La muerte acecha a los pueblos originarios, otra vez… No solo los esclavizaron durante la colonia, sino que hoy los siguen sometidos por sus propios hermanos, desde los lugares del poder en los nuevos neocolonialismos (culturales- tecnológicos).
Si bien tienen la Ley 26.160, promulgada el 23 de noviembre de 2006, sobre cuestiones territoriales, esto solo no alcanza.
La noticia es que falleció otro bebé a causa de la desnutrición de un año y ocho meses en el hospital materno infantil de la ciudad de Salta.
Son un total de cuatro niños que murieron en menos de un mes, entre diciembre 2019 y enero 2020, en la zona.
Su familia era oriunda del pueblo wichi Misión El Chañar (del Pueblo Coronel Juan Solá, conocido como Murillo). Estas poblaciones son nómades, porque son trabajadores golondrinas.
Según los datos que se tienen, el bebe había nacido con bajo peso y entraba en la categoría sanitaria de los ‘desnutridos’. Tuvo atención en Murillo, luego en Orán y de allí a la ciudad de Salta.
Venía con un cuadro de diarrea, para terminar diagnosticado como ‘shock séptico a partir de foco entérico’. Si bien las autoridades sanitarias de la provincia explicaban cómo se actuó, era una vida menos; y no se llevan registros epidemiológicos de lo que sucede en las comunidades.
Esto fue antes de los cambios de autoridades en el orden provincial y nacional. Por qué si hay algo para comenzar a prevenir y tener en cuenta es saber cuántos son los casos que se atienden en redes sociales y de salud. Desde la alimentación, el trabajo, una vivienda digna, la educación integral de las familias de los pueblos originarios.
Se necesita más presencia del Estado en programas y políticas de salud, educación y comunicación. Hasta los ecologistas en varias partes del mundo saben dónde migran las aves, y los más estudiosos especialistas saben cuántos son esos grupos en el campo de la etología.
La vida humana vale más que estas técnicas de conocimiento. Por eso es tan difícil aceptar estas muertes de la infancia, del abandono de los pueblos originarios en cualquier parte del país.
La Ley 26160, impide que sean sacados de sus territorios ancestrales y detiene las cuestiones legales para que no sean echados de sus tierras: “Suspende la ejecución de sentencias, actos procesales o administrativos cuyo objeto sea el desalojo o desocupación de las tierras que ocupan los mismos”.
Fue prorrogada en varias ocasiones: 2011, 2013 y en 2017 se prorrogó hasta el 2021; dónde el Congreso debe volver sobre el cuerpo de la Ley y definirse alguna vez. Los derechos indígenas comienzan a ser defendidos en la medida que se conocen.
Estos son algunos: Respeto a su identidad cultural, respeto por sus valores, por sus saberes y conocimientos ancestrales. Derecho a la tierra y el territorio; Desarrollo con identidad, consulta previa con participación, comunicación con identidad, no discriminación. Educación intercultural bilingue, salud intercultural.
En estos tiempos de nuevas tecnologías y comunicación, algo falla en las redes, en los tiempos, en las formas de comunicarnos. A excepción que en las mismas sociedades, todo este tema sea de una total indiferencia, ó desidia.
En un país donde no dejamos de admirarnos si tal artista evade impuestos, llevando su dinero ganado en TV, al Uruguay; donde los productores del teatro de verano en Mar del Plata o Villa Carlos Paz, se tiran con piedras de cuantas entradas venden, y luego todo este batido se mezcla con la violencia cotidiana, más un plus de un joven asesinado por otros jóvenes rugbiers; va quedando claro en que ‘disociación mental’ se vive. Las disociaciones son una división entre el pensamiento, las emociones y la voluntad.
Y así cómo muchos argentinos viven ‘el sueño americano’ (vivir en Florida, California), es lícito siempre recordarles que a lo que más nos parecemos es a Texas. Allí andan armados, con el odio por el latino (el mexicano) o el ítalo-norteamericano está siempre latente. Solo se deben recordar las matanzas cuando disparan en alguna escuela o supermercado.
El chiste que nos hacen nuestros hermanos latinoamericanos a veces está gastado pero no pasa de moda: “¿qué es un argentino?: un italiano que habla en español y que piensa en norteamericano”; pero se puede contrarrestar si es muy de las pampas, con otro que alguien nos observó cuando vino por el sur: “yo no veo argentinos: veo salteños, santiagueños, mendocinos, tucumanos, correntinos, chaqueños”. Ambos nos muestras fragmentados.
Solo saber que los pueblos originarios siguen viviendo en condiciones que no son humanas, es volver a pensar cómo darles lo que les pertenece. Nuestra cosmovisión de la vida y del universo tal vez es otra (y la mayoría de los argentinos las trae de otro lugar), pero nunca es diferente nuestro grado de humanidad (a excepción que se planteen que somos una raza superior sobre el indio).
Somos sus iguales. Eso no debemos olvidarlo. ¿Habrá más muertes por abandono?
Ó será cómo como dice el nuevo gobernador: “Salta es pobre”, por eso el flagelo es tan difícil de erradicar, en un país que exporta toneladas de trigo para el mundo.
Carlos Liendro
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