El documental “La lluvia es también no verte” de Mayra Bottero recuerda los diez años transcurridos el 30 de diciembre de 2004 desde el incendio que provocó la muerte de 194 personas durante un recital del grupo Callejeros. Advierte además sobre una red de complicidades entre estamentos estatales e intereses particulares que, si no se la corta de raíz, podría provocar una nueva tragedia.
Con testimonios tan emotivos como esclarecedores de sobrevivientes y familiares de algunas de las víctimas, la película funciona como un necesario llamado de atención sobre las negligencias, desidias y responsabilidades compartidas que existían antes (en la explosión de Río Tercero, por ejemplo) y después (el accidente ferroviario de la estación Once) de la desgracia que enlutó al país el 30 de diciembre de 2004.
“Cromañón marcó una cuestión muy importante sobre los riesgos y sobre cómo uno debe buscarse la seguridad, una sensación muy general de tener que cuidarnos a nosotros mismos. Eso tiene que ver con la negligencia de los responsables, que están más interesados en el interés económico que en la dignidad de la gente. Por eso hay tanto miedo de que esto pueda volver a ocurrir”, afirmó la directora.
Y añadió: “Creo que está tragedia es una herida muy importante, pero una herida que no comprendemos, con reclamos y discusiones que no se dieron todavía y que muestran que la democracia tiene defectos que deben ser mejorados, porque se está cobrando muchas vidas en el cotidiano y también en otras tragedias parecidas”.
Bottero, que exhibió por primera vez el filme hace una semana, durante la tercera Semana de Cine Documental Argentino ADN, recordó en una entrevista que desde la muerte en Cromañón de su amigo Federido González siempre estuvo cerca del tema -una “marca generacional” que también siente muy propia- y quiso filmar esta película pero “necesitaba herramientas y cierta adultez para poder hacerlo”.
Denunciando la impunidad y la corrupción institucional que hicieron posible la tragedia, “La lluvia es también no verte” es también un alegato acerca de una de las luchas sociales más importantes de los últimos diez años: la búsqueda de justicia que iniciaron sobrevivientes y familiares de víctimas de la catástrofe.
Para Bottero, “hay un gran entramado de responsabilidades y complicidades, con muchas personas que quedaron al margen de todo y nunca estuvieron acusadas ni llegaron a juicio. Mucha gente de la administración de la ciudad de Buenos Aires de esa época, y otros de los gobiernos anteriores, que nunca fueron llamados”.
La directora, que está en pareja hace siete años con uno de los jóvenes sobrevivientes de aquel día nefasto, señaló que los familiares de las víctimas “quisieran poder dejar en claro cómo se produjo la tragedia y reclamar porque hay mucha muerte joven y porque es muy posible que siga sucediendo. Por eso intentan llamar la atención a la sociedad”.
“El Estado no debería obedecer a los intereses de los grupos económicos y beneficiarse con eso, sino que debe cuidar a la gente y sus necesidades, el divertimento, el transporte, la salud. Sin meterme con ningún gobierno en particular, todos podemos ver que hay cuestiones que funcionan de esa manera, desatendiendo la dignidad de las personas”, expresó.
Y agregó que “donde hay un descuido, seguramente haya un negocio detrás y eso está a la vista en cada uno de los casos, como en Cromañón o en la tragedia de Once. El incendio ocurrió en la noche del 30 de diciembre de 2004, durante una presentación de la banda de rock Callejeros, cuando personas del público encendieron bengalas que pegaron fuego al tejido sintético de media sombra en el techo, que lo generalizó y generó una humareda altamente tóxica.
Por el caso fueron enjuiciados los integrantes del grupo Callejeros y su ex manager, Diego Argañaraz, que tocaba la noche de la tragedia, Omar Chabán, el gerente del local República Cromañón, Raúl Villarreal, que era el encargado del local; la ex subsecretaria de Control Comunal, Fabiana Fiszbin; el ex director adjunto del área, Gustavo Torres, entre varios otros.