Si, aprendices de revolucionarios bolivarianos, sacáramos todas las conclusiones de las afirmaciones de Diego Olivera en su artículo «El control de los monopolios empresariales» publicado en Salta Libre tendríamos mucho por hacer en Argentina: por empezar, solicitarle al presidente Kirchner que clausure el diario La Nación, uno de los «grandes grupos argentinos» de «propiedad de Matilde Noble Mitre de Saguier en un 66%» y en un «10% de Bartolomé Mitre». Deberíamos también, con el simple argumento de que «todas las naciones del mundo regulan, de una u otra manera, las concesiones para radios y televisoras», solicitarle a nuestros bolivarianos argentinos que retiren la licencia de «la poderosa cadena de Telefé, controlada por Editorial Atlántida del Grupo de la familia Vigil y por New Corporation del empresario australiano Rupert Murdoch«.
Todavía, sin embargo, restaría pedir castigos «al Grupo del diario Clarín, con inversiones en los países vecinos, encabezado Ernestina Herrera de Noble, Hector Horacio Magnetto, José Antonio Aranda y Lucio Rafael Pagliaro, y el 18% restante en manos del banco de inversión estadounidense Goldman Sachs«.
No importa que no estén por caducar sus licencias como RCTV o que sean simplemente diarios que no las necesiten: contra todos esos medios se puede levantar el acta de acusación más contundente: se dedican a lucrar -espantoso verbo- y a difundir mensajes «bastante alejados de los intereses de los pueblos».
Es posible que, si el gobierno argentino termina emulando a su admirado comandante Hugo Chávez, los propietarios de los grandes medios comiencen a «reclamar por la libertad de prensa». Se equivocarán de medio a medio: ya sin La Nación, sin Clarín, sin Telefé, pero también sin El País (del grupo PRISA), sin Televisa, sin los medios de la red O’Globo – quedará bien resguardado el derecho a la información de los latinoamericanos.
En Venezuela, claro está, ya lo garantiza el comandante: sus cada vez más extensos y destemplados discursos, su «Aló presidente», rodeado de funcionarios puestos ahí para asentir y aplaudir las palabras de su jefe, brindan toda la información que necesita -y nada más que la que necesita- el pueblo venezolano.
Ya sabemos que cuando un comandante o un general -tanto da el grado como que lleve bigote, barba o prefiera rasurarse- echa su discurso, hay que hacer silencio. Y que como el general o el comandante no puede rebajarse diciendo «chist», ahí estarán los cabos y los sargentos amenazando con el «salto rana mar..» para que la tropa escuche atenta. El general, digo el comandante, siempre habla y hablará por treinta años más los mensajes que le interesan a los pueblos.
De todos modos, no hace falta tener un coraje especial para denunciar los «monopolios» de la información; hacerlo aquí en Salta no genera riesgo alguno y, en cambio, puede cubrir al que lo hace de cierto prestigio de progresista y posibilitar algunos pesos bolivarianos para estudiar en Caracas lo que hace la dictadura de los medios.
Dictadura algo insólita en Venezuela pues, pese a sus continuas operaciones de lavado de cerebro no ha conseguido evitar que el comandante se alce -elección tras elección- con más del 60% de los votos y sueñe ahora quedarse indefinidamente en el poder. Dictadura, de todos modos, que ha conseguido engañar al 40% de los venezolanos que no han apoyado a Chávez y que aún están colonizados mentalmente por el imperialismo yanqui. Ya se sabe lo que hay que hacer con ellos…(con los medios).
Llegará entonces el momento en que todos escucharán la voz del comandante, todos se afiliarán a su Partido Socialista Uniformado, digo Unificado, todos pensarán uniformemente, todos gritarán contra el imperio, todos votarán por Chávez, todos vestirán camisolas coloradas. En esto parecen haber acabado las románticas utopías de Galeano.
Todo serán soldados entonces, pero también un poco monjes pues nadie se dedicará a obtener lucro, en especial los medios que ya no ganarán dinero con avisos de empresas privadas. Por el contrario, en adelante sólo recibirán avisos del gobierno. Se verá entonces qué libre será la opinión de esos medios dependientes de la generosidad del comandante.
«Aquellos cuyo pan está asegurado y que no viven del favor de los hombres que están en el poder, ni de ninguna corporación, ni del público, ésos no tienen nada que temer de una franca declaración de sus opiniones, si no es el ser maltratados en el pensamiento y con la palabra, y para esto no les es necesario gran heroísmo».
La cita es del libro «Sobre la libertad» de John Stuart Mill, pero, viniendo de quien viene, hay que tomarla con mucho cuidado. Es posible haya dejado escrito ese pensamiento para reforzar el imperialismo anglo americano y someter a los pueblos latinoamericanos.
Por eso Chávez, habiendo tomado debida nota, hará lo contrario: los medios vivirán del favor de los hombres que están en el poder y en esas condiciones emitirán sus opiniones: a eso se le llamará en adelante «extensión de la libertad de expresión».(1)
Subsidiados, becados, pagados, ayudados, solventados, asegurados por los dólares de Chávez, por fin los medios podrán emitir mensajes concordantes con los intereses de los pueblos, y se liberarán de la influencia de la CNN y compañía. Tal la revolución socialista impulsada por el general, qué digo, el comandante.
- (1) ¿Porqué entonces protestar contra la práctica del gobierno provincial de saturar a los medios con avisos oficiales para que difundan «el orgullo de haber nacido en esta tierra», el amor por la salteñidad y el recelo contra el puerto?