El brutal crimen de Candela Rodríguez conmovió al país. Sólo el castigo a los culpables podrá traer algo de alivio a sus familiares y a la sociedad. En Argentina el problema no es el delito sino la impunidad. Ningún país es indemne a crímenes, atentados, narcotráfico o salvajadas diversas pero una buena medida de la calidad institucional es la eficacia con que la justicia castiga esos delitos. En el caso Candela hubo, además, dos condimentos que ya forman parte del color local, el show mediático y el aprovechamiento político.
El asesinato de la niña de once años provoca más preguntas que certezas. ¿Las fuerzas de seguridad están capacitadas para encontrar personas que desaparecen por voluntad propia o ajena? El antecedente no es el mejor: durante la dictadura se dedicaron a desaparecer personas no a encontrarlas. Y en democracia Julio López, Marita Verón o la familia Pomar son apenas ejemplos que revelan un abanico que va desde la complicidad a la incapacidad. ¿Los medios de comunicación ayudan o entorpecen? ¿Los editores de noticias no deberían plantear algún tipo de autolimitación? Tal vez un protocolo para este tipo de situaciones extremas que no recorte la información pero que proteja a las víctimas y sus familiares. En el caso de Candela pasó de todo. Se exhibieron fotos de la nena y se metieron en su facebook en pos de averiguar contactos y conductas sospechosas.
Y hay más: ¿Por qué un caso poco claro y, en principio, vinculado a una vendetta se presentó como un emergente de la inseguridad? ¿Es ético procurar rédito político ante un crimen atroz? Francisco De Narváez, que ya hizo campaña en la primarias agitando el fantasma de la inseguridad, anunció que volvería a levantar esa bandera. Vale desplegar preguntas cuando casi todo lo que se ve y escucha genera confusión o vergüenza.
En campaña
Nadie quiere una foto con Ricardo Alfonsín. El diputado sabe de ese súbito desprecio pero decidió soportarlo en silencio. Primero fue la rebelión en Mendoza donde Roberto Iglesias llama a cortar boleta con un aviso de campaña. También el intendente electo de la capital, Víctor Fayad, tuvo palabras impiadosas: “Cuando la gente se muere, uno va y lleva a esa persona al cementerio y después vuelve a la casa, no se queda ahí, porque uno sigue con vida”. Por último, fue De Narváez, su propio socio político el que pidió pista para que cualquier ciudadano bonaerense que no quiera votar a Daniel Scioli corte boleta a su favor. El millonario colombiano pretende que Alberto Rodríguez Saá también cobije sus aspiraciones a la gobernación. Está claro que cualquier línea lo deja bien. Es una enseñanza para toda la clase política: un matrimonio por conveniencia sólo se sostiene mientras dura la conveniencia.
En el FAP reina el optimismo. Están convencidos de que Hermes Binner puede ubicarse en el segundo lugar. Ése es el objetivo de la flamante fuerza. Pero no todas son buenas noticias. Una frase de Binner desató un escándalo: “El siglo XXI es del socialismo, los otros partidos son del siglo pasado”. La UCR, en un documento que incluso firmó la vicegobernadora de Santa Fe, lo acusó de “hegemónico” y de “desmerecer” a sus socios políticos. Más allá del resultado nacional, los próximos cuatro años de gestión en la provincia no serán sencillos si las peleas subsisten. El oficialismo tiene minoría en ambas cámaras legislativas y conflicto con sus socios.
Alberto Rodríguez Saá, en cambio, tiene el patio trasero tranquilo. Por lo tanto se limita a lanzar propuestas de todo tipo (plata a los estudiantes que se reciben en su provincia, por ejemplo) y castigar por igual a todos sus contrincantes, con especial predilección por Eduardo Duhalde. El ex presidente, por su parte, volvió a arriesgar credibilidad: denunció “fraude informático” y pidió que no se repitan estas maniobras en Octubre. La novedad es que Chiche Duhalde tendrá más protagonismo de cara a los comicios que se vienen.
Esta semana reapareció Elisa Carrió. Su objetivo es juntar los pedazos de la Coalición Cívica. Patricia Bulrich y el “ala derecha” coquetea con el Pro. Los progres del partido miran con cariño al FAP o analizan dejar la actividad política. El sábado habrá un cónclave para analizar lo que fue y será. Mauricio Macri sigue inmutable. Procura obtener financiación para su futura gestión y propicia algún tipo de acuerdo con la Presidenta de la Nación.
La moralessolanización
Por fuera de la disputa electoral, en los últimos quince días dos escenas expresaron “un país más normal”: la reunión del Consejo del Salario en la que se definió el aumento del haber mínimo a 2300 pesos y la cena organizada por la Unión Industrial Argentina en Tecnópolis. En los dos cónclaves hubo empresarios y dirigentes gremiales, gobernadores y funcionarios, oficialistas y opositores. Sin embargo, las dos reuniones cosecharon críticas de un sector de la prensa y de parte de la oposición. Cabe preguntarse por qué razón los que hasta ayer criticaban la falta de diálogo ahora critican el diálogo. Por qué motivo los que se quejaban de la confrontación ahora también cuestionan los intentos de consensuar políticas.
En la multitudinaria cena con la que se conmemoró el Día de la Industria, Ignacio De Mendiguren, titular de la UIA habló de un modelo de país con desarrollo industrial y ponderó el clima de negocios. A su turno, la presidenta de la Nación pidió mesura a empresarios y sindicalistas por igual, y prometió reglas claras y rectificaciones en la política económica “si éstas fuesen necesarias”. Cristina Kirchner sabe que se avecinan meses complicados para la economía argentina por la crisis internacional y que todavía la inflación es un enemigo a vencer. La escuchaban dieciocho gobernadores, empresarios y dirigentes gremiales, entre ellos, Hugo Moyano.
Después de ese encuentro; el presidente de la UIA fue criticado por no criticar al gobierno y acusado de “oficialista”. En un artículo en el diario La Nación, Joaquín Morales Solá, le dio forma al cuestionamiento: señaló que el gobierno tenía una suerte de plan para “domesticar” a los críticos y que a esa estrategia la llamaban a “mendigurización”.
El pecado del presidente de la entidad fabril es intentar influir con sus propuestas en las decisiones del gobierno en lugar de confrontar abiertamente. Esa es una actitud de lobista no de líder empresarial, lo amonestaron. Lo mismo vale para los gremios. Todos los días aparece alguna información que da por fenecida la alianza entre el gobierno y la CGT.
Los que reclaman “dureza” a la Unión Industrial confunden, otra vez, sus deseos con la realidad. La estrategia de empresarios tiene relación directa con el nuevo escenario político surgido de las elecciones primarias, no con gustos o afinidades. También con la situación económica. Los que antes pedían acuerdos y ahora exigen confrontación añoran un país donde las corporaciones dicten la política nacional. Ni siquiera se puede decir que se trata de un reclamo ideológico. Si estuviesen en el gobierno radicales o socialistas sufrirían idéntica presión. A estos grupos económicos y a sus voceros no les importa el partido que gobierne, siempre y cuando obedezca. Es lo que podríamos denominar la “moralessolanización” de la política. Pero no lo haremos, no es bueno trocar nombres propios en adjetivos.
- Por Reynaldo Sitecase
Nota publicada en Diario Z
Edición 9.9.2011