Desde la televisión pública, decenas de actores, cantantes y estrellas de pantalla anuncian que han renunciado al “subsidio” por solidaridad con los que menos tienen y nos invitan a hacer lo mismo. Incluso algunos hacen saber que tienen la suerte de trabajar en lo que les gusta y que tienen un buen pasar. Defecto profesional, los actores y cantantes representan allí un papel, el de la buena gente, esa que al final del anuncio el canal público dice que tiene la Argentina.
Son buenos actores. De esos a los que aplaudimos porque nos saben engañar. Están convencidos de lo que representan y nos convencen. Siguen un guión escrito por otros, representan algo que no son, pero les creemos el papel. Nos gusta esto: la vida sería poco soportable si nadie tuviera la osadía de engañarnos un poco.
De hecho nos conforta saber que habitamos en un suelo que tiene tan buena gente. Que, por ejemplo, deciden renunciar a ese subsidio por solidaridad con los que más lo necesitan.
No admiten, claro, que fue injusto que durante años el Estado les haya pagado parte de su consumo de luz o gas, a pesar de que tenían más que suficiente en su bolsillo para pagar la factura. Hacerlo hubiera sido más honesto, pero no daba con la talla de la buena gente que nos transmite la televisión pública.
No. Lo que dicen estas estrellas es que por solidaridad con los que menos tienen renuncian al subsidio. Practican ahora la virtud con un dinero que recibían del Estado a pesar de que no lo necesitaban.
Por buena gente también se hacen pasar los ricos que no tienen un mínimo de escrúpulos para amasar su fortuna y que con dinero no bien habido practican la beneficencia hacia los pobres. Practican a su manera el engaño: su solidaridad es sólo una pantalla para seguir gozando de sus privilegios.
De hecho, esta política parece haber sido diseñada por uno de esos ricachones: el dinero se redistribuirá sólo en la medida en que los beneficiados con los subsidios se llenen de buenos sentimientos y practiquen la solidaridad. Tal vez por ello la campaña se hace para las fiestas de fin de año cuando, como es sabido, todos nos llenamos de tan buenas intenciones.
Pero estas estrellas que aparecen en pantalla no son esos ricachones. Son simples actores, cantantes, que seguramente han adoptado como un mantra una idea de la presidenta: de qué sirve la libertad, si no hay igualdad.
Por eso una vez que hacen su anuncio vuelven a su pequeña cuadrícula individual en la pantalla que les ha dispuesto la televisión pública. Así los despide. Así tal vez los quiera ver al resto de los argentinos.
-*Andres Gauffín
Periodista