En la madrugada del lunes 26 de octubre pasado cuando se conocieron los guarismos electorales del domingo anterior, que posicionaron como ganador al Frente Para la Victoria por un margen mucho menor al esperado por encuestadoras y candidatos, el inmenso aparato publicitario opositor al oficialismo puso en marcha una nueva etapa de su estrategia mediática.
No es un secreto para nadie que en la era de la información en línea y el ejercicio empresarial de multimedios que atosigan las veinticuatro horas del día a los ciudadanos, la democracia liberal ligada al sistema económico capitalista define los resultados por sistemas de publicidad y no por el antiguo ejercicio de políticas partidarias.
La llamada crisis de los partidos políticos en realidad no es tal, sino que en estos tiempos la otrora febril actividad interna de cada agrupación política que era la base del consenso, la muestra de planes a desarrollar y la exposición de bases programáticas para convencer al electorado, toda esa sana vida de militancia y compromiso se ha convertido por sustitución, en un mero esquema basado en técnicas de comercialización básicas, iguales a las que promocionan jabones, cremas, automóviles o preservativos.
Y de la cantidad de segundos televisivos que se cotizan en cifras millonarias que los candidatos más aceptados abonan con fondos de dudoso origen, con la exposición de palabras medidas, las posturas de imagen, y las frases aprendidas y aconsejadas matemáticamente por asesores especialistas en seducción comercial, se obtienen los resultados.
Toda esta parafernalia artificial construye cascarones vacíos de contenido pero eficaces a la hora de convencer para obtener los votos, y se exhibe como un plan intrincado montado sobre esquemas estudiados por entendidos en técnicas de marketing y construcción de imagen.
Existen dos documentos de origen un tanto incierto pero que han popularizado este tema de la manipulación mediática, uno de ellos es el atribuido al lingüista Noam Chomsky y el otro se habría filtrado de un documento reservado del Grupo Bilderberg [[Sociedad de elite de políticos, empresarios, banqueros y científicos formada en 1954 por David Rockefeller, considerado en la actualidad cono el poder lobista más influyente a nivel mundial.]] (“Decálogo de la Manipulación Mediática” el primero y “Armas silenciosas para guerras tranquilas” el segundo).
Sean o no verídicos estos instrumentos, resulta indiscutible que las estrategias que plantean en sus textos se aplican a diario en la vida cotidiana de la lucha por el poder, y que los medios de comunicación controlados por los grupos económicos del establishment los tienen muy presentes.
En este camino perverso de cooptación de voluntades hacia los electores, el candidato del hoy llamado “Círculo Rojo” [[Expresión de grupos de poder y económicos que influyen notablemente en la política actual actuando de manera solapada.]] Mauricio Macri ha comenzado el plan “B” camino a la segunda vuelta electoral adoptando una conducta viejísima pero efectiva, esbozada por primera vez por Mayer Amshel Rothschild y citada en el documento Bilderberg, que acuñó literalmente la consigna: “Cuando usted asume la apariencia de poder, las personas se lo dan pronto”.
Si se aprecia toda la andanada de machacosos titulares que cada media hora se repiten en los medios masivos de comunicación que responden a los grupos concentrados de la economía que impulsan a ese candidato, pronto se dará usted cuenta de que lo presentan como ganador y no como lo que ha sido en la primera vuelta, el perdedor por más de tres puntos.
El defectuoso y absurdo baile, los globos, los papelitos, humo de colores y la sonrisa constante no son casualidades de una euforia personal, sino la actuación milimétrica dispuesta por sus asesores con esa finalidad de mostrar hasta el hartazgo que el candidato ya ganó, aunque en los números, como dijimos hasta ahora va perdiendo.
De parte del candidato oficial en tanto, no se ha generado todavía una reacción que pueda contrarrestar esta estrategia que parece muy clara, y con una lentitud exasperante alimenta la otra convicción publicitaria impuesta por los medios de que es un lento.
Y siguiendo la máxima del banquero alemán, de no saber escaparse de este vendaval y con el sólo éxito vocal de haber acunado la convicción social de que él empresario porteño es el “cambio” –palabras vacías si las hay- el triunfalismo mediático podría convertirse en una adhesión masiva, de los ciudadanos habitualmente más apegados al exitismo que a la razón.
Siempre dentro de las reglas publicitarias que mencionamos, las tres semanas próximas hasta el acto eleccionario que definirá la presidencia y vicepresidencias de la Argentina, estarán infestadas de operativos de prensa sin límites éticos ni morales, y solo tendientes a convencer indecisos, ausentes y votos en blanco.
Es una faceta formalmente distinta de la vieja cara del fraude conservador pero en sustancia es lo mismo. Antes se especulaba con la ausencia y secuestro de libretas de los votantes, y hoy se lo hace con el engaño televisivo y los juegos del olvido.
Pero para evitar que se nos manipule con el martilleo publicitario urdido para la distracción, bastará con un simple ejercicio razonable de memoria de la historia reciente para poder tener presente por encima de cualquier estrategia mercantilista, quién es quién en nuestro país, y a quién representa cada uno.
De todos modos los dueños del poder real que aunque nunca lo confesarán miran con desconfianza el juego y las reglas de la democracia extrañando los días en que hacían sus negocios con un solo dictador, estarán muy tranquilos con cualquier resultado, releyendo otra frase del banquero fundador del imperio Rotschild, que reza: “No importa a quién vote el pueblo, siempre nos votará a nosotros».
- Daniel Tort, abogado y periodista
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