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Cada 13 de enero se conmemora el Día Mundial de la lucha contra la depresión, una fecha clave para visibilizar este trastorno mental que afecta aproximadamente a 280 millones de personas alrededor del mundo y puede manifestarse a través de síntomas como tristeza persistente, cambios en el apetito y falta de energía.

Maniqueísmo en el conflicto del Medio Oriente

jpg_Guerra.jpgMi amigo Carlos Elbirt, salteño, residente en Washington como Economista del Banco Mundial desde 1978, ha publicado nuevamente en Salta Libre sus ya para mí conocidas y monotemáticas consideraciones sobre el desgraciado, complejo e interminable conflicto de Medio Oriente. En gran medida “rebate” casi punto por punto, afirmaciones mías publicadas también en este medio (“Razones y sinrazones del drama palestino…”). Su visión unilateral es proverbial. Y como dije en mi artículo que dar toda la razón a un lado y toda la sinrazón al otro es echar nafta a las llamas, no puedo sino reafirmar que -siempre con la mejor de las intenciones- Carlos es uno de los que echa sus gotitas de nafta a las llamas de ese trágico conflicto, a pesar de que sus intenciones sean muy otras. “El camino del infierno está empedrado de buenas intenciones”, reza un viejo dicho. Elbirt es, sobre este punto, la imagen simétrica y opuesta de Oriana Fallacci (*).


Con Carlos integramos en nuestra juventud un aparato político maniqueo, que veía todos los males del mundo en un lado (los EE. UU.) y todos los bienes en otro (La Unión Soviética).

Yo rompí en 1968, cuando la invasión soviética a Checoslovaquia, pero no rompí con mi esquema mental hasta mucho después, pues al tiempo adherí a otro aparato político maniqueo que ahora veía el mal en un monstruo bifronte (el imperialismo de los EE. UU. y el social imperialismo de la Unión Soviética) y el bien en la China maoísta.

Tuve que ver cómo lo limpiaban a Lin Piao (hasta un día antes considerado un gran revolucionario) con burdas excusas, y cómo sus émulos maoístas argentinos aterrizaban sin escalas en el apoyo vergonzante al fascismo de López Rega, para recién, trémulo, comenzar a mirarme a mí mismo y empezar a partir de entonces a tratar de construir un pensamiento crítico, sin tutelas, sin maniqueísmos, sin miradas unilaterales.

jpg_Aguinis.jpgSé que Carlos rompió con aquel primer aparato bastantes años después que yo, pero como se lo dije en una carta personal, para mí no ha roto con ese esquema de pensamiento unilateral, maniqueo, que hoy lo aplica al trágico enfrentamiento de Medio Oriente, donde “el mal” está en Israel, y “el bien” en los palestinos. Y no es que Carlos esté mal informado, muy por el contrario, es un hombre muy informado, pero su visión es absolutamente sesgada, lo que limita enormemente su gran caudal informativo y analítico. No es con ese esquema de pensamiento como aportaremos a la paz, aunque tengamos -como sin duda lo tiene Elbirt- la intención de hacerlo.

Dice Carlos “El Presidente de Irán puede formular las declaraciones más aberrantes y repudiables posibles pero no veo cómo eso pueda justificar la política de expropiación de tierras y aguas, el bloqueo y el hambre al que someten a los palestinos”. ¿Es que acaso yo he dicho tamaña aberración? ¡Qué fácil método el poner en boca del otro palabras que no ha dicho, para luego refutarlas cómodamente!

Nada puede justificar la política represiva, colonialista, racista y antipalestina del gobierno israelí (que refleja desgraciadamente la opinión de parte importante de su pueblo), y yo menos que menos la justifico. Véanse si no mis artículos en este mismo medio.

Pero lo que sí digo, es que Elbirt (y en esto no es original, es sólo uno más) jamás escribe un artículo donde analice también críticamente al “otro”, para llamarlo también (como a Israel) a la cordura, a la sensatez, a no creerse “el dueño de la verdad” y a no diabolizar al contendiente. A ver las razones y las sinrazones de ambos lados. A llamarlos a ceder posiciones y pedirle al otro que también ceda, en pos de algo mucho más grande y fundamental: LA PAZ. Y la paz, por supuesto, con Justicia.

Dice Elbirt “Irán nunca estuvo en guerra con Israel. La retórica violenta y racista que practica su presidente es sólo eso: pura retórica.”

¡Pura retórica! ¡Que una persona inteligente como Carlos pueda decir semejante disparate absolutamente al margen de la realidad, sólo puede calificarse como pre-juicio! Un juicio previo en el que se hace calzar la realidad con forceps. En términos piagetianos, diría que los esquemas asimilativos de Elbirt predominan enormemente sobre sus esquemas acomodativos, lo que le hace perder todo equilibrio. Hace entrar la realidad en sus esquemas interpretativos previos, y no hace el esfuerzo de acomodar y modificar sus esquemas interpretativos frente a una realidad que los desborda totalmente. Me hace acordar cuando en nuestra juventud justificamos el golpe institucional en la URSS que desalojó del poder a Kruschev, cuando hasta un día antes Kruschev era nuestro héroe que apoyaba a Cuba y golpeaba con su zapato, transgresoramente, en la sala de deliberaciones de la ONU. Pero si el “glorioso P.C. de la gloriosa U.R.S.S.” así lo había dispuesto, debía ser correcto.

¿Es retórica el Congreso organizado por Irán donde se reúne lo más conspicuo del nazismo mundial para negar la existencia del holocausto? De la mano del presidente de Irán Mahmoud Ahmadinejad, se reunieron en Teherán David Duke, el racista más conocido de EE.UU., ex gran maestro del Ku Klux Klan, Roberto Faurisson, líder racista europeo que considera el Diario de Ana Frank una patraña; Wolfgang Fröhlich, dirigente neonazi austríaco, con su idea de que las cámaras de gas fueron un fraude; George Kadar, supremacista blanco contrario a los inmigrantes, y Georges Thiel, apologista francés de Hitler.

Los rescató del olvido el presidente de Irán. Fueron, con otros conocidos fascistas y neonazis, invitados de honor del congreso que organizó el 11 y 12 de diciembre último para mostrar al mundo que el Holocausto fue un mito.

El llamado con que abrió el congreso: “El Estado de Israel será un día borrado de la faz de la Tierra”, ¿es pura retórica, como increíblemente pretende Elbirt? El patrocinio y apoyo económico y militar a Hezbollá, que demostró su poderío haciéndole patancha al poderoso ejército israelí, manteniendo intacta su infraestructura en el sur del Líbano, y que proclamó como “su victoria” el desastre asesino que la locura israelí provocó en ese hermosísimo país, cuando haciéndole el juego a Hezbollá cayó en la provocación de este poderoso grupo militar que tiene en su postulado fundamental la destrucción del Estado de Israel…

Que ese grupo esté sitiando hoy al gobierno del Líbano, buscando hacerlo caer para ser ellos gobierno, ¿puede hacerlo sin el apoyo claro y contundente de Irán? ¿Eso es retórica? ¿O es hacer lo que pueden hacer, mientras van por más? Ya el Ministro de Turismo del Líbano, Joseph Sarkis, lo presagiaba en agosto de 2006: Nasrallah quiere crear su propio Estado para él y para su gente. Y si hace eso, la otra parte del país no lo aceptará y continuaremos en guerra. Parece ignorar que existe un acuerdo de Taif por el que, hace años, todos decidimos desarmarnos y trabajar por el país desde lo político. Nasrallah quiere retener sus armas diciendo que es para la liberación de las Chacras de Chebba, ocupadas por Israel. Pero eso es una excusa, porque eso está encaminado diplomáticamente y él lo sabe”. ¿Pura retórica? ¡Por favor, qué ceguera!

Por supuesto que el poderío asesino de Hezbollá no sólo está alimentado por la locura reaccionaria del régimen de Teherán, sino por la locura no menos reaccionaria y asesina del gobierno israelí, que en lugar de no ceder a la provocación del grupo militar-terrorista y entrar en negociaciones, destrozó la infraestructura del Líbano, masacrando a miles de civiles inocentes que para nada habían provocado a Israel y en cambio no pudo asestar ningún golpe fundamental a los que sí lo habían hecho, fortaleciéndolo.

Como dijo el mismo Sarkis: “El Líbano no declaró la guerra a Israel; los sirios sí quieren guerra, y en vez de pelearla en su territorio lo hacen en el nuestro. En 40 años de ocupación israelí de los Altos del Golán, los sirios no tiraron ni una bala. Pero aquí quieren guerra porque de ese modo matan dos pájaros de un tiro: Israel y nosotros, el Líbano. La gente de este país no quiere guerra, sólo Hezbollah la quiere y porque Irán la quiere. Mucha gente chiita del Sur, que Hezbollah considera que está con ellos, venía a verme para fomentar su negocio; ahora todo está destruido gracias a la guerra de Hezbollah. ¿Pura retórica la del presidente de Irán? ¡Por favor!

Otro argumento mío que Elbirt pretende refutar, es que al tener cuestionado Israel su derecho a la existencia desde su mismo nacimiento, aflora lo peor de sí mismo.

Carlos dice “no se puede decir que el derecho de Israel a existir esté en peligro como a veces se argumenta. Tales argumentos no guardan ninguna relación con la situación militar y política imperante cuanto menos en los últimos 35 o 40 años. En ese período Israel atacó a quien quiso sin sufrir ninguna consecuencia. Protegido siempre por su benefactor habitual”.

Aclaremos: En 1948 (año de la creación del Estado de Israel) los estados árabes coaligados declararon la guerra al naciente estado judío, negándole desde el inicio su derecho a existir. Y fue la guerra del 48. Si Israel siguió existiendo, no fue por la voluntad de los países árabes. En 1956 Egipto bloqueó el Canal de Suez, pretendiendo ahogar con ello a Israel. Y hubo la guerra del 56. En 1967 los sirios empezaron a desviar las aguas del río Litani, principal afluente del Jordán, pretendiendo dejar a Israel sin agua, y Egipto bloqueó el estrecho de Tirán al sur del Mar Rojo, bloqueando el libre navegar por aguas internacionales para importar o exportar con el continente Asiático. Y fue la guerra de los 6 días. En 1973 Egipto atacó Israel en Iom Kipur, pretendiendo (y logrando) tomar desprevenido a Israel en su día más sagrado. Y fue la guerra de Iom Kipur. Fue la primera guerra donde Israel ya no triunfó claramente; en opinión de Ury Avnery porque el Tsahal había comenzado ya a envilecerse, por pasar de ser “Ejército de defensa” del Estado de Israel, a ser ejército ocupante y sojuzgador.

Y así… El derecho a existir de Israel estuvo siempre cuestionado, y sigue cuestionado. Si no está, efectivamente, hoy en peligro, es fundamentalmente por el enorme poderío militar de Israel. De no tenerlo, hoy Israel no existiría. Por supuesto que para cada una de las guerras que he repasado, hay otras lecturas posibles de porqué y cómo se iniciaron, pero no alteran lo esencial: un pueblo que solamente sostiene su existencia por su poderío militar, vive crispado. Un estado que mira cómo los que le niegan su derecho a existir organizan congresos nazis que niegan su historia de martirio, cómo el presidente de un país árabe vuelve con la remanida y terrible frase que los judíos son un pueblo deicida, idea que provocó y justificó durante milenios la persecución y la matanza de su pueblo, se crispa y se aferra a sus armas como única posibilidad de sobrevivir y decir “Nunca más”.

Y saca lo peor de sí mismo. Y eso “peor de sí mismo” (como el apartheid palestino que certeramente caracteriza Carter y corrobora Elbirt), hace aflorar “lo peor de sí mismo” del pueblo palestino y de los árabes en general. Mi amigo Duved Erezt Packciarz, pacifista israelí, vive confinado en su casa de Sderoth, donde caen raquetas todos los días, matando, hiriendo, destruyendo, desde hace mucho, mucho tiempo, en períodos de guerra y en períodos de “tregua”.

Por supuesto que los israelíes hacen lo mismo con los palestinos de Gaza y de Cisjordania, con mucha mayor efectividad, pues son mucho más poderosos. Pero es esa lógica guerrera y asesina que se retroalimenta mutuamente la que debemos contribuir a parar, no mirando la realidad con un solo ojo como hace Elbirt, sino llamando a lo mejor de ambos pueblos para que puedan confraternizar y construir un futuro de paz y de justicia, sin negar al otro y reconociéndolo como un igual-diferente.

Hay otra alusión de Elbirt evidentemente dirigidas a mi referencia a la Torá y al Talmud: “No recomiendo el uso o referencia a libros religiosos cuando se discuten políticas públicas. (…) Los libros religiosos, cualquiera sean su denominación, contienen expresiones positivas y, ciertamente, negativas. Pero son siempre escritos en función del grupo a los que van dirigidos. El resto de los mortales es deshumanizado y condenado a cuanta plaga aparezca.” (El subrayado es mío).

Quiero, necesito, hacer una aclaración al respecto. Yo no soy religioso, y por lo tanto mi referencia era y es una referencia cultural, que considero valiosa como para que los judíos se remitan a ella. Los musulmanes llamaban a los judíos “El pueblo del Libro”. Creo no equivocarme al afirmar que acá también hay un pre-juicio en Carlos, un pensamiento estereotipado que aplica a diestra y siniestra. Supongo que no debe haber leído jamás un texto religioso (y no lo critico por ello, es dueño de leer lo que le interese), pero no debería hacer afirmaciones tan tajantes como que “son siempre escritos en función del grupo a los que van dirigidos. El resto de los mortales es deshumanizado y condenado a cuanta plaga aparezca”.

Doy algunas citas para demostrarle que “no siempre”:

– “Cuando el extranjero morare con vosotros en vuestra tierra, no le oprimiréis. Como a un natural de vosotros tendrás al extranjero que more entre vosotros, y lo amarás como a ti mismo; porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto”. (Levítico, 19:33-34).

– “Amaréis, pues al extranjero, porque extranjero fuiste en la tierra de Egipto” (Deuteronomio, 10:19).

– “y no angustiaréis al extranjero, porque vosotros sabéis como es el alma del extranjero, ya que extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto” (Éxodo, 23:9).

Es a ese espíritu fraternal que puebla las páginas de la Torá y del Talmud al que me remito cuando digo que sin estar en tensión permanente por la negación de su derecho a existir, considero que lo mejor de los judíos aflorará.

Puedo agregar:

– “…y martillarán sus espadas para azadones y sus lanzas para hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se ensayarán más para la guerra. Y se sentará cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera y no habrá quien los amedrente” (Miqueas 4;3-4)

– “aunque todos los pueblos anden cada uno con el nombre de su dios” (Miqueas 4;5).

– “Pueblo de Israel, ¿no me sois vosotros como hijos de etíopes?, dice Jehová, ¿no hice yo subir a Israel de la tierra de Egipto, y a los filisteos de Caftor, y de Kir a los arameos?” (Amós 9:7).

Por supuesto, sé perfectamente que también los escritos bíblicos y talmúdicos están llenos de referencias nacionalistas y de clan, y en ese sentido, si únicamente esas fueran las referencias, Carlos tendría razón. Pero quiero, con Erich Fromm, hacer una referencia al pasado que puede ser aplicado en el presente:

“A primera vista, sin embargo, podría parecer que la Biblia y la tradición judía posterior son profundamente nacionalistas en sus perspectivas, separando tajantemente a los hebreos del resto de la humanidad, en su esencia y en su destino. ¿No es acaso Israel “el pueblo elegido”?, ¿el hijo favorito de Dios, superior a todas las otras naciones? ¿No hay muchos pasajes nacionalistas y xenófobos en el Talmud? ¿No han sido por ventura los judíos, en su existencia histórica, frecuentemente nacionalistas, tendiendo a sentirse superiores a los gentiles y mostrando una buena dosis de espíritu de clan?

Nadie puede negarlo, y no es necesario dar pruebas de ello. De hecho, la esencia misma de la prédica paulina y de la cristiandad ulterior fue el liberarse del nacionalismo judío y fundar una iglesia “católica” que incluyera a todos los hombres, independientemente de su nacionalidad o de su raza.

Si examinamos esta actitud nacionalista, nos sentimos tentados inicialmente a perdonarla, explicándola. Los primeros períodos la historia judía fueron los de una pequeña tribu que luchaba contra otras tribus y naciones y difícilmente podemos esperar encontrar ideas de internacionalismo o de universalismo en tales circunstancias. La historia de los judíos después del siglo VII a.C. es la de una pequeña nación, amenazada en su existencia por grandes potencias que tratan de conquistarla y esclavizarla. Primeramente, su territorio fue ocupado por los babilonios, y muchos se vieron forzados a abandonar su país y establecerse en el del conquistador. Siglos después, Palestina fue invadida por los romanos, el Templo destruido, muchos judíos fueron muertos, hechos prisioneros y esclavos, y se les prohibió, bajo pena de muerte, hasta la práctica de su religión.

Todavía después, a lo largo de los siglos pasados en el exilio, los judíos han sido perseguidos y humillados por los cruzados, los españoles, los ucranianos, los rusos y los polacos, y, en nuestro siglo, un tercio de ellos fueron destruidos por los nazis. Aparte de los períodos favorables pasados bajo el dominio musulmán, los judíos fueron, aun bajo los mejores soberanos cristianos, considerados inferiores y obligados vivir en ghettos. ¿No es natural que desarrollaran un odio contra sus opresores y un orgullo nacionalista activo y un espíritu de clan para compensar su crónica humillación? Todas estas circunstancias, empero, solamente explican la existencia del nacionalismo judío, no pueden justificarlo.(El subrayado es mío).

Sin embargo, es importante notar que la actitud nacionalista, si bien es un elemento de la tradición bíblica y la tradición judía posterior, está equilibrada por el principio diametralmente opuesto: el del universalismo. El mito bíblico de la creación; un hombre y una mujer creados como antecedentes de toda la raza humana. El mito del pacto de Dios con Noé, que es anterior al pacto con Abraham, fundador de la tribu hebrea, pacto de respeto por la vida humana en su conjunto y con el reino animal; el primer desafío de Abraham para que Jehová no viole el principio de justicia lo hizo Abraham por las ciudades no hebreas de Sodoma y Gomorra.

(…) El punto más alto del universalismo se alcanza en la literatura profética. La idea de la unidad de la raza humana se encuentra en la literatura de los fariseos, particularmente en el Talmud.

(…) En los períodos de persecución contra los judíos por parte de los romanos y los cristianos, el espíritu nacionalista y xenófobo prevaleció frecuentemente sobre el espíritu universalista. A pesar de ello, mientras permaneció viva la enseñanza de los profetas, la idea de la unidad de la humanidad no pudo olvidarse. Encontramos manifestaciones de este espíritu siempre que los judíos tuvieron oportunidad de abandonar los estrechos confines de su existencia en el ghetto. No solamente fundieron su propia tradición con la de los pensadores humanistas más importantes del mundo exterior, sino que, cuando se rompieron las barreras sociales y políticas en el siglo XIX, los pensadores judíos estuvieron entre los representantes más radicales del internacionalismo y de la idea de humanismo. Pareciera que después de dos mil años el universalismo y el humanismo de los profetas florecieron en las figuras de millares de filósofos judíos, socialistas e internacionalistas, muchos de los cuales no tenían conexión personal con el judaísmo”.

A estos aspectos me refería -y lo sigo sosteniendo a pesar de la crítica de Elbirt- como una característica judía que estoy convencido puede florecer plenamente en los israelíes, estando en otras condiciones que la del estado de crispamiento permanente.

Decía también Carlos: “Por bien intencionadas que sean, no le hace bien a la discusión generalizar sobre los judíos, los árabes, o cualquier grupo. Hay de todo; de lo mejor y de lo peor como entre los integrantes de cualquier grupo social. La orientación ideológica de los individuos es una decisión puramente individual”.

Desde luego que la orientación ideológica de los individuos es puramente individual. Para mí, que un cerdo como Sharon dirigiese el pueblo israelí, fue y es algo lamentable y -para mí- doloroso. No sentía lo mismo con Ben Gurión, con Golda Meir, sí sentía lo mismo con Menahem Beguin, con Benjamín Netanyahu. Pero estoy hablando de los procesos psicológicos de orden colectivo. Del concepto de carácter social, que importantes antropólogos y sociólogos han tratado de definir, de lo que Kardiner desarrolló como estructura básica de la personalidad, de lo que Fromm trató de desentrañar en los procesos psicológicos de formación y modificación del carácter social de las distintas clases que la integran.

Las generalizaciones no son “universalizaciones” como parece creer casi inocentemente Elbirt. Creo que podemos hablar de ciertas características básicas de los ingleses, de los alemanes, de los cubanos, de los negros africanos… Yo creo -y puedo estar equivocado, pero tengo muchos argumentos para dar- que la característica central de los judíos pasa en buena medida por lo que definí como espíritu libertario, igualitario, y que bajo ciertas condiciones, puede aflorar plenamente.

Desgraciadamente, debo aclarar que no son esas las condiciones que se dan en Israel y Medio Oriente, y de allí que hoy por hoy esté primando entre los judíos israelíes el nacionalismo, el militarismo, la idea de supremacía… Desde mi humilde lugar, yo seguiré aportando para que aquellos otros elementos (libertarios, igualitarios) que como bien lo dijo Fromm caracterizan en épocas muy recientes a los judíos, vuelvan a florecer plenamente en Israel, respetando al otro y amando su diferencia y las diferencias ajenas.

Los musulmanes y los judíos son primos hermanos milenarios. Reconocen los mismos patriarcas. Conviven armónicamente -como colectividades- en numerosos países, particularmente en el nuestro. No tiene por qué ser tan difícil lograr la paz y la armonía en Medio Oriente, si logramos poner en caja a los dos extremismos negadores del otro que habitan en sus pueblos, y lo mejor de ellos vuelve a primar y a convivir en la diferencia. Pero -vuelvo a decirlo por enésima vez- eso no se logrará mirando la realidad hemipléjicamente, como lo hace Carlos Elbirt por un lado o intelectuales como Marcos Aguinis (**) por el otro.

Notas de Redacción:

(*) Célebre periodista italiana que adoptó en sus últimos años una actitud hostil hacia la cultura musulmana en la que veía un serio peligro para la democracia y la tolerancia propias de la cultura occidental.

(**) Destacado novelista e intelectual argentino judío. Tiene una visión crítica de la izquierda latinoamericana y del sistema político cubano y ve como un modelo de libertad y desarrollo a los Estados Unidos.

Nota relacionada:

Carter, el apartheid israelí y algo más…, por Carlos Elbirt.

http://www.saltalibre.org/article.php3?id_article=1439

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