Parado ahí, en una de las capitales céntricas del mundo, un periodista, editor “free lance”, autor de una página digital regional y doméstica, me encuentro a punto de vivir por primera vez la fiesta nacional del 14 de Juillet de París, Francia que más tarde era una celebración teñida de sangre. Una fría jornada de “verano” europeo 2016; verano así entre comillas, porque ni el calor acostumbrado tuvo esa fecha magna. (ALBUM DEL DESFILE)
Lo recuerdo bien y por varias razones nunca lo olvidaré. Fue una mañana bien fría para traje y demasiado fría para la elegancia femenina francesa. “Es de no creer” dicen los propios franceses.
Era una jornada festiva durante el día con “Le Défilé National” de una fuerza que según dice el programa (Un libro a todo color de 101 páginas) está compuesta por 30 mil militares franceses profesionales que en distintas divisiones que muestran porque son una de los centros del poder. El presidente François Hollande está cerca de este periodista, rodeado de seguridad y de su cúpula ministerial.
La jornada tenía un condimento muy especial. Su parte más emotiva fue la conmemoración del 180º Aniversario de “La Marsellesa” (por la muerte del compositor del simbólico himno nacional), cantada por un coro elegido por concurso entre centenares de postulantes. A sus espaldas en grandes carteles se podían leer las palabras emblemáticas francesas: “Liberté”, “Egalité” y “Fraternité”.
El desfile viene de frente. Veo la avenida con el verde a sus costados de los Campos Eliseos o Les Champs-Elysées de Paris. Paso a paso y en estricto orden y horarios se suceden los actos protocolares. Sobre la cabeza de todo el mundo vuelan en rigurosa formación de diversos aviones bélicos
Incluso están esos tres modernos Jets que abren y cierran tradicionalmente el desfile lanzando humo con los tres colores de la bandera francesa y que provoca la emoción de la muchedumbre que se ve a lo largo de la avenida que termina con el magnífico fondo del Arco del Triunfo.
En ciertos momentos la gente aplaude tibiamente cuando pasan los soldados de a pie o a caballos, cientos de tanques, etc., y con algo más de emotividad con los servicios voluntarios, bomberos o los veteranos de guerra.
Una gran mayoría de parisinos ya no acuden a ese enorme muestra patriótica que rememora las diversas guerras europeas. Muchos lo ven por televisión o como un evento turístico, como aquí con el desfiles de los gauchos el 17 de junio o los desfiles del 9 de Julio.
Esa mañana en el tradicional acto por el 14 de Juillet en Francia todo fue un alarde del poder de una de las potencias del mundo. Por la noche el horror en medio de los brindis y los fuegos artificiales en todo el país, la celebración volvió a teñirse de sangre.
Del día a la noche
Niza, al Sur de Francia fue víctima del ataque despiadado de un fanático, esta vez en medio de la mayor fiesta nacional francesa. Este nefasto episodio ocurrió en medio de los brindis cuando en París todos mirábamos los famosos fuegos de artificio de la Tour Eiffel.
Esa noche decenas de miles de personas en los principales centros de las ciudades los franceses salen a la calle para presenciar los espectaculares fuegos artificiales con el que se cierra este día festivo. Al día siguiente este nuevo ataque vuelve a ser noticia en todos los medios del mundo y Francia vuelve a ponerse de luto.
En ese momento me preguntaba, y quizás todos debamos preguntarnos lo mismo: ¿de qué sirve hoy en día en el mundo toda muestra de poderío en el Día de la Independencia o de la Revolución, cuando ya la guerra a la que todos los países nos enfrentamos no es la tradicional, la que todos conocernos?.
El mundo hoy asiste a una nueva forma de guerra actos bestiales asumidos por los llamados “lobos solitarios” que nos dicen están ligados a las corrientes islamistas radicales que sin regla alguna con cientos de víctimas inocentes. Matan cuando quieren como quieren y su arma más letal es la sorpresa.
Nada hace pensar a los franceses que las fuerzas de seguridad con todo su poder que puedan prevenir o detener estas impiadosas masacres. Estuve ahí. Vi la pena, bronca, rabia e impotencia, pero también su férrea voluntad de no ceder a la presión al miedo.
Los franceses no están dispuestos a dejar de llevar una vida normal pese a todo. No quieren encerrarse en sus casas por el mido ni dejarse asaltar por el terror a ese enemigo fanático que puede matarlos en cualquier lugar, que les quiere imponer la violencia. Muertes fuera de las regla frontal de una guerra. Viven bajo la permanente amenaza del Estado Islámico. En cualquier ciudad de Francia la muerte hoy es una tómbola por el ataque sorpresa de grupos radicales sunitas.
Días anteriores en París pude ver el restaurante “Belle Equipe” (El buen equipo) de la Rúe de Charonne y “Le Bataclán” del Boulevard Voltaire, ubicados dos de los barrios más emblemáticos de la ciudad, epicentros de sangrientas cabalgatas terroristas, reconstruidos y funcionando con normalidad.
Pude averiguar que se pidió a los parisinos que los dejen seguir funcionando con normalidad y que los tributos del pueblo (flores y homenajes para no olvidar esas matanzas) se trasladen a un sector de la Plaza de la Republiqué atravesada por el Boulevard Voltaire.
Ese 14 de julio la tragedia pasó en la villa veraniega de Niza en el Sur Francia pero podía pasar en cualquier parte en Marsella, Lyon, Le Mans o París. En Argentina leí en diarios o noticieros sobre las anteriores masacres Esta vez vi ese horror de cerca. Sentí en carne propia el dolor por esa ola de un terrorismo incomprensible. La impotencia y la tristeza en cada uno de los franceses que estuvieron a mi lado.
Pero también observé la firme voluntad de no dejarse dominar por el miedo y a pesar de todo, de seguir la vida normal. Intenté entender esa forma de vida. Me pregunté: ¿Hasta cuando aquí en la Argentina estaremos lejos de vivir esa situación; a salvo de estos ataques desalmados??
Pienso sobre esos días, como los franceses pueden convivir con esa locura. De alguna manera trato de hilvanar una hipótesis de lo que nos depara el futuro. Ahí supe que nada nos parece del todo real hasta que la experiencia nos lo acerca.
¿Hay que aceptar este nuevo mundo con su desigualdad y poderes salvajes? Sostengo que esa cercana experiencia del horror le da un sentido más real al verbo atesorar.
No todas las cosas que pasan en este mundo tienen su lado lógico y entendible. Lo único cierto es que gente inocente de aquí, de allá de todos lados, seguimos sufriendo bajas de guerras absurdas, que casi nunca son nuestras.
–José Acho. periodista y editor
info@saltalibre.local
ALBUM DEL DESFILE FRANCES
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