El debate acerca de los cánones literarios, lleva a pensar acerca de ciertos géneros y escritores olvidados en la literatura de la región, y no por su lejanía en el tiempo, sino por una ideología que surge de la tensión de opuestos que aún no se han superado en estas sociedades. Explotadores y explotados, colonizados y colonizadores, conquistadores y conquistados parecen todavía pugnar por el predominio de unos u otros en un entramado social donde lo patriarcal, feudal y premoderno constituyen los basamentos sociales.
Sin embargo, las coordenadas neocapitalistas y posmodernas atraviesan también esta sociedad con sus discursos, pues la llamada “aldea global” sustentada sobre la ciencia y la tecnología no deja de hacer sentir sus efectos en todo el planeta. Esta característica de la época pone de relieve las contradicciones que, dialécticamente, serán superadas si consideramos la historia como un devenir perfectible. Así, la novela, un género propicio para desmontar discursos de ocultamiento y borramiento, de gran exigencia y oficio, a pesar de que lo poético haya inundado sus páginas en las últimas décadas, como así también la sujeción al mandato del lenguaje en desmedro del acontecimiento, es dejada a un lado en el debate de las hegemonías literarias regionales. ¿Por qué? Tal vez, la condición metafórica de la poesía, tenga menos que ver con la comunicación y el compromiso, salvo excepciones, a diferencia de la novela que se torna incómoda para el orden establecido.
Narradores de calidad como lo fueron Néstor Saavedra, Fernando Figueroa, Libertad Demitrópulos, Antonio Nella Castro y Francisco Zamora, son olvidados a la hora de trazar la historia o el mapa (prefiero estos términos a hablar de canon) de la literatura del Noroeste Argentino. Estos escritores se inscriben en la novela histórica, el realismo mágico con toques carnavalescos y paródicos, en la novela de compromiso o en la línea marcada por la narrativa de la llamada “generación perdida” de los Estados Unidos.
Novelas como Locura en las montañas (1948) o Los aventureros del Hotel Salta (1988), de Néstor Saavedra pueden articularse con sistemas más universales, por ejemplo, con la novela policial y el llamado neorrealismo norteamericano (“generación perdida”) a la manera Hemingway, Dos Passos y Fitzgerald, en quienes las pasiones se mezclan con la violencia en medio de atmósferas densas y descarnadas que hablan de la condición humana sin concesiones y sin eufemismos. Lector incansable de la literatura norteamericana del siglo XX, a la que frecuentó en lengua inglesa, Néstor Saavedra es sin duda el escritor más prolífico de Salta, pues es autor de casi veinte libros, entre novelas, poesía, relatos y cuentos que van desde el primero publicado en 1938 en Editorial Tor de Buenos Aires hasta En otro tiempo en Tartagal, en 1998.
La mayoría de sus libros, poseen inusitadas características para la literatura regional. El viaje, la aventura, la pacatería burguesa, la clase media y sus intereses, la modernidad instalada en el ámbito rural y provinciano, la “realidad” en su cara más cotidiana, a veces vulgar y hasta brutal, el amor despojado de idealismos y las mezquindades en una galería que deja a un lado las fisonomías estáticas de los héroes para mostrar los gestos reales de los seres humanos, delinean los textos de este extraordinario escritor.
¿Por qué un escritor de la dimensión de Néstor Saavedra no recibe el suficiente reconocimiento de los críticos? Ocurre que Néstor Saavedra se sitúa fuera de los discursos e intereses hegemónicos y no reivindica el goce de la lucha amo-esclavo. Constructor de una verdadera saga novelística, donde Los aventureros del Hotel Salta, Tartagal village [[Tartagal village, novela por entregas, fue publicad por El Tribuno en 1959 El asalto, novela corta, publicada por El Tribuno, 1965]] o Locura en la montañas, muestran una expresión concisa y directa, más cercana a Hemingway que a Dávalos, Saavedra no se plantea como el juglar o el trovador que canta y celebra, tampoco como narrador de historias regionales, sino como una voz que cuenta historias particulares, amores particulares y malditos, descabellados proyectos, con personajes que nos recuerdan a los de Roberto Arlt, que se atreven al delito y a burlar la ley, modernos, urgidos por la ambición, el dinero y las necesidades de la época, en suma, personajes universales.
- Liliana Bellone, escritora
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