les permita vender aviesamente la figura del díscolo Julio Cobos. Si bien a nivel nacional las puertas para el retorno se abrirán en la convención nacional de octubre, en Salta las posibilidades no parecen abarcar a los
correligionarios que fugaron hacia el urtubeysmo y siguen presos de la adhesión del mandatario hacia el proyecto kirchnerista.
Sin aprovechar la neblina política, la oposición genuina no se articula como alternativa. Desperdigados y estancos, radicales ortodoxos, el Partido Propuesta Salteña, el socialismo y el MID aparecen como expresiones coherentes pero estériles. No fueron capaces de habilitar estrategias de coincidencia para acciones concretas o de gestar iniciativas superadoras frente a una opacidad legislativa sin precedentes
y sería bueno que lo intenten.
Las partidas del presupuesto nacional abonaron las políticas de seducción del ex presidente durante un lustro, fueron efectivas en Salta y se agotaron con la actual crisis económica. Un estilo autoritario se ha clausurado y también se ha relajado la lealtad de Urtubey. El otrora delfín ha comenzado a mudar el discurso que vierte en cada reunión, desde la obsecuencia hacia la crítica solapada.
El próximo paso es previsible. Carente de estructura propia, el mandatario transita el corto trecho que lo separa del espinel romerista. De concretarse el regreso, junto a esta estructura se abrazará a mediano plazo con Eduardo Duhalde. El paciente
tejedor que planifica la elección presidencial del 2011.