En la medida que se acerca la próxima contienda electoral denominada PASO (Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias), se agudizan los cruces verbales entre los aspirantes de todos los sectores enrolados en la contienda, quienes no ahorran calificativos hacia los contrarios y éstos hacia los primeros, los unos y los otros en frenética carrera con la mirada atenta y especuladora.
- “Tu risa me hace mal,/Mostrate como sos/ Detrás de tus desvíos/ Todo el año es carnaval” (Tango: Siga el corso)
Pero esta actitud no repara en el 11 de Agosto donde todo está ya más o menos todo ha sido dispuesto por los democráticos dedos de los mandamás de cada lado, sino en las aspiraciones a ser protagonistas en el mes de Octubre, en que se renovarán legisladores nacionales, y se marcará una clara tendencia hacia los destinos de la elección general del año 2015 en que se optará nuevamente por la gobernación y la presidencia.
Los que quieren volver acusan a los que están de ineptos y adictos a los acomodos familiares, y éstos les retrucan que no hay que robar y hay que dejar de tener vínculos con el narcotráfico. De aquél lado llueven promesas de volver a posicionar a Salta, y de éste sector contestan que no hay que reeditar el escarnio de doce años de atropellos.
De refilón los que carecen de posibilidades estadísticas de ganar, tejen alianzas increíbles entre conservadores y socialistas, radicales ex renovadores y proto marxistas, en un mismo lodo todos manoseaos, y sin chance alguna de poder fundar de manera coherente esas imprudencias electorales llamadas alianzas, frentes o acuerdos programáticos, que trasuntan un tufillo más parecido a la desesperación que a la coincidencia.
En este circo malévolo de una idiosincrasia mediocre, los legisladores en actividad reparten harina en los comedores para fingir presencia social; el gobernador acuerda con embajadores europeos futuros negocios de grupo y brinda conferencias de prensa para apoyar la radicación de una planta de explosivos que contaminará sesenta litros de agua por segundo en plena emergencia hídrica, a la vez que sostiene sin sonrojarse que nunca ha visto un dirigente más capacitado que su hermano, a quién él mismo ha propuesto previamente como candidato. Increíble.
Mientras toda esta carnestolenda electoral inunda las páginas de los diarios y se reitera en la monótona pantalla televisiva, y las redes sociales se saturan de mensajes cruzados favorecidos por el anonimato, la sociedad salteña en su conjunto mira con asombro e indignación que –con excepción de un partido de izquierda- ninguno atisba anuncio alguno de cambio.
Hablemos claro está, de cambio real, no del prometido hasta el hartazgo falso eslogan de “el cambio somos nosotros”, que se repite como muletilla en afiches y pases radiales pero que en verdad nadie cree. Y no es creíble porque las bases mismas de la decadencia representativa de los partidos políticos reside precisamente en que los actores principales de este sainete responden a intereses económicos de clase que pugnan justamente para no cambiar nada, porque su interés está exactamente en seguir manteniendo privilegios.
No tienen voluntad real de combatir el narcotráfico; ni de purgar la administración pública de ñoquis y consultores, ni de dejar de hacer negocios con el Council Of The Americas (Nitratos Austin) o con los coloquios empresarios nacionales; tampoco intentan siquiera erradicar la pobreza o incluir a nadie mas, porque saben hasta el hartazgo que repartir la torta les quitaría a ellos las abundantes porciones de la inequidad con la que engordan sus estándares de eficiencia en la gestión. Gestión claro está realizada no para la población que los ha votado sino para satisfacer los retornos de los dueños de la economía real que los han promocionado para llegar a donde están.
El llamado sistema de partidos políticos encubre en los hechos sociedades anónimas que se turnan para ir tras las arcas del Estado cuando les toca administrar. A eso se le llama renovación democrática, y hasta nos han hecho creer que apoyar el acto electoral es una virtud cívica, y que concurrir a las urnas obligatoriamente -cada vez más seguido- nos fortalece como sociedad, cuando en verdad lo que se fortalece es la variable que económicamente favorece a un grupo, que es precisamente quien propone ese sistema.
En realidad no ocultan nada. Nos están diciendo que así el esquema que a ellos les beneficia se reeditará y nos mienten afirmando que llegará algún día en que todos seremos como ellos, cuando la realidad social histórica ha demostrado hasta el hartazgo que el modo capitalista se sostiene con acumulación progresiva, y que para mantener ese efecto es necesario no apartarse de la regla de concentración económica, y que para amasar ese bollo inevitablemente hay que hacer harina a los demás (Mafalda dixit).
- Daniel Tort, abogado y periodista
tdaniel@arnet.com.ar