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En la ribera de la inseguridad

jpg_Robo.jpgBuenos Aires. (Especial para Salta Libre). En el debate sobre la “inseguridad ciudadana” se demuestra claramente que tanto en sus enfoques como en sus proyectos, a la burguesía la motoriza el odio clasista en contra de los sectores populares y una desbordante y permanente excitación reaccionaria.no podría ser de otro modo en una sociedad que se asienta en relaciones de producción basadas en la explotación y en la desigualdad.


Los capitalistas, que promueven y participan de este debate, no olvidan ni por un instante que en la sociedad existe una constante guerra de clases y que, en la guerra, no es bueno dormirse en los laureles. Las clases dominantes hacen circular a diario “verdades” recubiertas de oxido -como si se tratara de realidades indiscutibles y novedosas- donde lo que predomina es el odio social.

Mientras conciencia lingüística común, no pueda descifrar los intereses latentes de las clases dominantes detrás de las afirmaciones y alternativas políticas propuestas por los representantes de la burguesía en el gobierno para frenar la ola de inseguridad, el programa de “la derecha” ira consolidando sus hipótesis en forma desbastadora.

Los hombres y las mujeres comunes, aquellos que desde el punto de vista político y mediático han sido bautizados como “la gente”, pagarán cotidianamente los altos costos de trasformarse en víctimas de estas grotescas maniobras políticas.

Los trabajadores y el pueblo, sólo en circunstancias muy excepcionales pueden llegar a comprender que detrás del debate por la inseguridad se expresan cuestiones de profundidad política que los tienen por protagonistas.

La ideología del temor

Cada vez es más evidente, que el fenómeno de la delincuencia no es una cuestión de resolución policial y que, hoy por hoy, se ha transformado en un campo de maniobras donde repercuten las posiciones más reaccionarias de una clase social cuyo único eje y su argumento de mayor peso es la represión.

La apelación al miedo, tiene la virtud de comprometer gran parte de la conciencia y de los sentimientos de las clases populares a intereses ajenos a ellas mismas, y claramente opuestas a reivindicaciones que deberían formar parte del patrimonio social.

El miedo, entra en “la gente” y genera conductas y opiniones subordinadas al engaño, la negación y la violencia social propiciada por los sectores dominantes. De lo que se trata en esta nueva cruzada, que demanda sangre, es de crear la ficción de un enemigo social emparentado con los sectores que históricamente forman parte de las clases populares y que potencialmente están en condiciones de rebelarse contra el régimen de explotación.

Esta ideología del temor tiene un largo proceso de engendramiento y está asistida por toda una serie de cuadros científicos sociales, que son los encargados de explicar las razones por las cuales la violencia se instala socialmente: a partir de la consolidación de la marginalidad como una opción individual o, a lo sumo, grupal y con una orientación unilateral: de abajo hacia arriba, del suburbio al centro. La indignación que manifiestan los funcionarios del estado y de las clases poseedoras en contra de los “pobres que delinquen”, jamás toma en cuenta que la violencia y la opresión es lo que justifica la existencia del estado capitalista.

Vivir al margen (en la ribera)

Las políticas de hambreamiento sistemático, precariedad laboral, desocupación y recortes de los “gastos sociales”, hunden a sectores cada vez más numerosos de la población dentro de una dimensión de barbarie planificada. El “ejercito de reserva”, armado originalmente por la burguesías para atentar en contra del salario del trabajador ocupado ha tomado un carácter permanente y amenaza con incrementarse en los próximos meses y años.

Sin embargo para los capitalistas “vivir al margen” (en la ribera) no es un producto del capitalismo, para la burguesía es una construcción voluntaria.
“La ribera”, bajo el capitalismo, se forma y se explica como una conspiración
delincuencial que tiene una única función: ocultar y proteger a los delincuentes necesitados de guaridas donde amontonarse después de sus fechorías. Pasando de esta manera de ser el producto que expresa un régimen de profunda desigualdad, a ser la opción y el convencimiento que anida en un grupo de argentinos y latinoamericanos por una forma de vida que nadie quiere.

Los poetas le pueden cantar a la ribera, adulando una diferenciación cultural, como si se tratara de una tribu suburbana más, pero en definitiva no es más que la radiografía de todo un régimen político profundamente desigual y acabado.

Andar derecho

Mientras el terror se va apoderando de las conciencias de los sectores de clase media amenazados por las plagas sociales inherentes al funcionamiento del régimen capitalista, la situación política se agravará y el avance de la posiciones de la reacción serán una constante. En este sentido, el kirchnerismo y la centroizquierda, no tienen una política para frenar este avance derechista, que se justifica en la falta de seguridad, sino que, por el contrario, son la causa del fortalecimiento de estas posturas.

Ahora está de moda identificar a la delincuencia en el rango que se ubica entre la indigencia y la línea de la pobreza. Esto, no es menor, da la base de sustentación para los que pretenden reconocer el robo y el asesinato como resultado del resentimiento de los sectores empobrecidos de la sociedad en contra de los que se ganan la vida honestamente.

El rango socioeconómico da cuenta también del enemigo más buscado: pobre, radicado en villas o barrios marginales y en general, joven y menor. Tenemos así 3 elementos centrales para la elaboración de una estrategia de guerra de
clases que sostiene las siguientes hipótesis de conflicto.

Una zona geográfica: “La ribera”; los barrios pobres de capital y suburbanos.
Un enemigo: los pobres. Un perfil: el joven o el menor, que destruido por el paco, el pegamento y el tetrabrik, se ha convertido en una especie de animal violento y cebado, al que sólo atrae la propiedad privada ajena.

Los vecinos indignados amasan todos estos componentes y elaboran su reclamo, auspiciados por la “inescrupulosa derecha que pide mano dura y balas a los delincuentes”. El “progresismo” no ayuda, explicar la delincuencia en términos de la injusta distribución de la riqueza y de falta de oportunidades para los más jóvenes; no cambia un ápice a las hipótesis de conflicto elaboradas por la derecha.

Deberían explicar el porque en medio de un cuadro de pobreza que alcanza a 10 millones de personas sólo algunos pocos optan por el delito, mientras la mayoría se conforma en una resistencia pasiva de ganarse el mango diario; mientras que, los últimos y rutilantes hechos de sangre tienen como protagonistas a dueños de mansiones, autos importados y elementos reclutados en las fuerzas de seguridad.

Las alternativas

Por supuesto, que a la hora de discutir alternativas al delito hay diferencias entre derecha y progresismo. Para la zona de conflicto, la derecha, propicia la militarización o una mayor intervención policial, ejerciendo un poder discrecional sobre vidas y bienes de la población de la ribera.
La centroizquierda, promueve la autogestión de entidades comunitarias y ONGs que generen políticas de saneamiento “que permitan una vida más digna para nuestros pobres”. Estas políticas de autogestión rápidamente caen en desuso o son capturadas para el negociado de punteros que responden a los políticos en el poder. El armado de un “cordón sanitario”, que permita la pobreza digna y feliz, fracasa estrepitosamente “por que la gente no se compromete o porque le gusta vivir así”.

Para el enemigo: la derecha propicia las rejas, los muros, las empresas de seguridad privadas y un plan de expulsión sistemática de las ciudades.
Mientras tanto, la centroizquierda plantea la captación clientelar, con políticas
subsidiarias del estado (planes sociales, asistencia económica), además de técnicos y profesionales que, como nuevos punteros pedagógicos, expliquen el evangelio de la resignación a la pobreza democrática, esta es un valor superior a cualquier reivindicación popular. Por las dudas, el progresismo también apela a una mayor intervención policial, aunque, eso si, “sin abusos”.

Para el joven y el menor: la derecha se relame en una baja en la edad de
imputabilidad, un mayor endurecimiento de las leyes, el gatillo fácil y otras
recetas de muerte. La centroizquierda progresista, por el contrario, declara al joven pobre como una victima y no como victimario, que se ve obligado a delinquir producto de su entorno cultural y falta de proyectos a futuro. En realidad, el progresismo con esto no hace más que seguir reconociendo en los jóvenes y menores pobres, el sujeto social responsable del delito.

Determinados desde la cuna

La baja de edad de imputabilidad a los 14 años, es una cantinela destinada a sacarle presión a los vecinos indignados, que vienen reclamando en movilizaciones callejeras la sanción de leyes penales mas duras en contra de la delincuencia. La heterogénea tribuna que orienta estas marchas, compuestas por rabinos, ex comisarios, ex militares, ex ingenieros, etc. levanta fundamentalmente posiciones ideológicas que están muy lejos de dar una respuesta a los familiares de los asesinados en hechos delictivos.

El discurso es duro, afectado de planteamientos políticos, que asocian la supuesta protección de los delincuentes por parte de los jueces garantistas y de las leyes permisivas al desenlace de la resolución 125, al costo de los insumos para la industria lechera, a la defensa de las AFJPs y a luchar en contra de que se establezca una doble o triple indemnización para los trabajadores despedidos. Un planteamiento político redondo que no disimula nada.

El sciolismo, en provincia de Buenos Aires, le pone letra a la música que tocan
tanto la derecha como la centroizquierda: “pobre soy, robar es mi destino” y
determina la impugnación del delito, impugnando a la pobreza, no para terminar con ella, sino… para terminar con ellos. Está determinado.
Bajar la edad de imputabilidad a los 14, o si los dejamos a los 12, es la denuncia de un sistema que está podrido y que ya no tiene más respuestas para los sectores más dinámicos de la sociedad: los jóvenes.

La delincuencia ¿es institucional?

Recién llegado al poder el expresidentes Kirchner denunciaba las redes que unían a la delincuencia con la caja política y policial en los distritos de conurbano bonaerense.

Los vecinos indignados, que en ocasiones van a las marchas de la derecha y defienden las reformas de mano dura sin importarle lo bárbaras y podridas que parezcan, tienen en el imaginario el concepto del chorro cuentapropistas como parámetro. El infantilismo que rodea sus concepciones represivas se resumen en la consigna de “muerto el perro, se acabó la rabia”; justifican y facilitan la intervención del gatillo fácil, “de última son ellos o nosotros”; aprueban la cultura de la razzia y de la militarización de barrios y asentamientos.

Pero, el chorro cuentapropista que de sus “afanos” incrementa sus bienes y capital es uno de los más graves y peligrosos errores de los vecinos manoduristas. La zona liberada, la comisión a la yuta, el proteccionismo político se pagan.

Si bien no se puede negar la aparición del cuentapropismo, por lo menos en una primera etapa de la “carrera delincuencial” esto no dura. Con el tiempo la mayoría de los delincuentes se “proletarizan” y comienzan a trabajar bajo patrón. Lo mismo sucede con otras actividades ilegales (“laburos” en la jerga callejera): prostitución, juego clandestino, narcotráfico.

Directa o indirectamente el botín termina en mano de representantes institucionales (“si no arreglas sos boleta) Sea mediante comisiones directas, sea cuando el botín termina en manos de los narcos y/o el proxeneta que maneja el negocio con complicidad politico-policial.

Scioli y derecha, intentan tranquilizar el animo de los sectores de clase media,
otorgando licencia para que se aplique la mano dura tanto a menores delincuentes como a menores pobres en general; con una idea mas amplia: el acostumbramiento de la mirada social a la militarización de las barriadas y a la represión policial.

La aceptación del cerco de Gendarmería a “Fuerte apache”, la vuelta indisimulada de las razzias, el desalojo de asentamientos y villas, implican el disciplinamiento ciudadano al movimiento de tropas.

La crisis mundial avecina un crecimiento de la conflictividad social. La burguesía, justificada en la cruzada contra la inseguridad, ya ha señalado un enemigo: barrios, villas, asentamientos: el núcleo duro de la pobreza.

La inseguridad, desde hace mucho tiempo es, desde el punto de vista económico, un negocio rentable para muchos sectores con poder.
Ahora, se preparan para ganar una batalla ideológica que los sostenga al frente de un régimen podrido que se cae a pedazos.

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