Desde esta habitual columna advertíamos la semana anterior que el país –al contrario de lo afirmado por el entonces recién asumido Presidente Mauricio Macri– sí estaba dividido, y aclaramos expresamente a qué nos referíamos y a quiénes nos referíamos de un lado y del otro. (Ver: El país sí está dividido)
Seguramente por mayor conocimiento de la historia que de los muchas veces intrincados vericuetos de la economía, anticipamos que no había que esperar plazo alguno para tener la certeza que los gobiernos conservadores y oligárquicos como los encabezados por el Ingeniero Presidente, tomarían medidas de shock a favor del grupúsculo elitista al que pertenecen y en desmedro de la mayoría de la población que ha votado por un cambio.
Y no hubo que dejar pasar más que una semana para comprobar lo que se adivinaba sin mucho esfuerzo que acontecería: una mega devaluación, la flotación del tipo de cambio, la eliminación de las retenciones a los exportadores, la suba de las tasas de interés, y la supresión de dieciocho mil posiciones arancelarias a partir del primer día de 2016.
Todo este paquetazo de medidas se lleva adelante con una estrategia obscena montada por los grupos hegemónicos de medios, sus empleados que ofician de periodistas de los mismos para confundir, y una retórica fina diagramada especialmente para azonzar gente.
Se habla incansablemente desde esas usinas de complicidad neoliberal de que ahora tenemos un “país normal” como quiera que esta afirmación pueda entenderse, y que se ha liberado el tipo de cambio y la economía.
La primer zoncera a despejar es esta de la libertad de cambio y de la economía, ya que es suficientemente conocido que la economía de un país es siempre dirigida, o la dirige el Estado o la dirigen los particulares (A. Jauretche: ¡A eso le llaman mercado libre, al dirigismo de ellos¡)
Y sin tocar tronera dejaron sin efecto las retenciones al agro, por una suma que rondará entre seis mil y ocho mil millones de dólares, a $ 14,00 cada uno. El funcional Buryaile les pidió a los beneficiados directos que sean prudentes y no evadan. Parece una ironía jocosa, pero no lo es, es más bien un drama.
Ahora el Banco Central recobrará su “autonomía” lo que equivale a decir que esos pocos apellidos monopolistas de la exportación de bienes primarios serán los que fijarán el tipo de cambio. Con razón se llama al nuevo sistema flotación sucia. Debe ser por la mugre de la conciencia de los terratenientes de la Pampa Húmeda y sus consorcios exportadores.
La infamia del brutal retroceso en el que nos hemos introducido, le permite al presidente de la Sociedad Rural Luis Etcheverhere decir que el lomo es para los que están a dieta o enfermos y que como ahora lo exportan sin retenciones, el que quiera comerlo deberá pagar precio internacional al igual que los que quieren comprar caviar o autos Mercedes Benz.
Y también se registra la monada de Martín Pérez (alias Martín Redrado), que afirmó que ahora todos los argentinos tienen la libertad de comprar hasta dos millones de dólares por mes. Sí estimado lector, en manos de esta gente hemos caído, y por nuestra propia torpeza republicana.
Todos esos dólares que la minoría privilegiada argentina puede ahora comprar libremente –el sistema capitalista pregona la libertad individual al mismo tiempo que practica la esclavitud colectiva- aseguran los voceros del nuevo gobierno, están asegurados porque la divisa norteamericana no faltará.
¿Y de dónde salen esos dólares? De la banca privada como JP Morgan, Deutsche Bank, Citibank, HSBC, Goldman Sachs –entre otros- es decir contrayendo más deuda, a lo que estos encantadores de serpientes le llaman para tratar de disimular “regreso al mercado de capitales”.
Este menú suicida se acompaña de una suba grosera de la tasa de interés interna, para atraer a pequeños ahorristas hacia los bancos, lo que retirará liquidez del mercado, reducirá el consumo interno, retrocederán las ventas de bienes y servicios, y la inflación se frenará no por el éxito de un plan sino por lo que ellos llaman “enfriar le economía”.
Como frutilla del postre decíamos, se liberan dieciocho mil posiciones arancelarias de importación, lo que en buen romance quiere decir que se abre el ingreso irrestricto de ese número de productos que antes estaban limitados. Un verdadero certificado de defunción de muchas PYMES y cuentapropistas que no podrán competir con precios irrisorios de economías en decadencia.
No por muy sabido se debe dejar de repetir que a la economía se la cuentan difícil para que no se comprenda que es sumamente fácil. La ecuación actual es bien entendible: la torta es la misma y los pedazos se reparten de otra manera. Grandes porciones para unos pocos y migajitas para el resto. Así de simple.
Todo irá de esta manera de mentira en mentira, y como los conservadores oligarcas dueños del poder económico –y ahora también del gobierno- siempre lo hicieron, el plan se va ejecutar con mucha seriedad, prolijidad, recato y ademanes propios de la gente como uno, tratando de olvidar rápidamente los malos modos de los cabecitas negras.
Una mentira más que cierra el drama inicial de la primera semana de atropellos. La invocada crisis energética se usará para retirar subsidios, salvo a los que lo necesiten. Antes de asumir en plena campaña el hoy presidente afirmaba que en Argentina había catorce millones de pobres. Hoy los que seguirán subsidiados no llegan a dos millones, lo que implica que mintieron con la cantidad de pobres e indigentes que no eran tales, o bien ese grupo de carenciados empezarán a pagar la energía más cara para ser más pobres. Lo que se dice un país de lo más normal.
Daniel Tort
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