El testigo Nicanor Guaymás, que en 1976 era operario en el Cementerio de la Santa Cruz, ratificó en la audiencia del miércoles 14 de mayo que por aquella época el Ejército habilitó una fosa común donde por las noches enterraba cuerpos traídos en un camión Unimog.
Guaymás, uno de los diez testigos que declararon ayer en el megajuicio por delitos de lesa humanidad que se realiza en esta ciudad, dijo que vio esta maniobra “tres o cuatro veces”, pero no pudo precisar cuántos cuerpos fueron sepultados en cada ocasión. “No sé si llevaban cuatro, cinco, diez o dos”, se excusó. Recordó que vio las descargas a unos 20 metros, de noche, con poca luz, pero que a pesar de ello pudo distinguir que algunos cuerpos eran llevados en bolsas y otros en cajones.
Esa fosa común ya ha sido señalada por el testigo en las inspecciones realizadas en abril pasado por el Tribunal Oral en lo Federal Criminal de Salta, que desde mayo del año pasado juzga a 17 hombres por crímenes cometidos entre enero de 1975 y 1978 en perjuicio de 34 personas.
Guaymás recordó que el administrador y el capataz los hacían quedar “hasta tarde” cuando iba a venir el camión del Ejército con los cuerpos. Dijo que el mismo Ejército había cavado con una máquina –algo que no era común en la época- una zanja en el sector sur del Cementerio, donde se depositaban estos cuerpos, que eran cubiertos de tierra por los mismos militares.
La existencia de esta fosa se conoce ya desde 1977. Fue ubicada por Julio Gamboa, cuando buscaba a su hermano, Héctor Gamboa, y a la esposa de éste, Gemma Fernández Arcieri, que habían sido secuestrados en septiembre de 1976.
En ese lugar Julio Gamboa encontró el maxilar de Arcieri, identificado al pie de la fosa, en presencia del médico policial, por el odontólogo Manuel José Castello.
El 14 de mayo, el fotógrafo Alejandro Ahuerma, que en 2007 entrevistó a Guaymás y fotografió el lugar de los enterramientos colectivos, recordó que en 1984 hubo una intervención judicial y se exhumaron 13 cuerpos, según publicó entonces el diario El Tribuno. Pero la investigación se detuvo, según denunciaron los organismos de derechos humanos, por una orden directa del entonces gobernador, Roberto Romero.
En 2007 hubo un nuevo intento de investigar esa fosa, pero no avanzó. Los querellantes pretenden que la investigación continúe ahora.
No daban la orden de operar
El último testigo de la jornada, Edgar Castellano Oliva, aseguró que la Policía impidió que se le brindara asistencia médica a Martín Miguel Cobos, quien había recibido unos 30 balazos la madrugada del 25 de septiembre de 1976, cuando fue atacado por grupo de tareas, aparentemente integrado por policías, que buscaban a su hermano mayor, Enrique Cobos, militante de la JP.
Los atacantes también golpearon a su padre, Víctor Manuel Cobos. Castellano, que es primo del docente Néstor Oliva, también desaparecido, recordó que “don Cobos” tenía la cabeza lastimada.
Martín Cobos fue llevado al Instituto Médico, donde los médicos decidieron intervenirlo de urgencia. Sin embargo, recordó ayer Castellano, “no lo operaban porque no autorizaban. La Policía no autorizaba”.
Castellano Oliva, que era compañero del secundario de Martín Cobos, recordó que en el Instituto “se veía mucha gente que caminaba, entraban, salían, parecían policías”.
También subrayó que, por la tarde, luego de que Martín muriera, “no nos entregaban el cuerpo” y tampoco les permitían verlo, por lo que tuvieron que esperar “todo el día”.
Fuimos nosotros
En otro orden, la testigo María Beltramino aseguró que los gendarmes que la detuvieron en septiembre de 1976 en la ciudad de Córdoba le aseguraron que también habían detenido a su marido, Daniel Loto Zurita, y al matrimonio integrado por Héctor “Guido” Gamboa y Gemma Fernández Arcieri, cuyas desapariciones se investigan en este proceso.
Beltramino vivía en Salta junto a Loto pero para finales de septiembre del 76 había viajado a Córdoba a visitar parientes. La madrugada del 24 de septiembre de 1976, su marido, Gamboa y Arcieri fueron secuestrados.
Los matrimonios estaban vinculados por su militancia en la JP y en Montoneros y porque Loto y Beltramino trabajaban en la zapatería de Gamboa. Días después de los secuestros en Salta, Beltramino fue detenida en Córdoba. “Me dicen: ‘nosotros lo detuvimos a tu esposo y a los que les daban trabajo a ustedes, a Gamboa y a Arcieri”, contó ayer vía videoconferencia desde Córdoba.
- Informe Elena Corvalán, periodista
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