(Exclusivo para Salta Libre) Mientras que en Buenos Aires la discusión está en como se coordina el crecimiento inmobiliario con la conservación de la identidad en las provincias del Norte, no menos ricas en patrimonio, más fragil y vulnerable por su antiguedad y abandono, el eje se desplaza al tema del conocimiento. Se hace algo pero sin rigor. Y las verdaderas «joyas de la abuela» se demuelen.
Este sería el caso de la Escuela Benjamín Zorrilla o se abandonan como en el caso de la Casa de Leguizamón, o los no menos de 15 sitios arqueológicos de ciudades indígenas saqueados constantemente, o los pueblitos de la prepuna y el Valle Calchaquí, o las ruinas de Esteco, o el Camino del Inca, sólo por empezar a hacer algún listado.
Buenos Aires posee una oferta constante de posgraduados en patrimonio
provenientes de la universidad estatal, de las privadas y de los numerosos
becarios al extranjero.
Basta de Demoler
Los ciudadanos porteños tuvieron una gestión cultural de buen nivel pero algo complaciente con la presión inmobiliaria. Se cansaron, se organizaron en una ONG y dijeron basta de demoler. Para ello contaron con la justicia que respondió a sus reclamos y pusieron un límite a la actividad privada para defender el bien común, en este caso, una tradición cultural que ha hecho de Buenos Aires la capital más admirada de América del Sur. Presionaron a los legisladores que acaban de promover una ley por la cual quedan 3.000 edificios bajo protección y, al igual que en Rosario, es imposible demoler un edificio anterior a 1941 y por supuesto es absolutamente impensable que las escuelas históricas de la ciudad sean dañadas o modificadas y menos que menos demolidas. Sería un escándalo. ¿Pero qué sucede en Salta?.
El caso de la Escuela Benjamín Zorrilla
Muy distinta suerte tiene Salta y menos suerte tuvo el profesor Risso Patrón en 2004 cuando presentó ante la justicia salteña un recurso de amparo para que no se demoliera un tesoro, si me disculpan los compatriotas de Buenos Aires, de mucho más valor que los deliciosos petit palais de Recoleta: la Escuela de cuatro
patios claustrales Benjamín Zorrilla, antiguo convento de los Mercedarios, Colegio San José, sede del Colegio Nacional fundado por Bartolomé Mitre y que tenía en sus fondos el único retazo del cementerio colonial de Salta que, al no tener construcciones en superficie y por ser propiedad del Ministerio de Educación salteño era apto para la exploración arqueológica. La justicia salteña rechazó inmediatamente el amparo y la escuela se demolió.
En los sótanos, ya desaparecidos, el profesor Risso Patrón y sus alumnos habían relevado los graffiti de los estudiantes de comienzos del siglo XX Entre las firmas ilustres estaban , como extraña paradoja y tal vez como señal, la de uno de los pioneros de los estudios patrimoniales en la Argentina: la de Miguel Solá.
¿Quién demolió la escuela Zorrilla?
Me costó averiguarlo porque los autores, en cuanto hubo protestas intentaron
ocultarlo, pero logré llegar por fin a la documentación que confirmó mis peores
sospechas. Estos bienes de propiedad pública, únicos en el país, no fueron
víctimas de la avidez empresaria, de la especulación inmobiliaria, ni de
negociado alguno: se demolieron por ignorancia y por el exceso de silencio
mediático que acompañó la última década salteña . Aunque parezca poco creíble lainiciativa de demoler dos de los patios más antiguos de la escuela y la de
construir sobre el antiguo cementerio colonial de la ciudad ( en donde están
enterrados los patriotas de las guerras de la independencia) una obra de “su