Mediante una declaración institucional la Sociedad Argentina de Pediatría, filial Salta y el Colegio Profesional de Psicólogos de Salta, mostraron su preocupación con un pronunciamiento institucional en torno al abuso sexual, maltrato y violencia contra la niñez. El texto enviado a los medios expresa:
“La denuncia de abusos sexuales a niños, ha impactado nuestra sociedad, una vez más. “Asesinato del alma” para describir las consecuencias de este acto; para otros, una “bomba de tiempo psicológica”, por resultar gravemente destructiva para el ajuste adulto, aún cuando el niño/a no muestre signos inmediatos de trauma emocional.
La sociedad debe saber que las leyes son clarísimas en la condena al abuso sexual, maltrato y violencia contra la niñez, a pesar de algunas especulaciones mediáticamente tratadas, que han creado cierta confusión sobre el tema.
Debería ser suficiente que la Convención Internacional de los Derechos de la Niñez, parte integrante de nuestra Constitución Nacional, condena claramente estas conductas. No serían necesarias otras normativas que, aunque insuficientes existen, si la Justicia está dispuesta a castigar al abusador.
La sociedad debe estar informada de:
La mejor manera de prevenir los abusos es el contacto estrecho con los niños, teniendo lazos de afecto, comunicación abierta con ellos, para que podamos darnos cuenta qué tipo de personas se acercan a su mundo cotidiano, o bien estar alertas cuando puedan experimentar cambios que nos pudieran preocupar.
Que es importante que asumamos la responsabilidad indelegable que tenemos los adultos en la educación, desarrollo y crecimiento de los niños.
Que debemos seguir trabajando, con el conjunto social actitudes fuertemente instaladas como lo son: la invisibilización (el no poder y/o no querer ver); la naturalización (aceptar como parte de lo cotidiano aquello que deberíamos cuestionar); la insensibilización (no conmovernos ante el sufrimiento del otro) y el encubrimiento (entre el ocultar, tapar y silenciar).
Que el abuso sexual en la infancia y en la adolescencia amenaza los vínculos de confianza más básicos para la construcción del psiquismo.
El negar o minimizar la importancia del daño físico-emocional que genera esta forma de violencia es sólo un mecanismo que multiplica los abusos cotidianos. Violencia es también que la violencia cotidiana, esa violencia de cada día, se naturalice ante nuestra mirada, una mirada que ha perdido el asombro, y una ética que nos urge recuperar como personas, como profesionales, pero ante todo como ciudadanos, en una época donde se exalta la protección de los niños.
Las Instituciones estamos obligadas por la responsabilidad social que nos compete, en hacer oír al silencio. Una sociedad que no puede proteger a sus niños y niñas, no merece ni debe conservarse con tal.