En Salta la inflación de siglas, listas y candidaturas no es un síntoma de pluralismo, de nuevas ideas y de vitalidad política: es una preocupante señal de todo lo contrario.
La cirugía estética y el casting de candidatos no alcanza para ocultar ni disimular la esclerosis del grupo y las personas que controlan el poder político de la provincia desde hace 30 años, y que aspiran a extender su permanencia 20 años más.
La meta de mantener durante 50 años el inmovilismo político y el atraso es un mal horizonte no solo para la política y las instituciones del Estado: lo es para nuestra sociedad sometida a bloqueo, atraso económico, malestar social, desencanto y pobreza de ideas.
La invocación retórica a «modelos» y «proyectos», no alcanza para ocultar esa indigencia de ideas, de valores y de propuestas reformistas necesarias y viables.
Ninguno de esos sectores, y quienes los dirigen, menciona la Constitución Nacional, cimiento y cúpula de nuestro orden institucional. No hay «proyecto» ni «modelo argentino» al margen o en contra de la Constitución.
Es difícil que una casta política tenga lucidez y coraje cívico para reformar un desmontar el sistema sobre el que se asientan su poder y sus privilegios. Con la reforma electoral de la Ley Sáenz Peña, una parte de la élite conservadora argentina de 1900 a 1916 dio un gran paso.
Hoy en Salta, el partido único y, simultáneamente, disperso en decenas de islotes y siglas, no tiene voluntad y no está en condiciones de encarar la apertura de un proceso de regeneración institucional cuyo primer paso es la reforma política y de las políticas.
Esta casta política carece de la mínima disposición a admitir errores, de hacer una sincera y pública autocrítica, condiciones para reconocer la necesidad de modificar el rumbo, el estilo y estas prácticas enviciadas y envilecedoras.
Tampoco tienen intención de hacer transparente el sistema electoral, abrir las puertas de los partidos políticos para oxigenarlos reemplazando las triquiñuelas de quinchos y mesas chicas por la verdad, la limpieza de procedimientos y democracia interna.
No podemos imaginar a los caciques municipales impulsando y apoyando la reducción de la frondosa burocracia clientelística, ni admitiendo la necesidad de reducir el número de legisladores o de concejales y de limitar la cantidad de elecciones al mínimo necesario, sin desdoblamientos para beneficiar al oficialismo.
Tampoco parece posible que intenten trabajar para que los organismos de control cumplan con sus funciones, sin interferencias políticas y con la inclusión de los representantes de las minorías.
Ni que cese la deliberada confusión entre la «publicidad de los actos de gobierno» propios de una democracia republicana y la «propaganda política» de los candidatos del grupo gobernante, a costa de los recursos del Estado.
Menos aún, que los gobernadores no utilicen el Estado provincial como plataforma de lanzamiento de prematuras candidaturas presidenciales, cuyos costos políticos y económicos se trasladan no solo al Estado provincial sino también a la sociedad local.
Los más de 30 años de gobiernos de un solo partido o un solo grupo, excede por lejos el tiempo que necesitó Europa para levantarse sobre las ruinas a la que la redujo la Segunda Guerra Mundial.
Desde 1948 hasta 1952, Europa tuvo el periodo de mayor crecimiento económico de su historia. La producción industrial se incrementó un 35 %, y la agrícola sobrepasó fuertemente los niveles de antes de la guerra.
¿Hasta cuándo los gobernantes de Salta seguirán diciendo que necesitan más tiempo para remover las raíces del «atraso estructural» de la Provincia? ¿Hasta cuándo el populismo seguirá culpando de los males a los gobiernos «insensibles y desalmados» que promovieron la injusticia social hace un siglo atrás?
La regeneración política
A menos de un mes de asumir su cargo, el presidente francés, Emmanuel Macron, anunció las prioridades de la profunda reforma política que se propone llevar adelante que permitan a Francia arrojar los lastres que amenazan su democracia y su modernización.
Lo que se propone Macron es regenerar la política y reformar las instituciones francesas. No se trata de copiar para estar a la moda. No se trata de trasplantar. «Esto no es Francia. No somos europeos», objetarán los que creen en el autismo y el pensamiento autárquico.
En 1898, cuando terminó por derrumbarse el imperio español de ultramar y se profundizó en la explicación de esa declinación, los críticos del viejo orden comenzaron a hablar de Regeneración. No de revolución ni de cataclismos sino de Regeneración.
Macron anunció sus propósitos:
–Reducir en un tercio el número de diputados y senadores en la Asamblea Nacional (577 legisladores) y el Senado (348), con el deseo de «dar más eficacia al trabajo parlamentario».
-Recurso al referéndum si hay «obstáculos» para realizar las reformas institucionales que el presidente quiere ver aprobadas antes de un año.
-Cambio del modelo electoral, introduciendo cierta dosis de representación proporcional, para favorecer a las minorías, muy penalizadas por el modelo actual, mayoritario a dos vueltas, que «infla» a los ganadores y lamina a los «minoritarios». Reforma que podría afectar a los equilibrios políticos tradicionales de manera imprevisible.
-Convocatoria de una «conferencia de los territorios de Francia». Se trata de negociar un «nuevo pacto» entre el Estado, las regiones, los departamentos y los territorios de ultramar (antiguas colonias), en unos términos por ahora desconocidos.
-Supresión del Tribunal de Justicia de la República, una jurisdicción excepcional, concebida para procesar a los ministros en ejercicio.
Macron no dibujó una realidad color de rosa. Terminó su mensaje diciendo: «La construcción europea está en crisis. Nuestros equilibrios financieros se han degradado, nuestra deuda ha crecido. La inversión productiva es modesta. El paro alcanza niveles insoportables. Y se extiende la pobreza».
Hay que ver de frente la realidad, sin ocultar ni maquillar sus datos. No hay que postergar reformas y decisiones. No se puede seguir engañando a la sociedad con la idea que la salud económica y el bienestar social dependen de la sensibilidad y del voluntarismo de los gobiernos de un solo color político.
Siguiendo por este peligroso desfiladero se agravarán los problemas, se dejará a la provincia al borde del caos, transfiriendo a los salteños del año 2050 esa pesada carga y esa difícil responsabilidad de recuperar el tiempo perdido.
Gregorio Caro Figueroa
gregoriocaro@hotmail.com
FOTO DE PORTADA ARRIBA : El ingenio popular en la foto que ilustra esta nota un photoshop que circula por las redes sociales o como la gente ve la campaña del oficialismo.