El mileismo capitalizó el espacio dejado vacante por el peronismo (especialmente por el kirchnerismo) y ofreció a los millones de jóvenes (en su mayoría marginales, desculturizados, deshistorizados, excluidos de lo simbólico, sin un lugar de pertenencia y sin una inscripción en el Otro) la posibilidad de un alojamiento y un sentimiento de pertenencia, aun cuando éste fuere en el odio y la ideología de derecha.
El Peronismo no supo edificar un espacio de inclusión subjetiva para la juventud y para los excluidos de lo simbólico. Los intelectuales kirchneristas (incluidos los de La Cámpora), no obstante sus capacidades, fueron mayormente elitistas y en cierto modo hasta arrogantes, con cierta mirada de discriminación hacia las provincias y demasiados centralistas, etc.
La involución mental y el proceso de acelerada decadencia, al menos en una parte importante de la sociedad argentina, de todos los sectores y estamentos ideológicos, partidarios, políticos y culturales, etc., plantaron bandera en la cumbre.
Giraron en sus propios goces narcisistas y no pensaron en la necesidad de facilitar lugares simbólicos de inscripción de los sujetos en el Otro. Y a los lugares dejados vacantes, los ocupan los adversarios, aun cuando sea, como en el caso del mileísmo, bajo la forma de una inscripción en el mal como reafirmación del ser, a la manera de los personajes de la novela «Los siete locos» de Roberto Arlt.
Habrá que ponerse a pensar de nuevo y salirse de las meras discusiones, enfrentamientos y contubernios políticos de entrecasa que a esta altura ya no sirven para nada.









