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Lula Da Silva y Cristina Kirchner
Lula Da Silva y Cristina Kirchner
Mientras Cristina Kirchner inventaba el “golicidio” de TyC, Brasil promocionaba la “cidade marvilhosa” con firmeza e inteligencia, aún sabiendo que confrontaba con la primera potencia mundial. Eso habla de la enorme diferencia de los objetivos y acciones de dos países. De estrategia y capacidad. En esta nota el columnista Héctor Alí se refiere aqui a La enorme diferencia de los objetivos y acciones entre Brasil y Argentina. “Comparaciones odiosas pero inevitables…”


Las comparaciones a veces son odiosas, pero también necesarias o inevitables. La elección de Rio de Janeiro para ser sede de los Juegos Olímpicos en el 2016, da cuenta de la envergadura del posicionamiento de Brasil en el esquema mundial. No sólo por sobresalir en cualquier actividad deportiva (van primeros en las eliminatorias de Sudáfrica, se lucen en atletismo, básquet, voleybol, automovilismo, etc) , sino por la seriedad de una administración que en pocos años puso al gigante latinoamericano, entre los principales países del mundo, por desarrollo, competencia y mejoramiento de su situación social.

Lejos, muy lejos de la contienda en la que Lula le ganó a Obama y Zapatero juntos, los argentinos debieron conformarse con mirar por TV la explosión de júbilo de los miles de cariocas que festejaron en la playa de Copacabana, con el ritmo y la alegría que los caracteriza. “Pero nosotros vemos el futbol gratis”, habrá pensado algún conformista relativizando la importancia del logro brasilero, que le abre la puerta a un mar de inversiones en infraestructura deportiva y social para recibir al mundo en la competencia ecuménica.

Comparar las lágrimas de Lula de Silva con el rictus amargo de Cristina Fernández de Kirchner anunciando que se acabó “el secuestro de los goles”, es odioso, pero también inevitable. En tanto Cristina inventaba el “golicidio” de TyC, Brasil promocionaba la “cidade marvilhosa” con firmeza e inteligencia, aún sabiendo que confrontaba con la primera potencia mundial. Eso habla de la enorme diferencia de los objetivos y acciones de dos países. De estrategia y capacidad.

Lula integró la delegación que viajó a Dinamarca con políticos opositores y con figuras como Pelé, porque entre otras cosas debía mostrar una Nación coherente en sus proyectos. Cristina no podría viajar al mismo sitio ni en aviones diferentes con Mauricio Macri o Gerardo Morales, por nombrar algunos de sus decenas de enemigos.

Lo cierto es que en la próxima década, Brasil será sede de la Copa del Mundo y de las Olimpíadas. Y el gran consuelo que les queda a los deportistas argentinos, abandonados casi a su suerte por el ente que regentea la competencia amateur, es que al menos les quedará cerca.

El sello de progreso que Lula le imprimió a su país, insertando a Brasil como proveedor y no como mendigo en el universo económico mundial, causa escozor cuando se observa la pobrísima inserción de la Argentina que una vez mas quedó relegada a exportar casi exclusivamente productos primarios a costa de la depredación y desertificación de sus suelos.

Como si quisiera ponerle una frutilla al postre, Brasil anuncia que se convertirá en acreedor del Fondo Monetario Internacional al comprometerse a comprar 10 mil millones de dólares de esa institución demostrando en los papeles su verdadero peso en la economía mundial. En la Argentina, casi solapadamente se anuncia que el país volvería a endeudarse con el FMI y otros organismos de crédito, cuyas políticas y condicionamientos fueron nefastas para el conjunto del pueblo argentino.

A pesar de las diferencias políticas de los sucesivos gobiernos, Brasil mantuvo su crecimiento industrial transformándose en una verdadera potencia, con mayoría de capitales nacionales. En la Argentina, se extranjerizaron el 80 por ciento de las empresas y la capacidad industrial decrece a la par de su actividad. Aun en ese marco, la Argentina no para de generar en el mundo una imagen de inseguridad jurídica que espanta aún a los más temerarios capitales que quisieran invertir en este suelo.

La actitud intervencionista en la anulación de los contratos con Ty C, y el eventual violación constitucional a los derechos adquiridos, en el caso de la ley de Medios, -pese a ser presentados como actos libertarios- son ejemplos que espantarían a cualquier atrevido que buscara nuevos mercados para su actividad. Tan solo aquellos con negocios cautivos como los propietarios de empresas de servicios públicos, o los concesionarios que explotan gas y petróleo, entre otros, se animan a permanecer, aunque no pongan un peso en nuevas inversiones, ni cumplan con sus obligaciones. A ellos hay que sumar a los empresarios amigos del poder, vinculados a la obra pública y a otros negocios favorecidos por el Estado, que en los últimos seis años, demostraron que para ellos no hay crisis que valga.

Mientras Lula incrementa su presupuesto con la explotación racional de sus recursos naturales y aumenta la exploración en el mar para obtener su autoabastecimiento y remanente para exportar petróleo, la Argentina importa gas de Bolvia y autoriza la suba del 400 por ciento en las tarifas por que ya no hay plata para subsidios. Aquellas políticas le permiten a Lula generar el mayor plan de inserción social del mundo, habiendo reducido drásticamente los niveles de pobreza e indigencia en su país.

En la Argentina, la estrategia para reducir la pobreza y fomentar la producción fue el canje de calefones y heladeras, en los cuales las terminales demostraron no tener capacidad instalada para responder a la demanda, o los créditos hipotecarios, cuyas cuotas son inalcanzables para empleados u obreros que necesiten una vivienda. Por otro lado, Cristina anuncia cada tanto explosivos planes de generación de empleo que parecerían estar solo en la fantasía del aparato publicitario porque el trabajo disminuye y se precariza cada vez mas, y la pobreza crece a diario a pesar de los datos irrisorios que publica el INDEC.

Si a todo esto le sumamos que Brasil nos tiene de hijos y que en el último 1-3 nos hicieron precio, lo único que queda es tratar de visitar alguna playita del sur y sentir al menos por algunos días como es vivir en un país que no para de crecer y desarrollarse. Por alguna razón, en un ranking de mandatarios latinoamericanos Lula suma el 82 por ciento de imagen positiva y Cristina, apenas roza el 23 por ciento. Y en esta tabla no hay repechaje.

  • Para: Nuevo Diario de Salta y Salta Libre

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