Beatriz Sarlo, una “intelectual” que en el potrero terroso de la política nacional jugó en un primer tiempo recostada sobre la franja izquierda, pasó de repente y de acuerdo con sus conveniencias de mediática wing, a gambetear y tirar centros desde el lado derecho de la cancha. Al igual que otros versátiles delanteros como Elisa Carrió, Claudio Lozano y Pino Solanas, capaces de usar las dos piernas pero de pegarle muchísimo mejor con la derecha, dijo en un programa televisivo: “estamos en una dictadura peor que la de Videla”.
Otros integrantes del enfurecido plantel profesional, quizá por temor al descenso, ya habían pronunciado frases por el estilo: el gobierno de los kirchner es un gobierno fascista; ésta es la peor de las dictaduras, etc.
Parte de la tribuna no pensante, sobretodo de la barra brava “los alienados de la clase media” se hicieron sin dudas eco de esos comentarios y de forma irreflexiva desplegaron sus banderas y enarbolaron sus cánticos repetitivos, dictados por los formadores de opinión del neoliberalismo local: “estamos en una tiranía”, “este gobierno suprime la libertad de prensa”.
Lenguaje incierto
Cosas que permite el lenguaje, expuesto a la impostura y a la tergiversación de las cosas. Y precisamente porque el lenguaje es incierto e introduce la dimensión del malentendido, la verdad no es la que cada cual quiere a su turno imponer en las vanas discusiones, sino aquella otra verdad, lógica, que se desprende al cabo de las mismas palabras.
No hay dictadura, ya que de haberla no se hablaría de dictadura. Dicho de otro modo: si se habla todo el tiempo de dictadura, entonces no hay dictadura. Así de sencillo. Por el sólo hecho de poder hablar hasta el hartazgo de tiranía, no hay tiranía.
¿Se imaginan ustedes queridísimos lectores si éste gobierno constituyera, como sostienen los crack opositores, una dictadura peor que la de Videla, que pasaría con esos mismos que lo dicen?.
¿Qué ocurriría con quienes, instalados cómodamente en los programas de opinión, salen todo el tiempo a acusar, a los cuatro vientos, al gobierno de dictatorial y a hacer de ese modo el negocio mediático? ¿Podrían acaso editarse revistas que en cada una de sus tapas directamente difaman y no bajan al actual gobierno de corrupto, nazi, fascista, hitleriano? ¿Cómo titulaba sus tapas el diario Clarín en la época de Videla, acaso diciendo que el gobierno de Videla era una dictadura?
¿No hay libertad de prensa
La otra acusación que circula en el olímpico estadio mediático es que en este gobierno no hay libertad de prensa. Pero el sólo hecho de estar repitiéndose esa acusación las 24 horas del día, refuta lógicamente ese dicho. Es decir, son los mismos que sostienen que no hay libertad de prensa los que a través de sus propias enunciaciones vienen a desdecirlo.
Es una cuestión de lógica. Hay tanta libertad de prensa como para que la oposición se la pase diciendo que no hay libertad de prensa e instale directamente una guerra mediática, donde todo el tiempo se habla mal del gobierno y se miente en forma deliberada como pocas veces se lo hizo en la historia política argentina.
Y resulta que algunos periodistas del mayor combinado mediático-monopólico salen a decir ahora que tienen muchísimo miedo, que temen por sus integridades, que se sienten amenazados por unos tales “kirchneristas del tablón”. Lo gritan a viva voz en conferencia de prensa por los principales medios informativos del país, sin ser, por supuesto, ni censurados ni perseguidos por ello.
Lo recitan sin miedo, porque saben que no hay de qué temer, salvo de quedar mal parados en el césped de la historia. Responsabilizan al gobierno de un par de afiches baratos que aparecieron pegados por algunos irresponsables en la ciudad de Buenos Aires.
¿De qué miedo hablan?
Pero, de todas las cadenas de difamaciones e injurias, las mentiras deliberadas, las constantes groserías en contra de la presidenta, la falta de respeto por la camiseta presidencial, las agresiones a legisladores oficialistas, los tapones de punta, los codazos en la boca del estómago, los planchazos a la altura del fémur propinados salvajemente por aquellos mismos que hoy dicen tener miedo ¿quién se hace cargo?
Es que los muchachos del equipo «clarinete» son de los que tiran la piedra y esconden la mano, como los niños pegan al otro y salen corriendo diciendo que el otro les pegó. Esto no es otra cosa que ver la propia agresividad reflejada en el espejo. Una cuestión de proyección elemental, diría por ahí algún psicólogo desprevenido. ¿De qué tienen miedo entonces?
Verdadero miedo debió sentir el escritor y periodista Rodolfo Walsh cuando en absoluta soledad y desprotección salió, mediante una carta dirigida a la junta militar, a denunciar las atrocidades del gobierno de facto, sabiendo que ese acto ético le implicaba perder al mismo tiempo la vida, mientras algunos de sus colegas, que hoy dicen sentirse con miedo y acusan al gobierno de dictatorial, se subían prestamente como entusiasmados periodistas al carro de Atila del “Proceso”. Son las paradojas de la hora.
- Antonio Gutierrez, escritor
Carta Abierta Salta