Los fantasmas nunca comen mandarinas al sol y en treinta años nunca vi a Juan Carlos Romero darse el gusto de comer una mandarina al sol. No votemos a los fantasmas.
Los fantasmas nunca cortan el pasto al sol, y nunca nadie ha visto a Juan Carlos cortar el pasto frente a su mansión de Castellanos.
Los fantasmas nunca han tomado un café en el centro, y a ver quién ha visto a Juan Carlos invitar unos cortados a algunos amigos en Mónaco o en el hotel Salta y reírse de buena gana. Yo nunca.
No más fantasmas en el Congreso.
¿Alguien, en estos últimos treinta años, ha leído en su diario que el senador se sentará el día tal en el banco tal de la plaza 9 de Julio para escuchar a los jubilados?
Creo que nadie.
Lo que sí he leído en las páginas del matutino es que el senador ya tuvo una importante reunión con fulano de tal. Y aparece el fantasma de Romero en una foto.
¿Alguien ha visto a un Romero real? ¿O sólo tiene una existencia fantasmagórica?
El fantasma aparece en TV pronunciando horribles discursos contra la ley del aborto pero, se sabe, los fantasmas no pueden, porque no son reales, conocer el drama de una adolescente desangrándose en un hospital.
Los fantasmas huyen del sufrimiento de la gente.
Los fantasmas votan o votarán leyes que seguirán empobreciendo a millones de argentinas y argentinos, pero nunca han ido ni irán a comprar tomates y cebollas a la verdulería de la esquina. Y es que son fantasmas. Los fantasmas no saben cuánto cuesta el kilo de papa.
Los fantasmas nunca hacen cola en el rapipago de la España para pagar la boleta de la EDESA que nos supieron conseguir . ¿Alguien los ha visto en la fila con la boleta en la mano?
¡Los fantasmas nunca dicen buen día!
Y nunca se los ve en pantalón corto respirando profundo mientras trotan por la hermosa ruta de San Lorenzo.
Los fantasmas prefieren las cintas en el ambiente climatizado de la mansión. Incluso en el verano, prefieren el iacuzzi a los saltos de Lesser.
Los fantasmas nunca toman un colectivo, nunca recargan la Saeta; pero tampoco nunca se agarran un solo vez pozo Sáenz-Isa en las calles abandonadas por los mismos fantasmas.
Los fantasmas no manejan, están más allá de todo eso.
No votemos a los fantasmas. No votés a Juan Carlos Romero, ni a su nuevo amigo Mauricio Macri.
Pensalo bien, mientras comés una mandarina al sol.
Andrés Gauffín
andresgauffin@gmail.com