La triste noticia apareció como un real descarnado en las pantallas de los televisores: murió Néstor Kirchner. La pérdida para el país y para Latinoamérica es incomensurable y el tiempo, que es justo, dirá que se trató de un hombre que anduvo de este lado de la luz y que restituyó a la política toda su significación y los más altos ideales, como querían los griegos, aunados con la praxis militante.
Pero su muerte no suena creíble, porque Néstor Kirchner no ha muerto del todo, o en todo caso ha muerto físicamente, pero su obra y su ejemplo proseguirán iluminando el camino. Él continuará actuando en la política en su más alta expresión, convocándonos, enseñándonos, conduciendo como la Libertad, en aquel cuadro de Delacroix, al pueblo.
Entregó su cuerpo y su salud a la lucha por las causas populares y por restituir las funciones del Estado, una mejor distribución de la riqueza y el reestablecimiento de un sentido para la vida nacional que no sea la deshumanización del mercado y el imperio del cruel neoliberalismo en el mundo.
Fue uno de los grandes Presidentes de la Argentina, que como los grandes de la historia, sufrió en medio de estas aguas todos los embates y todos los tridentes, le pegaron duro como expresa aquel poema de César Vallejo: “César Vallejo ha muerto, / le daban duro con un palo y duro / también con una soga; son testigos / los días jueves y los huesos húmeros, / la soledad, la lluvia, los caminos. /
La tradición popular dice que los héroes mueren jóvenes, como Evita, como el Che, como muchos mártires de las luchas populares, quizá porque mueren consumidos por el fuego de la pasión que los invade.
Pero las causas emancipadoras lejos de empobrecerse con la muerte de sus hacedores, se enriquecen, como lo señalaron otros líderes de América Latina como Chávez, Correa y Evo Morales. La historia, que deviene en causalidades, es irrumpida a veces, por designios que responden a otras esferas de causalidades: la vida, lo real, lo inapresable para los seres humanos…
Hoy los corazones flamean a media asta. Los argentinos hemos perdido a un hermano mayor, que pagó con su cuerpo el llevar adelante un proyecto, la causa del pueblo y de la emancipación definitiva de la humanidad. Néstor Kirchner seguirá señalando el rumbo por seguir, evocando aquellas gloriosas palabras de Evita: aunque deje en el camino jirones de mi vida, yo sé que ustedes recogerán mi nombre y lo llevarán como bandera a la victoria.
Antonio Gutiérrez y Liliana Bellone
Espacio Carta Abierta Salta