Buenos Aires. (Especial para Salta Libre) Los abrazos, los besos y los apretones de manos sellaron el acuerdo; el clima bélico que reflejaban algunos discursos quedo interruptus. El espíritu del grupo Rió fue un espíritu latinoamericanista, y como tal, contradictorio y cargado de patetismo y duplicidad. Dos fueron las consignas con las que se cerraron las deliberaciones de los jefes de estado: “nunca más” y “que todo vuelva a ser como antes”, y entonces no habría guerra.
Se habló mucho, se manejaron cifras millonarias en dólares de convenios bilaterales y multilaterales; que 5000 millones el año pasado; que una proyección de veinte mil más para los próximos años, en construcciones de mega infraestructuras en gasoductos, oleoductos, etc. Entonces? Que todo vuelva a ser como antes, que va pasar sino, con todos estos negocios millonarios. “Álvaro, mira lo que has provocado con tu incursión militar, todo está a punto de caerse porque te dedicaste a jugar a la guerra en la selva”.
Don Álvaro, que con el correr de las intervenciones, parecía ir quedándose más solo que loco malo, impertérrito y parado en sus trece defendida la soberanía del Estado Colombiano para “perseguir y aniquilar la subversión” hasta debajo de la cama de ecuatorianos, venezolanos, dominicanos y cuanto otros le dieran refugio. Lo que está en juego –dijo- es el Estado y, la más ilustrativa de todas las tesis
esgrimidas en tan ilustre reunión, la defensa del Estado se impone por encima de la soberanía de los países.
Fue el ex comandante Daniel Ortega, el que tomó el clavo caliente que las declaraciones uribistas descargaron en la Cumbre. Lo de Uribe –dijo- es terrorismo de estado, terrorismo similar a los operativos Condor” que realizaban los militares con la anuencia del departamento de estado (y el acuerdo de las burguesías locales) en los años de plomo de las dictaduras latinoamericanas. Todo está claro –continuó Ortega- para que necesitamos una investigación y una comisión de la OEA, “acá no hay nada que investigar pue´, si Uribe lo deja todito claro, todito”.
Don Álvaro, ha transformado a Colombia en un enclave norteamericano. ¿La OEA? Es el nido donde depositan sus huevos los enemigos de Latinoamérica.
¿No hubo guerra?. Los mísiles rasantes deforestaron una porción de la selva ecuatoriana, mientras las bombas de racimo destrozaban la carne de los combatientes de las FARC. La tarea se finaliza con la acumulación de cuerpos en una pila para rematarlos a balazos.
El ejercito colombiano es conocedor de estos mandados. Los práctica a cotidiano contra su propio pueblo, fronteras adentro. Esto le ha valido el mote de genocida a don Álvaro.
Uribe se mantiene impertérrito en la reunión; mientras las cosas no avancen de la denuncia de violación del espacio aéreo y terrestre de un país vecino, no hay de que preocuparse. El problema, es si la Cumbre condena el genocidio colombiano y dispone acciones para investigarlo en su propio país. Si de ella, salen a la luz pública internacional, sus vínculos con los paramilitares y con el narcotráfico, que con tanto empeño intenta encajarle a la guerrilla.
Disculpen los aliados latinoamericanistas de la florida retórica caribeña, pero en esta oportunidad, “nuestros lideres” estuvieron por detrás del propio Jim Carter cuando mandó una comisión interamericana a investigar a Videla allá por el ´79.
Mantener los negocios, fue lo que se impuso por sobre la defensa de la vida de miles de sindicalistas, campesinos, obreros y estudiantes colombianos, que viven en la “Colombia democrática de Uribe”, lo que los argentinos, uruguayos chilenos, bolivianos, nicaragüenses vivimos, bajo el régimen de los Videla, Pinochet, Somoza y, nos venimos a enterar, el “amigo general” Hugo Banzer.
¿No hubo guerra?. Uribe mantiene en Colombia un régimen de fuerza y represión en contra de su propio pueblo; esto no es una cuestión de soberanía que se arregla con un acta compromiso de “no intervención” en los asuntos internos de los países o con la apelación cristinista a no “salirse de la legalidad” en los actos de represión.
El plan Colombia tiene sin dudas una proyección regional. Colombia mantiene fronteras con Ecuador, Perú, Brasil y Venezuela al sur y con Panamá al norte. Es la vía de acceso a la América del sur. Domina dos océanos y junto con Ecuador y Venezuela, comparte la región con una de las más altas reservas de petroleras del mundo. Pero cualquier intervención militar hacia el exterior, les plantea a los Estados guerreros mantener la unidad interior.
Terminar con las disidencias internas, unificar los intereses de las masas detrás de los objetivo y los intereses de la burguesía y el imperialismo para ir a la guerra, es el primer paso de toda ofensiva bélica. Los asuntos internos de Colombia, tienen en ese sentido, una proyección regional.
La represión dentro de la legalidad, auspiciada por el gobierno argentino, es una solicitud cargada de perfidia. Nadie entre los presentes ignora que la represión legal no existe ni en Colombia, ni en ningún otro lugar.
George Bush, acaba de ratificarlo al vetar una ley que prohibía la tortura a los prisioneros políticos. Cuando la burguesía reprime al pueblo no hay errores ni excesos.
Toda la declaración de la presidenta argentina, subida al más alto monolito del egocentrismo, tienen tanta vacuidad como la del resto de mandatarios presentes, por los resultados y por las convicciones de quien las realiza. “Pero claro Cristina que tu eres mejor que todos los presentes que estamos aquí” dijo Hugo Chávez, terminada la exposición de la argentina, “trata de no caerte de donde estas subida –le falto decir- que puedes suicidarte”
Argentina forma parte de la estrategia “gringa” en la lucha antiterrorista, el congreso kirchnerista sancionó la ley antiterrorista pedida por Bush. No casualmente, además, Cristina visitó, de paso a la Cumbre, a la invadida Haití. Donde la “multilateralidad”, reclamada a Uribe, tiene una forma práctica en la participación de tropas nacionales como ejercito de ocupación y opresión.
Para ser consecuentes con el reclamo de soberanía territorial, la Cumbre debería haberse pronunciado en contra de la invasión de don Álvaro a Ecuador y por el retiro de tropas “multilaterales” de Haití. ¿No hay guerra el Latinoamérica?
La incursión uribista, sobre el territorio ecuatoriano, fue comprobadamente de sur a norte; para darle a la provocación un aire más dramático. Los yanquis le facilitaron el dato sobre el campamento de Raúl Reyes y, se asegura, participaron ellos mismos en el operativo. Si hubieran querido los lideres latinoamericanos la tenían servida, no sólo para condenar a la Colombia uribista, sino al propio imperialismo (el mayor interventor de la historia en los asuntos de los estados extranjeros, presidenta) y avanzar en la denuncia a los pueblos latinoamericanos sobre lo que significan las alianzas del operativo Colombia. Nada. Más allá, de alguna exhortación antiimperialista clásica. Ningún llamado a la unidad latinoamericana para expulsar al opresor, ni centroamericana para liquidar los planes imperialistas en la región.
Todo quedó arreglado con el compromiso, en soledad, de don Álvaro de que no se va a volver a repetir; “una nueva oportunidad a la paz” ya había habido otros compromisos de parte de Uribe, previos al secuestro en pleno centro de Caracas del llamado “canciller de las FARC; don Álvaro no se caracteriza por cumplir con su palabra.
En esta oportunidad, el compromiso duró apenas un suspiro; Iván Ríos, es asesinado horas después de la Cumbre, con lo cual el presidente colombiano logra meter otro palo en la rueda a un posible intercambio humanitario de prisioneros.
Uribe se niega a cualquier negociación, quedó sentado en el acta. Lo de él es el exterminio liso y llano.
¿No hubo guerra? El montaje televisivo sirvió al objetivo de mostrar a los presidentes ante sus pueblos, como fieras indignadas por las maniobras terroristas de Uribe, que invade sin contemplaciones a países hermanos. Sin embargo los resultados son desalentadores.
Uribe tuvo un logro inesperado, todos y cada uno de los presentes reclamo el derecho a reprimir cualquier movimiento sedicioso fronteras adentro, haciendo uso de sus propias fuerzas armadas. De hecho, de acuerdo a algunas noticias aparecidas en los diarios posteriores a la cumbre, se mezclaba la información sobre las “brillantes intervenciones” de los presidentes, con la movilización del ejercito ecuatoriano para desmantelar grupos de las FARC en su propio territorio. La noticia indica que es el propio presidente Correa, el que ordena la movilización de las
tropas para expulsar a la guerrilla hacia Colombia.
Don Álvaro tensó la cuerda y logró que la cumbre le permita la masacre en racimos de bombas sobre su propio pueblo. Continuará llevando adelante esta política para demostrarle al imperialismo que él es el hombre fuerte de Centroamérica.
Don Álvaro espera derrotar a su propio pueblo, desmoralizarlo, evitar la liberación y el intercambio de rehenes (sobre todo si esto puede ponerle en la arena política a una competidora en la conservación del poder). Si lo logra, habrá que volver a preguntarse ¿no hubo guerra?.