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Burradas

Sobrero está libre
Sobrero está libre
“Hay un juez que se hace el burro y hay un burro al que hacen juez”. El verso de Eladia Blázquez suena con la contundencia de un latigazo. Esta semana la justicia argentina sumó un nuevo capítulo en el libro del descrédito popular. El juez federal Juan Manuel Yalj ordenó la detención de un sindicalista combativo argumentando tener pruebas contundentes sobre su liderazgo en una agrupación que se dedica a realizar actos de sabotaje contra material ferroviario. Tres días después lo excarceló pidiéndole disculpas.


¿Sólo se trató de una burrada? Antes la CGT, Luis Barrionuevo y las dos vertientes de la CTA habían condenado la decisión del magistrado. A minutos de la sorpresiva detención -en la calle y cuando no existía ningún riesgo de fuga- el Jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, respaldó al juez y habló de la existencia de pruebas contundentes. A esta altura ya no quedan dudas: si algo puede menoscabar la proyección electoral del oficialismo, ese algo no está en la oposición sino en el propio gobierno.

Lo que ocurrió con Rubén Sobrero es casi un calco de lo vivido por Gerónimo “Momo” Venegas. El líder de los peones rurales fue detenido en febrero pasado por orden del juez federal, Norberto Oyarbide. El mediático magistrado lo acusó de adulterar medicamentos, entre otros delitos gravísimos. Tras las protestas de Eduardo Duhalde, algunos piquetes rurales y la solidaridad de Hugo Moyano, el juez lo liberó. Desde entonces no lo volvió a convocar para declarar y la causa no avanzó. El daño que la dupla Oyarbide-Yalj, por convicción o incapacidad, le hicieron a la credibilidad judicial es difícil de mensurar.

Como en el caso de los medicamentos truchos, los vagones incendiados existen. El delito contra los bienes que el Estado entregó a los concesionarios del ferrocarril se perfeccionó. El 2 de mayo pasado el tren descarriló y catorce vagones fueron incendiados deliberadamente. Cuando se imparte justicia sólo hay una cosa peor que no detener a los responsables: castigar a inocentes. El juez Yalj reconoció que preferiría trabajar mejor. Un deseo legítimo para un ciudadano común pero impropio en boca de una persona que en pocos meses se convertirá en camarista.

Unidad

“Los únicos que van presos son los sindicalistas”. La idea fue instalada por la CGT que conduce Hugo Moyano. Fue la segunda vez, en pocos meses, que la central obrera se manifestó en defensa de un gremialista detenido. Esta es la otra consecuencia negativa del paso en falso del juez Yalj. La dirigencia sindical cerró filas de manera corporativa en defensa del delegado del Sarmiento. Y si bien en este caso los asiste la razón, la afirmación pone en un plano de igualdad a Sobrero con Gerónimo Venegas y aún con José Pedraza, detenido por el asesinato de Mariano Ferreyra; y con José Zanola, en prisión por la adulteración de medicamentos y troqueles.

Sietecase.jpgPor nombrar los ejemplos más notables. No todos los sindicalistas son iguales. Hay conductas e historias diferentes. La mayoría son honestos. Basta recordar que hay unos catorce mil delegados gremiales en todo el país. Son los que cada mañana se levantan dispuestos a defender a sus compañeros. Otros, en cambio, convirtieron sus puestos en oficinas de negocios y utilizan sus fueros en beneficio propio.

Con todo, la interpelación al Poder Judicial tiene asidero. Los ejemplos utilizados por los sindicalistas son elocuentes. El ex Secretario de Transporte, Ricardo Jaime, acumula una cantidad enorme de causas. Las sospechas de corrupción son abrumadoras. Sin embargo, nunca perdió la libertad. Carlos Menem acaba de ser sobreseído junto a otras diecisiete personas en la causa del contrabando de armas a Croacia y Ecuador. Explicar la impunidad se convirtió en una costumbre argentina.

Jueces y sindicalistas tienen algo en común: desprestigio y poca credibilidad. Esa sensación generalizada es injusta con los honestos y una sombra que desde 1983 se sigue proyectando sobre la democracia.

No me voten a mí

Esta semana algunos candidatos opositores se sinceraron. Elisa Carrió, volvió a asumir todas las culpas ante la pobre elección realizada por la Coalición Cívica en las primarias. “Les pido que si me van a castigar, castiguenmé a mí sola. Pero no a mis diputados nacionales, intendentes y concejales, que se merecen los votos porque demostraron ejemplaridad”. El gesto es noble, pero carente de cualquier autocrítica. Carrió sigue responsabilizando a los votantes por su mala perfomance. El desbande de la fuerza política que creó como una alternativa progresista, y devino en agrupación conservadora, es inevitable.

Ricardo Alfonsín también pidió que voten a los candidatos locales del radicalismo aunque no lo apoyen a él. Luego se comparó con la selección de rugby: “Yo sé que será difícil forzar una segunda vuelta pero tampoco es imposible. No es fácil ganarle a los All Blacks, pero Los Pumas (que los enfrentarán el fin de semana próximo) van a la cancha a poner todo para ganar, nosotros vamos hacer exactamente lo mismo y será la sociedad la que dirá en definitiva si hay o no una segunda vuelta”.

Para completar: Eduardo Duhalde se cruzó fuerte con Alberto Rodríguez Saá. Los dos se acusaron de ser funcionales al kirchnerismo. Para Duhalde, el gobernador puntano canjeó favores al gobierno nacional por la cancelación de deudas provinciales. Para Rodriguez Saá, su ex socio no tiene autoridad para cuestionarlo porque es el responsable de la llegada de Néstor Kirchner al poder.

Sólo Cristina Kirchner y Mauricio Macri parecen ajenos a la contienda del 23 de Octubre. La presidenta apuesta a la gestión como principal argumento de campaña. Considera que lo mejor es concentrar todos los esfuerzos en actos e inauguraciones hasta que la ley se lo permita. El ex presidente de Boca, por su parte, ya ganó su distrito y, mientras espera la llegada de su hijo, se concentra en obtener las herramientas que le permitan gobernar con cierta holgura económica. Para eso la discusión por el presupuesto será crucial. Todavía no sabe si el impasse en su pelea con el gobierno nacional es una tregua temporal o el fin de la guerra.

  • Por Reynaldo Sietecase

    Nota publicada en Diario Z

    Edición 7.10.2011.

    La ilustración es de Juanjo Olivieri

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