De la misma forma que se dijo que “el gigante tronó” en las manifestaciones de junio y julio de 2013, dicen que “el gigante se quedó dormido” con la posterior visita del Papa Francisco. El Vaticano hizo una jugada maestra al elegir un líder católico sudamericano frente a la creciente pérdida de fieles en la región. En esta delicada época de regeneración de la democracia en Brasil, los poderes hegemónicos no han encontrado gran dificultad en calmar al gran bebé en su cuna con una canción cantada por la nana.
No estoy convencido que el Estado brasilero sea laico, como se pregona oficialmente desde el inicio de la República, debido a la relación parental entre nuestras instituciones políticas y la Conferencia Nacional de Obispos del Brasil (CNBB). El avión de Alitalia que desfiló con el Papa en una ventanilla en su despedida de Brasil al fin de junio de 2013 tuvo una mayor atención (de telespectadores en Brasil y nuestros países latinoamericanos) que la mayoría de las apariciones públicas de nuestra presidenta. Alguien me comentó que las palabras del Papa fueron bonitas y humildes (No tengo oro ni plata, pero traigo a Jesús). Pero de aquí los europeos siempre se llevaron el oro y la plata. El antropólogo Darcy Ribeiro argumentó que la Cruz postergó la rebelión de los amerindios y africanos esclavizados sin dejar de ser un factor directo de exterminio.
Más preocupante que nuestra rendición al poder religioso, es el preconcepto que tenemos en relación al Estado como sustentador pecuniario de la sociedad brasilera. Más que como agente garantizador del interés público, el Estado es mal entendido como fuente de estabilidad profesional de carreras diversas y proveedor de beneficios perennes. La Asociación Médica Brasilera (AMB) y el Consejo Federal de Medicina (CFM) se quejaron de que el programa Más Médicos concedería becas a recién formados en el área de la salud, en lugar de garantizarles carreras a largo plazo.
De esta manera lamento que el Estado brasileño haya entrado en la receta del banquete que se divide entre los medio-ciudadanos poco preparados para entender la función pública-operacional de ese Estado. En este análisis está también la tontería de mejorar la calidad del transporte colectivo urbano a través de la demanda de tarifa cero. Si el Estado debe desembolsar más dinero, lo sacará del contribuyente, que pagará impuestos más altos. Luego, el estado deberá sacar dinero de la galera del mago, ya que queremos tarifa cero e impuestos más bajos. Recuerdo que la lucha contra la Contribución Provisoria sobre la Movilización Financiera (CPMF) fue un golpe indirecto contra los servicios de salud.
Por eso Brasil genera grandes negocios para los oportunistas y riesgos para los ciudadanos justos. Su economía es inestable, como lo demuestra la desvalorización del Real en estas últimas semanas y la inflación. Su política tiene siempre la cuerda al cuello en los dirigentes políticos, que al menor desvío de conducta se sacrifican por escándalos de corrupción y polémicas mediáticas.
De este modo, es urgente el reconocimiento de que somos casi 200 millones de brasileros que proliferan con sed de educación y hambre de instrucción. Si cada antena de televisión instalada en los cerros fuese un motivo de lamentación, tendríamos un incentivo para buscar otras fuentes educativas que nos engrandecen en vez de degradarnos. Necesitamos trabajar por el país.
Así, buscamos respuestas políticas a nuestras demandas sociales bajo los escombros dejados por las protestas de junio y julo de 2013. Quién sabe si en una de esas búsquedas nos encontramos con cuerpos desaparecidos (como el del albañil Amarildo) o con la esperanza de los brasileros en un país real y oficialmente justo (no aquel que conmemora la soja exportada). Al final “la esperanza es lo último que se pierde” y ella es la mano amiga de la lucha que prosigue.
- Bruno Peron Loureiro
http://www.brunoperon.com.br
- Especial para Salta Libre de la agencia Barómetro Internacional