El día 18 de septiembre de 2013, el gobernador de la Provincia de Salta dictó por su solo antojo y discreción, sin expediente previo ni dictamen legal que lo aconsejara, el Decreto 2667/13 que habilita a todos los precandidatos a la próximas elecciones primarias que se desempeñan en la administración pública a poder tomar licencia por treinta días con goce de haberes. A ese exabrupto de privilegio y acomodo para los amigos el mandatario lo llama licencia especial.
Con solo mirar los afiches que en abierta violación a la ley electoral los candidatos colocan en espacios públicos, se advierte que ni los choferes de las ambulancias, ni los policías de turismo ni los ordenanzas del Grand Bourg son los beneficiados por el impúdico decretazo, sino los mismos acólitos de siempre allegados a la elite de poder. Un verdadero asco.
La ley 6583 de emergencia económica en Salta, fue prorrogada por enésima vez por el actual gobernador mediante Decreto de Necesidad y Urgencia mediante Decreto 3442/12, pasando por sobre las atribuciones de la legislatura en pleno periodo de sesiones, que como siempre hizo la vista gorda y dejó vencer el plazo constitucional para que esa arbitrariedad de Juan Manuel Urtubey se convirtiera en ley. En síntesis señores esto lo autorizo yo porque quiero y se me antoja, y al que no le guste, a llorar a la gruta.
Al fin y al cabo –pensarán- a pesar de que lo repitamos cada quince minutos, esto en realidad no es una democracia, ni queremos que lo sea. Así como estamos, esta todo bien para nosotros ya que podemos exigir el cumplimiento de las leyes a los demás y al mismo tiempo no cumplirlas nosotros.
Esta actitud en realidad no es un hecho aislado. El acceso a los cargos del Estado en vez de generarles más obligaciones para con la ciudadanía, automáticamente les irroga una serie de prebendas de las que gozan con total impunidad, como si fuera lo más natural del mundo.
Se nombran a diestra y siniestra por amiguismo o conveniencias políticas en cargos políticos a los que luego se postularán, se usan las aeronaves de la Provincia como propias, se bendice al propio hermano como ungido para todos los actos públicos para que se promocione, y tienen fondos reservados millonarios sobre los que no rinden cuentas.
Actitudes feudales como ésta se pueden llevar adelante gracias a la inexplicable mansedumbre de la ciudadanía que asiente con su silencio todos los atropellos que se llevan adelante en nombre de la democracia, y se consiente con naturalidad que sin ruborizarse el mandamás siga prodigando excepciones a los suyos –a la gente como uno-Curiosamente que unos pocos gocen de los mismos privilegios de siempre no causa rechazo, se lo asimila como algo natural.
De este modo han logrado crear para ellos y vivir en un Estado distinto a ese en el que nos toca vivir a todos los demás. Corren paralelos así dos circuitos diferentes, el de los que gobiernan y los que no, y en éste quien quiera postularse para un cargo político, lo tendrá que hacer luego de terminar su jornada de trabajo.
Es un escenario donde quien no esté bajo el ala de la corrupción del oficialismo nunca tendrá favores de ñoqui para poder hacer campaña; ni fondos escondidos para gastar en gigantografías, ni helicóptero para poder hacer de figuretti en todos lados. En medio de todo este escarnio, encima tenemos que escuchar al gobernador todos los días decir que él lucha por la inclusión y la igualdad de oportunidades.
Después vendrán los previsibles resultados y con cara de yo no fui, el mismo mandatario cuando anuncie su efímera victoria nos prodigará un discurso paternal donde entre líneas, nos dejará bien claro que los que ganaron lo hicieron porque la ciudadanía libremente los ha elegido por ser mejores. No por ser ventajitas sino mejores, en una clara distorsión de los conceptos.
Cuando termino de escribir estas líneas, escucho casualmente al inefable Palito Ortega en una radio, desgranando su otrora éxito setentista “Ya todos saben que vos sos un caradura… y te rajás cuando ves gente que labura …sos un tramposo no hay otro igual..” Y no puedo evitar sonreir por la casualidad. O la causalidad.
- Daniel Tort, abogado y periodista
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