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La Municipalidad de Salta decretó la intervención la administración del mercado San Miguel, tras el incendio del 6 de noviembre, por lo que Pepe Muratore y su directorio quedaron desplazados.

El mensaje del 1 de Mayo

Utubey_y_la_pobreza.jpgCon fecha 13 de Abril del corriente año 2011, un menor de tres años que se llamaba Julio César Celestino murió electrocutado en su precaria vivienda del asentamiento “La Paz” de nuestra ciudad, mientras buscaba sacar a su gatito de abajo de una heladera. La escueta nota que los medios locales le dedicaron a este suceso, rápidamente colocó en el olvido de la ciudadanía esa desgracia irreparable y en el imaginario colectivo, todo siguió su curso con total normalidad.


Menos por supuesto en el seno de la familia de la víctima para quienes nunca más sus vidas serán iguales. Literalmente se murió por pobre, por no tener una instalación eléctrica segura que pudiera salvarlo en la emergencia, por ejemplo un simple disyuntor.

El mismo día de conocido esta absurda muerte por pobreza, se presentó en la mesa de entradas de la Cámara de Diputados de la Provincia de Salta a cargo del abogado Santiago Godoy, un proyecto de ley para que se obligue a la empresa prestataria del servicio de energía eléctrica (EDESA), a colocar disyuntores conjuntamente con el medidor en todas aquéllas viviendas que no superen el valor de la casa habitación familiar que fija el IPDUV. No se tuvo hasta la fecha noticia de su tratamiento.

En la noche del 27 de abril de 2011 y reiterándose el drama nacido de la exclusión y la marginación social, dos niñas de 8 y 10 años de edad llamadas Mariana e Ingrid fallecieron en un incendio de su precaria vivienda en villa 20 de Junio también de esta ciudad, por efecto de un cortocircuito provocado por una instalación eléctrica también precaria.

Su madre estaba en el centro de salud del barrio con otro hijo menor enfermo, y la noticia se presenta como una fatalidad, cuando claramente no lo es. El sistema económico que sostiene a grandes franjas de la población privada de las garantías mínimas para poder sobrellevar una vida digna y segura, de ninguna manera es una cuestión casual, fatal o inevitable. Por el contrario, es una planificación perfectamente orquestada por quienes detentan el poder económico, que como son los grandes beneficiarios del reparto no tienen la menor intención de variarlo.

Note estimado lector que cuando se vota una y otra vez, se eligen repetida y sistemáticamente nuevos o viejos candidatos pero nunca se consulta a la población sobre si ésta quiere cambiar el sistema económico.

Los eslóganes de campaña hablan insistentemente de la inclusión y de la protección de los humildes, pero no de cambiar el esquema, y si el esquema no cambia esas promesas constituyen literalmente mentiras groseras porque el sistema capitalista de acumulación se sostiene con más acumulación, y lo que se concentra en esos pocos grupos cada vez más poderosos, se genera con lo que le falta al resto de los que no participan ni participarán nunca aún cuando se sucedan miles de actos electorales partidarios.

A la perversidad del sistema económico mismo que privilegia desde la gestión del Estado los negocios de los grandes grupos empresarios que previamente fueron los que les financiaron las campañas, se le suma en nuestra Salta de la actualidad, la insensibilidad manifiesta de una elite oligárquica gobernante, que cierra filas dentro del reducido grupo de familias vinculadas a su entorno, que ha hecho del aparato del Estado una fuente de subsidios públicos repartiendo cargos a mansalva mediante designaciones en funciones poco productivas y que malgastan el dinero del erario que podría destinarse a paliar en parte la pobreza que mata.

Esa elite identificada claramente con el sector más influyente de la clase dominante nunca –entiéndase bien- nunca intentará siquiera cambiar las reglas del juego, porque las mismas le resultan sumamente cómodas y afines a sus intereses de clase.

De clase dominante no por el poder de las ideas sino por el poder del dinero y los privilegios. Así de simple. Más temprano que tarde los votantes habituales de sus propios verdugos tendrán que entender, enfrentar, y vencer a éste círculo vicioso que ahoga y mata. Y usar como método para el cambio anhelado el voto periódico mediante el sistema que la misma clase dominante ha impuesto para ser elegida, es de una inocencia insuperable.

Mariana e Ingrid son las recientes víctimas inocentes de esta planificación de la clase oligárquica dominante que no las tuvo en cuenta sino para hacerlas figurar en una estadística de accidentes domésticos, que en realidad encubre la inevitable secuencia de muertes por pobreza, que es una causalidad predeterminada por el sistema económico y no una fatalidad.

La recordación del 1º de Mayo de 1886 y la institución de esa fecha como día del trabajador en homenaje al movimiento obrero que organizó y llevó a cabo esa jornada de protesta de la clase trabajadora, debe servir precisamente para reflexionar y tomar como un ejemplo a seguir. Si esos trabajadores de la Ciudad de Chicago que en esa época forzaron las reformas laborales en base a una gigantesca huelga en contra de la explotación despiadada que se sucedía en las fábricas, en vez de tomar el camino de la lucha y la resistencia hubieran tomado como método votar en elecciones a los miembros de la clase dominante que los explotaba, todavía estarían votando y trabajando dieciocho horas por día.

Claramente la vía para cambiar este cuadro deplorable de desigualdades no será la opción liberal. Tenemos una revolución pendiente.

  • Daniel Tort

    Abogado y periodista

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