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Un incendio destruye gran parte del Mercado San Miguel

En la madrugada del 6 de noviembre se desató un incendio que destruyó más de 200 locales que sería el 30% del Mercado San Miguel, de San Martín entre la Peatonal Florida e Ituzaingó.

Dominantes y dominados

Tantas veces desde esta columna hemos intentado advertir sobre las diferencias históricas y económicas de clase, que provocan sin lugar a duda alguna, las inequidades sociales que nos abruman todos los días.

Un ejemplo claro y palpable es el de nuestro país, donde la brecha económica marca la realidad. Según datos del INDEC, en el año 2015 la diferencia entre los más pobres y los más ricos era de dieciséis veces y ahora se ha elevado a veinte veces.

Desde la ONG OXFAM se informó que en 2017, el 1% de la clase más rica del mundo, se quedó con el 82% de la riqueza producida en el periodo. Por ello, lapidariamente han declarado: «El boom de los multimillonarios no es signo de una economía próspera sino un síntoma del fracaso del sistema económico»

En el mes de abril de 1864, el científico francés Luis Pasteur inventó el proceso térmico de eliminación de gérmenes patógenos que se conoció mundialmente como pasteurización.

Ese avance en la calidad de vida, fundamentalmente en la leche, fue adoptado en el mundo entero, y sería un enorme contrasentido seguir arriesgando la salud de nuestros hijos por consumir –por ejemplo- leche sin pasteurizar, y contraer tuberculosis, salmonellas o escherichia coli.

En 1867 el filósofo, sociólogo y economista Karl Marx dio a conocer una de sus su obras más importantes, “El Capital” , donde se expone con claridad la lucha de clases, explicada como la teoría que visualiza la existencia de conflictos sociales.

Ello en un marco donde se aprecia el resultado de un conflicto central, el antagonismo implícito en la sociedad organizada, por los intereses de diferentes sectores o clases sociales, una económicamente superior y dominante, y las otras carentes de esos recursos en condición de dominadas.

Más allá de las coincidencias que se pudieran tener en materia de progresismo social, conceptos revolucionarios o métodos propuestos por Mark para intentar cambiar este estado de cosas, lo cierto, lo inocultable, lo evidente, lo insoslayable, es que existen clases diferenciadas, que sostienen el modelo por el sólo miserable y ruin anhelo, de vivir cómodamente, de no perder sus privilegios.

Para lograr esos objetivos es necesario sostener la arquitectura donde ellos desde la cúspide de sus posiciones plagadas de ventajas, deciden cómo el resto debe administrar sus carencias y su pobreza.

Y en ese devenir se exponen impúdicamente en ejercicio de sus posiciones de poder, haciendo gala con total impunidad de los atropellos más inverosímiles, y para apreciar esas inconductas, basta con revisar los hechos de la vida cotidiana.

Por ejemplo en pleno conflicto patagónico por la ocupación ilegal de un lago apropiado ilegalmente por un millonario inglés (Joseph Lewis), y mientras se reprimía a los ciudadanos locales, el presidente de los Argentinos vacacionó en la mansión allí construida por el usurpador.

Y en conferencia de prensa y enrostrándonos a todos los bien nacidos y a los que nos duele la pérdida de soberanía en nuestra propia tierra, dijo que el usurpador es su amigo personal, exponiendo todo un gesto de que el primer mandatario, no es uno de nosotros, sino uno de ellos.

Otro caso rector fue el ocurrido cuando al asumir la presidencia el mismo personaje, tomó como primera medida oficial cambiar el óleo de Mariano Moreno que dominaba la pared principal, por una foto del obelisco porteño. Otro enorme mensaje de que para ellos la Patria Grande no debe existir, y que su objetivo es la reivindicación de la patria chica, oligárquica, elitista.

Otro caso emblemático reciente es el conocido hace pocos días, pues mientras la corrida cambiaria del fin de semana empobrecía con más inflación a todos nosotros, y ellos con la ventajas de tenencia de millones de divisas en paraísos fiscales se enriquecían, Mauricio Macri jugaba al paddle en Olivos y el ministro Nicolás Caputo se recluía en un lujoso hotel del caribe brasileño.

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Mientras nosotros elaborábamos la angustia de conocer la escalada del dólar, y el seguimiento de los precios de la canasta familiar en alza constante, ellos se regocijaron con cada nueva cotización, multiplicando mentalmente a cada hora cuánto más millonarios eran ahora, mirando el partido de Boca Juniors uno, y asoléandose impúdicamente el otro, mientras sorbía un refrescante trago largo.

Toda esta simbología gestual de los poderosos, de ellos a nosotros, revelan los verdaderos hechos que marcan nuestra diaria realidad, que nada, absolutamente nada tienen que ver con el discurso vacío que todos los días se atreven a exponer.

¿Por qué tengo que creer que vamos por el buen camino si los indicadores macroeconómicos nos revelan que estamos peor que en diciembre de 2001?

¿Por qué tengo que concederles, y convencerme que no estaba a nuestra altura tener teléfono móvil, vacacionar, comer asado o cambiar el auto?

¿Por qué en otros países del mundo el ascenso y la movilidad social son logros bien vistos; y que la población tenga confort de electrodomésticos nuevos en sus hogares, pueda comprar vehículos, reciba créditos para vivienda y vacacione regularmente, son signos de progreso, y en Argentina en cambio –según ellos- es un derroche, una irresponsabilidad y una fiesta regalada a la que nunca tuvimos que tener acceso?

Todo esto ocurre inexplicablemente por la pasividad de nosotros que a cada momento somos humillados y postergados por esta estrategia perversa, mientras ellos aprovechando nuestra falta de conciencia de clase, sacan el jugo al estado de cosas que les viene como anillo al dedo para seguir reafirmando las desigualdades.

Definitivamente existe un abismo entre ellos y nosotros. Ellos no son nosotros , no vamos juntos, no tenemos las mismas esperanzas, no vamos al mismo lado, no tenemos el mismo destino, no somos iguales.

Y cuanto antes nos demos cuenta de esta realidad y pongamos coto a los excesos de ellos, mejor será para la golpeada realidad de nosotros, que tenemos que salir del engaño de que “no hay otra salida” , o que “el próximo semestre se verán los resultados” porque con esta letra vieja y gastada nos vienen corriendo desde hace doscientos años.

Seguir negándonos en pleno siglo XXI que este sistema impuesto de clases dominantes y dominadas es algo que puede y debe ser cambiado, significa negarse irresponsablemente a un conocimiento que nos debe servir para despertarnos y liberarnos.

No asumir que es necesario combatir y vencer el sistema impuesto por ellos, es tan absurdo como si teniendo la ventaja de la pasteurización, diéramos a nuestros niños leche sin pasteurizar. Es una actitud que atrasa un siglo y medio.

Daniel Tort, abogado y periodista

danieltort052@gmail.com

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