La Convención Radical del sábado 30 no admite demasiados comentarios pues las diferencias de los sectores en pugna se han reproducido durante más de un año y medio sin que puedan saldarse. Aunque algunos piensen que se trata de un cisma ideológico, la realidad es que la división solamente permite distinguir entre pragmáticos e intransigentes.
Los radicales “k” volvieron a la carga y lograron un pequeño espacio en los diarios, luego de meses de anonimato dentro de las filas del gobierno.
Aún así, la mayoría en el marco del órgano deliberativo no les otorga la predominancia política hasta que no compatibilicen el apoyo a Julio Cobos –que reniega del kirchnerismo y busca ser alternativa- con la adhesión local al gobernador Urtubey, que se ha sometido sin matiz alguno al estilo del ex presidente. Tal vez tengan razón los que piensan que la billetera provincial es el único aliciente que los anima a improvisar excusas para esta esquizofrenia.
Tampoco puede conformar el derrotero del presidente del Comité Central, que no impregna de prudencia sus actos. Con insistencia se le hizo notar el previsible resultado de una convención conformada todavía por punteros de los dirigentes que se fueron del partido. Prefirió priorizar las cuestiones administrativas y ponerles en
bandeja la oportunidad de un nuevo asalto institucional. El círculo áulico de Alberto Espeche prefirió organizar homenajes antes que trabajar la convención y sopesar los riesgos, máxime cuando carecen de peso a la hora de inclinar voluntades de dirigentes del interior a los que no visitan nunca.
La juventud, la inexperiencia y la necedad han contribuido a forjar este episodio poco feliz. Aunque los que se equivocaron no quieran volver sobre estos yerros, no es sino analizándolos que se pueden prevenir nuevas ingenuidades. Todos los homenajes que se habían realizado el viernes 29 por los últimos 25 años de democracia, con la presencia de Gerardo Morales y Ricardo Alfonsín, quedaron empañados por un debate que tuvo poca profundidad de análisis y al que gobernó la urgencia.
A los urtubeystas no les bastó que se les garantizara que no habría sanciones para su promiscuidad, y demostraron que suelen ser torpes a la hora de aplicar el número. Las consecuencias, a no dudarlo, afectarán la institucionalidad ante la posibilidad cierta de que se intervenga el máximo órgano partidario.
El resultado no beneficia a ningún sector. Los “k” no pueden esgrimir un triunfo con una declaración insípida que carece de validez por no haber alcanzado la mayoría agravada. Los ortodoxos tampoco aparecen como los contenedores de correligionarios que tras el conflicto agropecuario vuelven a mirar con bondad a la UCR. Los percibe distantes, herméticos, y concentrados en el pregón de valores en vacío.
Ni los orgánicos, ni los que profesan la rebeldía, lucieron el sábado como los genuinos representantes de los salteños, que esperan que se expidan sobre las cuestiones de interés general y abandonen de las discusiones intestinas. Así las cosas, el saldo es el quiebre drástico entre dos posturas que a nivel nacional parecen acercarse. La falta de inteligencia de los correligionarios salteños los coloca a contrapelo de la inercia impresa por Morales y Cobos con vistas a la Convención Nacional que se realizará el mes que viene en Mina Clavero (Córdoba).
Antes del sábado, se discutía sobre las dimensiones que tendrá la apertura para con quienes vuelven luego de una experiencia poco fructífera en la transversalidad. En Salta, los radicales urtubeystas han ratificado que persistirán en el error y proseguirán dentro del oficialismo. Los orgánicos, que no los quieren dentro del
partido. Ambos grupos siguen irreconciliables.
Carlos Humberto Saravia
Secretario del Comité UCR Salta.