Federico Sturzenegger, actualmente en ejercicio de una diputación nacional por el derechista partido político PRO -que a nivel nacional lidera el precandidato a presidente de la Nación Mauricio Macri– es también un economista de nota, profesor de universidades de primer orden, y un exitoso –liberalmente hablando- funcionario en el gobierno nacional de Fernando de la Rúa primero y en el gobierno de la CABA después.
En el mes de Abril de 2014 este catedrático dio una conferencia en la Universidad de Columbia en EE.UU., y en la misma expuso el método seguido para obtener el cargo legislativo que detenta, siguiendo los consejos del principal asesor de campaña del macrismo el ecuatoriano Jaime Duran Barba.
Y como quien mira llover enumeró prolijamente los mecanismos para llevar adelante las entrevistas periodísticas compradas para captar votos, que tienen reglas muy claras de las que el famoso asesor aconseja no apartarse nunca.
La primera premisa es no proponer nada, la segunda es no explicar nada, la tercera es que cuando se llega al gobierno se hace lo que uno quiere pero nunca hay que decirlo en los debates, la cuarta es no hablar de la inflación y decir cualquier cosa, por ejemplo hablar de los hijos; y finalmente tener claro que lo que se deben ganar son los votos y no el debate.
Fiel a estas premisas el entonces candidato a legislador nacional, cuando fue entrevistado y preguntado por la situación económica dijo: “Todos los vínculos humanos se basan en la verdad. El mío con mi mujer, el mío con mis hijos… ¿queremos hablar de inflación? Yo quiero hablar de cómo Argentina va a recuperar la verdad” . Con ese método fue electo.
Sorpresivamente para muchos el principal usufructuario de los servicios del asesor ecuatoriano, el candidato Muricio Macri, pasó en las últimas semanas de proponer las reprivatizaciones y la revisión del sistema de asistencia social y hasta de anunciar que dejaría sin efecto el llamado Fútbol para Todos, a defender a ultranza todas esas medidas y a jurar que no cambiará nada.
Esto obviamente que no se ha generado porque el llamado modelo kirchnerista y la presidenta en transición lo hayan convencido, sino porque las mediciones electorales no mostraban buen eco ante ese discurso, y como no hay que ganar debates sino los votos (Duran Barba dixit), sin tapujos se dieron vuelta como panqueques y pasaron a pregonar todo lo contrario de antes.
Y para comprobar que la falsedad de lo actuado es perfecta, en estos días previos a las PASO presidenciales del 9 de Agosto se hizo viral un instructivo del PRO dirigido a los candidatos y militantes del partido, para seguir un libreto único que pudiera mínimamente disimular el abrupto cambio de discurso de su líder máximo respecto a la AUH, Aerolíneas Argentinas, YPF, porque el discurso privatista inicial les restaba votos cada día.
La enseñanza de La Rata [[Presidente constitucional de Argentina 1989-1999 que ante el periodista Bernardo Neustadt acuñó la conocida sentencia:
“Si hubiera dicho lo que iba a hacer, no me votaba nadie”]] ha calado hondo en el pensamiento de toda la fauna política derechosa, que se apresta sin lugar a dudas en caso de ganar las elecciones de Octubre, a imponer las viejas y consabidas recetas neoliberales de los años noventa, y para llegar tienen que emular al mentor de todas las reformas de esa década infame y ocultar las reales intenciones.
Una actitud claramente tardía que la vuelve poco creíble, mucho más viniendo de la mano de empresarios que se hicieron millonarios de la mano de aquellas viejas recetas privatistas.
Basta recordar que este candidato y su papá, cuando todavía no se habían desconocido, recibieron de regalo el Correo Argentino en 1997, y lo devolvieron quebrado y debiendo mil millones de pesos-dólares de canon e impuestos.
Tener memoria no solamente sirve para no cometer los mismos errores dos veces, sino también para desmitificar la banal creencia que todavía algunos incautos tienen de pensar, que como el sujeto es un exitoso empresario, si manejara el País de igual manera podríamos ser exitosos todos.
El sofisma expuesto se cae a pedazos si consideramos simplemente que su éxito se debe al fracaso de todos nosotros, que durante la década vergonzosa de los años noventa regalamos todas las empresas del Estado a oportunistas como éste, -e inclusive a gente peor- que no dudaron en incrementar exponencialmente sus patrimonios mediante el fraude.
Así entonces queda claro que las mismas reglas por las que se venden jabones o profilácticos, son las que se usan para vender imagen política y captar votantes.
Y así se ensayan para convencer a electores las mismas reglas que se usan para los actos comerciales, y los ciudadanos a base de publicidad machacosa terminan por creer las promesas insustanciales y cambiantes.
Esa actitud es tan ingenua como creer que los jabones son inteligentes, o que el champú es distinto para varones que para mujeres, o que un desodorante es capaz de seducir a bellas modelos instantáneamente.
Para comprobar que quien más invierta en publicidad será el ganador, basta con hacer la elemental prueba de preguntar a los transeúntes en la calle qué opinan del candidato Codoni, Llach, Olaviaga o Bregman, y podrán comprobar que casi ninguno pude responder.
- Daniel Tort, abogado y periodista
tdaniel@arnet.com.ar