En la canción Como pájaros en el aire, Peteco Carabajal habla de las amorosas manos de su madre e interpela: “¿Cómo serán las manos/ del que las mueve/ gracias al odio?”. Intentar una descripción de estas manos obliga a decir lo obvio: no son manos peludas, monstruosas, sino manos comunes.
Es que más que las manos, lo que delata al odio son las acciones de quienes las portan. Y esas acciones resultan muchas veces monstruosas, como hemos aprendido durante épocas terribles como las de las dictaduras.
Y son también monstruosas, por extensión, las acciones de quienes pretenden justificar y aún ensalzar aquellas acciones. Como quienes se afanan en defender el monumento al Combate de Manchalá. Claro que cada cual tiene derecho a opinar con libertad y a defender lo que cree defendible, pero un mínimo comportamiento humanitario (necesario para la vida en sociedad), indica que no es aceptable que se defiendan actos aberrantes, y mucho menos aún que se lo haga con afirmaciones falsas y que se tuerzan los hechos para acomodarlos a lo que se quiere sostener.
Desde que el ex concejal Martín Ávila impulsara un proyecto para demoler ese monumento se vienen leyendo y escuchando discursos recalcitrantes que orillan la apología del delito. La última novedad es que ahora están tratando de juntar fondos para hacer un documental con el fin de “devolver a los héroes (de Manchalá), no solo un monumento, sino el reconocimiento y gratitud de todo el pueblo de Salta por su entrega a la Patria y al cuidado de sus instituciones republicanas”, según publica Cadena Máxima, citando declaraciones del político y periodista Andrés Suriani.
Suriani dijo también que el monumento “era un recuerdo de los soldados salteños que defendieron la patria y la democracia durante el gobierno del general Perón el 28 de mayo de 1975” (en realidad por entonces era el gobierno de María Estela Martínez de Perón, que asumió la presidencia tras el fallecimiento del general, el 1 de julio de 1974).
Es probable que quienes mandaron hacer este monumento hayan querido homenajear a los soldados que participaron del combate, pero es claro que el resultado final no fue ese. El monumento ya no está pero quedan fotografías en las redes sociales: una pirámide sostenía un globo terráqueo en el que la Argentina aparecía en rojo, sobre este globo se posaba un cóndor. No hace falta mucha perspicacia para notar la alusión, nada sutil, al Plan Cóndor, el operativo conjunto de represión de las dictaduras del Cono Sur. A esto hay que añadir (se hace necesario dado que todo monumento debería tener también un valor artístico) que esta construcción ameritaba su demolición aunque más no fuera por razones estéticas.
Resulta un lamentable espectáculo que haya gente que no tiene inconvenientes en forzar la historia reciente para acomodarla a su pensamiento. Es cierto que el 28 de mayo de 1975 se desarrolló lo que se conoció como Combate de Manchalá, una acción dentro del Operativo Independencia: guerrilleros se enfrentaron a un grupo de militares que estaba en la escuela de Manchalá. Los guerrilleros cercaron a los militares hasta que, tras 14 horas, un suboficial logró salir y avisar a la unidad más cercana, así los guerrilleros fueron derrotados.
Es cierto también que hubo soldados (más exacto es decir conscriptos, personas que estaban recibiendo la instrucción militar obligatoria) que tuvieron que participar del Operativo Independencia; es cierto que ese Operativo fue ordenado por un gobierno constitucional; es cierto que fue previo al golpe de Estado del 24 de marzo de 1976.
Pero eso no es todo lo que ocurrió, como bien lo sabe cualquier habitante de nuestro país.
Estos enunciados se complementan con otros, aquí se consignan algunos: el Operativo Independencia se inició el 10 de febrero de 1975 (más de un año antes del inicio del golpe y medio año después de la muerte de Perón), fue autorizado mediante el Decreto Nº 262/75, firmado por la presidenta Martínez de Perón. Fuerzas militares, conscriptos incluidos (que no fueron por libre elección), coparon la provincia de Tucumán con el objetivo de “aniquilar” al ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo, brazo armado del Partido Revolucionario del Pueblo, PRT).
Sin ánimo de eximir de responsabilidad a “Isabelita”, el decreto ordenaba aniquilar la guerrilla, no a los guerrilleros… Tampoco disponía la creación de centros clandestinos de detención, como se hizo en Tucumán en la Escuela de Famaillá, la tristemente conocida “Escuelita”, por la que en solo un año pasaron más de 1500 detenidos, a quienes se “interrogó” dejando de lado los métodos convencionales, legales, según la confesión del primer jefe del operativo, el general Acdel Vilas:
“Hubo que olvidar por un instante -un instante que se prolongó diez meses- las enseñanzas del Colegio Militar y las leyes de la guerra donde el honor y la ética son partes esenciales, aunque muchos no lo crean así, consubstanciarse con este nuevo tipo de lucha para extraer saldos positivos. Si por respeto a las normas clásicas nos hubiésemos abstenido de emplear métodos no convencionales, la tarea de inteligencia -y ésta era una guerra de inteligencia- se habría tornado imposible de llevar adelante”, escribió. Claro está, el decreto tampoco hablaba de que los prisioneros debían ser sometidos a torturas.
Ya está probado que el Operativo Independencia fue un ensayo para la aplicación de la perversión y el terror en todo el país que se exhibiría a pleno a partir del golpe de marzo del 76 pero que ya venía aplicándose desde un tiempo antes. En Salta, por caso, el terrorismo se inició el mismo 24 de noviembre de 1974, cuando se intervino al gobierno de Miguel Ragone.
Quienes hacen la defensa pública de la represión sanguinaria y sus comitentes prefieren no hablar de los verdaderos reproches que se les hacen y se esfuerzan por mezclarlo todo, mal nombrar la historia para beneficiarse con ese revoltijo. Saben que lo que se les reprocha es el terrorismo que desataron valiéndose de las herramientas del Estado; se les reprocha el golpe de Estado, el quiebre de la institucionalidad; se les reprocha la utilización del terrorismo para robar y apropiarse de bienes materiales; se les reprocha la apropiación de niños. Se les reprocha que miles de personas fueron secuestradas en operativos ilegales, algunas fueron asesinadas a las pocas horas, muchas más fueron torturadas (en muchos casos la tortura incluyó abusos sexuales) y otras muchas fueron desaparecidas.
Si como dicen ahora los militares y civiles genocidas y sus defensores públicos, el único interés que perseguían era el de la defensa de la patria, si con ese fin tuvieron que enfrentarse a otros habitantes de este mismo suelo ¿qué les impedía realizar juicios y fusilar a los guerrilleros y subversivos? Y, ya concretadas esas acciones, ¿qué buen soldado puede desear recibir un reconocimiento por haber matado a otro de su misma tierra? Todo enfrentamiento armado es una tragedia y más todavía si es entre hermanos de una misma patria, esa es la razón principal por la que el monumento a Manchalá debía ser demolido.
El impulso para la erradicación de esa escultura no fue, como se sostiene, obra de quienes buscaban “vengar la derrota”, sino la acción de mujeres y hombres libres que lo son a pesar de las acciones y pensamientos retrógrados.
Es muy a pesar de los autores del golpe y del genocidio, y de sus exégetas, que se pueden incluso escribir estas líneas. Entre otras cosas, para recordar, con palabras de José Martí, que “La patria no es comodín que se abre y se cierra a nuestra voluntad”. Deberían tenerlo en cuenta quienes ejercitan tanto palabrerío, tanta palanganeada, para tratar de desmentir lo irrefutable, que hubo violaciones a los derechos humanos. Tanto intento vano por sacar lustre a asesinos y ladrones amerita recordar otro pensamiento de Martí: “Los crímenes no aprovechan a la libertad, ni cuadran a estatuas blancas, manos rojas.”
- Elena Corvalán
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