Después de 54 años, Cuba y Estados Unidos reestablecieron las relaciones y los tres antiterroristas cubanos volvieron a la isla. Punto de inflexión para el inicio de una nueva etapa que podría (debería) desembocar en el fin del criminal bloqueo.
Cuando el año llega a su fin y ciertos vaivenes y tensiones políticas parecían quedar tapados por épocas de fiestas, la noticia más impactante de 2014 -por su carga histórica y porque podría marcar el devenir de América Latina-, se conoció el miércoles 17 de diciembre a la tarde: el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, cortadas desde 1961, fue anunciada por los presidentes Raúl Castro y Barack Obama, en sendos anuncios transmitidos para todo el mundo.
A su vez, las liberación por parte de Washington de Gerardo Hernández, Antonio Guerrero y Ramón Labaniño, agentes cubanos que se encargaban de monitorear a organizaciones terroristas de Miami y que se encontraba encarcelados injustamente, como también la entrega del espía Alan Gross decidida por las autoridades cubanas, abrieron la posibilidad de observar un nuevo escenario que, con el paso de los días, comenzará a delinearse con mayor claridad.
En su alocución transmitida en vivo, el presidente Castro dejó en claro que si bien “hemos acordado el restablecimiento de las relaciones diplomáticas” entre ambas naciones, “no quiere decir que lo principal se haya resuelto”. El mandatario y máximo jefe militar de Cuba remarcó que el bloqueo económico, comercial y financiero contra Cuba sigue vigente, causando profundos daños en la isla. “Aunque las medidas del bloqueo han sido convertidas en Ley, el Presidente de los Estados Unidos puede modificar su aplicación en uso de sus facultades ejecutivas”, señaló el mandatario.
Al mismo tiempo, desde Washington las palabras de Obama se referían a esa medida punitiva aplicada contra la isla caribeña hace más de cincuenta años. El titular de la Casa Blanca reconoció que “el aislamiento no ha funcionado” y que el bloqueo representa un “enfoque desactualizado” hacia Cuba.
El mandatario estadounidense también expresó que “no podemos seguir haciendo lo mismo y esperar obtener un resultado diferente”. Igualmente, Obama explicó que para la Casa Blanca “esta política (el bloqueo) se basó en la mejor de las intenciones” pero “su efecto ha sido prácticamente nulo”, refiriéndose de esta forma a la vigencia de la Revolución Cubana desde 1959.
En el discurso brindado por Obama quedó en claro que una medida inhumana y condenada a nivel internacional sigue cayendo por la pendiente, no sólo por su carácter arcaico, sino porque el gobierno de La Habana, junto al pueblo cubano, han sabido sortearla con eficacia. El reconocimiento de Cuba en el mundo, la capacidad del Ejecutivo para expandir sus fronteras comerciales, diplomáticas y solidarias, la reciente apuesta de reorientar y actualizar el modelo socialista en la isla, y la tenacidad para resistir al bloqueo llevaron a Washington a intentar una nueva estrategia que, a su vez, se convierte en un nuevo desafío para Cuba.
La apuesta de Obama, como lo explicó en su discurso, es que el Congreso estadounidense inicie un debate “honesto y serio” para tratar la suspensión del bloqueo. Según la administración cubana, desde que esta medida fue impuesta, el país tuvo pérdidas que rondan los 100 mil millones de dólares.
Obama anunció que Estados Unidos realizará visitas e intercambios de alto nivel con el Gobierno cubano, los viajeros a la isla podrán usar tarjetas emitidas por bancos estadounidenses, Cuba podrá ampliar las compras de alimentos y productos agrícolas, y se reabrirá la sede diplomática de la Casa Blanca en la isla, entre otros puntos.
A su vez, Raúl Castro manifestó que su país está dispuesto a “adoptar medidas mutuas para mejorar el clima bilateral y avanzar hacia la normalización de los vínculos entre nuestros países”, cumpliendo siempre “los principios del Derecho Internacional y la Carta de las Naciones Unidas”. El Jefe de Estado cubano además reafirmó la disposición al diálogo pese a las “profundas diferencias, fundamentalmente en materia de soberanía nacional, democracia, derechos humanos y política exterior”. Por eso, exhortó a Washington “a remover los obstáculos que impiden o restringen los vínculos entre nuestros pueblos, las familias y los ciudadanos de ambos países, en particular los relativos a los viajes, el correo postal directo y las telecomunicaciones”.
Con la victoria a flor de piel luego de una resistencia de más de cincuenta años (resistencia que no bajará los brazos, como lo ha demostrado el pueblo cubano), la llegada a la isla de los tres antiterroristas cubanos luego de una lucha internacional por su liberación, y las expectativas abiertas por los recientes anuncios, una primera impresión de lo sucedido deja en el paladar el sabor de un acto de justicia para toda Cuba.
Seguramente, con el paso de los días se podrá analizar en detalles el nuevo panorama, y veremos hasta dónde llegan los anuncios en su concreción. Algo es cierto: en estas décadas Cuba respetó a cada instante al pueblo estadounidense y nunca atentó contra el gran país del norte, algo de lo que Estados Unidos no puede vanagloriarse, ya que los actos de sabotaje e injerencia contra la isla se cuentan por centenas.
Con la información fresca todavía se puede arriesgar que la carga más pesada para que esta relación se reconstituya se encuentra en territorio estadounidense. Las tensiones internas en los círculos de poder de Estados Unidos serán desequilibrantes para construir el futuro de ambas naciones, pero también de Latinoamérica.
- Leandro Albani
leandroalbani@gmail.com