La decisión unánime del Concejo Deliberante de Cerrillos (en Salta) de prohibir el funcionamiento de “carpas” de carnaval en esa localidad es una decisión correcta y largamente esperada.
Con esa decisión ese cuerpo cumple con una de sus funciones: aplicar las normas vigentes. Esta medida, que debió adoptarse hace 50 años, se ajusta a la legislación nacional, provincial y a la Carta Orgánica Municipal referida al cuidado de la calidad de vida.
Si se autorizara reinstalar esas “carpas” un área urbana residencial se estarían violando esas normas y reabriendo la larga serie de perjuicios que esos locales ocasionaron.
Durante más de 50 años el funcionamiento irregular de una “carpa” fue una pesadilla que ocasionó graves daños a vecinos de Villa Los Tarcos.
Lo que está en riesgo no es ninguna tradición ni expresión de “cultura” a respetar. Lo que está amenazada es la tranquilidad, los bienes y hasta la vida misma de los vecinos.
El valor de la propiedad cayó, el entorno se degradó con ruidos molestos, violencia, enfrentamientos a tiros y puñaladas.
Estos hechos no pueden presentarse como expresión de “tradición” y, menos aún, de “cultura”. Confundir el atropello y la barbarie con “cultura” ofende el sentido común y agravia a los vecinos.
El local que se pretende reabrir jamás cumplió con mínimas normas de seguridad e higiene: sin baños suficientes, sin salidas de emergencia.
Esta acertada decisión de prohibir el funcionamiento de esos locales no debe ser transitoria. Tampoco reducirse a “carpas”: debe ser permanente, inmodificable e incluir a locales que emiten ruidos molestos.
Esta prohibición no depende de la buena o mala voluntad de un Concejo Deliberante o de un intendente, sino de la ley. Si se intenta vetar esa medida los vecinos recurriremos a la justicia y a la protesta pacífica, pero firme.
Gregorio A. Caro Figueroa, periodista y escritor
gregoriocaro@hotmail.com