La llamada “Fundación Libertad” en la que se realizó esta semana la cena anual para reunir a la flor y nata de los voceros de la economía especuladora concentrada, invitó especialmente al Primer Mandatario Argentino para su consabido anodino discurso presidencial, y también al inefable vocero del departamento de Estado Norteamericano, Mario Vargas Llosa, siempre presto a la exaltación de su ego personal y al consabido discurso proliberal.
Cuando uno escucha que una entidad civil supuestamente sin fines de lucro, ostenta el ampuloso nombre de “libertad”, corre el riesgo, sino de ser seducido por el engaño por lo menos de confundirse con los fines de esa organización.
Basta echar una mirada al portal de su página web para comprender que la finalidad es llevar agua para el molino de las empresas que la sostienen, y hacer de lobistas para los negocios ligados a la política.
Un ejemplo basta para ello. El último artículo publicado en su página se titula: “El descanso dominical no existe” donde el autor asegura que como en toda la Constitución Nacional no se ha previsto que los trabajadores deben descansar el domingo, no es legal reclamar ese beneficio, que para el autor es inconstitucional. No es broma, se lo aseguro.
Ver: “El descanso dominical no existe”
No de otra manera puede entenderse que su finalidad literalmente confesada en esa página sea “…la investigación y difusión de temas de políticas públicas, dirigido en particular a lo socioeconómico y a lo empresarial, promoviendo las ideas de la libertad en el contexto de las relaciones sociales”.
Claramente no se pude compatibilizar la investigación de políticas públicas si ese estudio se dirige a lo empresarial, que es de un ámbito estrictamente privado. Léase entonces, que es el estudio de cómo las políticas públicas pueden favorecer los negocios del ámbito privado, y ahora sí la ecuación cierra bien.
Mencionamos esta organización como ejemplo de tantas otras, que bajo la apariencia de entes dedicados a la investigación científica, aplican en los países para el fortalecimiento del establishment que detenta el poder económico real, y por eso las empresas asociadas –exportadores, petroleras, telefónicas, bancos, financieras, calificadores de riesgo y otra yerbas- la sostienen. Es un eslabón clave para la distracción pública de aparentar altruismo, mientras hacen lobby para sus negocios con los fondos públicos.
Son una pieza más del cepo mediático instrumentado a partir de la asunción del nuevo gobierno liberal en Argentina, que en complicidad con los multimedios masivos televisivos y gráficos, han montado un cerco desinformativo sobre el real estado de cosas en el País, y con fondos públicos, porque a los ciudadanos contribuyentes nos da lo mismo que el Estado pague directamente el sostenimiento de programas como 6,7,8 en el periodo anterior, o lo haga ahora a través de jugosas pautas de publicidad.
Y tan efectivo es el mecanismo de simulación que comentamos, que el mismísimo Vargas Llosa, utilizando su ya gastado doble discurso de impertinente opinólogo en asuntos internos o de premio nobel de literatura según le convenga, se dio el lujo de hablar de libertades en Argentina al mismo tiempo que Macri repetía por enésima vez que vetaría la ley de suspensión transitoria de despidos. Y a nadie se le movió un pelo.
Y entre coquetas cazuelas de mariscos y copas de champagne, elogió hasta la ridiculez lo que él llamó “los aires de renovación y el fin del populismo”, mientras aprovechaba para publicitar su último libro “Cinco Esquinas”, que con el artilugio de una tardía veta erótica –quizás alentada por la distancia de veintiséis años que lo separan de la filipina Isabel Preysler– reitera su prédica de la libertad en abstracto, pero con total desdén de la falta de libertades en la práctica.
Y es que de esta manera el señor literato luce sus galas de acérrimo defensor de la libertad individual, indiferente a las maniobras de esclavitud colectiva que practican los regímenes liberales que él alienta, amparado por su condición de premio nobel, y siempre dispuesto a enrostrarlo a quien ose criticarle su postura política.
De esta manera al disentir con este personaje que opina de política, inmediatamente el mismo le pone por delante el reproche literario de sus títulos, y salta de un papel a otro según le resulte útil para defender lo indefendible, que es ser un vocero oficioso del sistema liberal económico, un típico individualista armado de una buena verborragia y un infinito ego. Lo que en América Latina y el Caribe se conoce como un cipayo.
Y por estos días los que financian el festín liberal hablarán maravillas de su última novela, aunque los arrebatos sexuales de las protagonistas sean de dudosa originalidad y gusto, y sólo hayan sido utilizadas para denostar el periodo de gobierno de quien lo derrotara en la contienda electoral peruana, el ex presidente Alberto Fujimori, fracaso que el octogenario escritor todavía no termina de digerir.
En definitiva esta novela ya la vimos (no la escribió Vargas Llosa), sino que me refiero a la de recibir personajes voceros de los intereses consabidos de los auspiciantes, y mirones de una libertad siempre sesgada sólo a los intereses que le rodean.
Para graficar esa postura –o impostura según se la mire- basta recordar que durante la dictadura de Jorge Rafael Videla en Argentina, el hoy premio nobel envió un reclamo por la desaparición de intelectuales y escritores. Así como se lee: sólo por los desaparecidos de su clase.
Literalmente el reclamo decía: “Cumplo asimismo con hacerle saber que, por la gravedad de las acusaciones, voy a recomendar al PEN la publicación de este informe y su difusión internacional. Ésta no es una medida inspirada en convicciones políticas partidistas de ninguna clase, sino, dentro del espíritu de la Carta del PEN, una estricta acción de solidaridad humana y de defensa de los más elementales principios morales que hacen posible la cultura”.
En la última frase mostró la hilacha, típica de tilingos más afectos a las veleidades de su entorno que los valores humanos. Su preocupación era por la difusión de ideas y por la cultura¡ No por las vidas.
Y por cierto ni una sola mención a los desparecidos que eran obreros, estudiantes, sindicalistas, mujeres embarazadas o gauchos pata pila, no señor, su reclamo era sólo por los intelectuales, de los demás –habrá pensado- seguramente se ocuparán los populistas.
Valgan estas líneas aunque sea para llamar la atención de algún hipotético lector, que pueda por lo menos dudar de que toda esta puesta en escena, no es una mera invitación a un premio nobel, sino la gala misma de la hipocresía al más alto nivel, para seguir imitando al tero con los graznidos aquí cerca y los huevos allá lejos.
Tan lejos como las sociedades Off Shore, que el literato invitado prudentemente evitó mencionar cuando habló del flagelo de la corrupción en la paqueta cena de la fundación, ante la atenta mirada de muchos empresarios que figuran en la lista de la investigación judicial de los papeles de Panamá.
- Daniel Tort, abogado y periodista
tdaniel@arnet.com.ar