Con la muerte de Eduardo Rosenzvaig, el campo popular y el pensamiento revolucionario, ha sufrido una perdida inmensa, muy pronto se dejará sentir el vacío que ha abierto la desaparición física de este profundo, prolífico, sugerente escritor, historiador y militante revolucionario argentino.
Me tocó a mí en nombre del comité central del Partido Comunista ir a decirle un Hasta Siempre. La ceremonia fue básicamente religiosa de la casa donde fueron velado sus restos, pasamos brevemente por la universidad de arte donde un grupo de docentes y estudiantes saludaban el paso del profesor y compañeros con pañuelos al aire y ojos vidriosos, inmediatamente después nos dirigimos al cementerio israelita donde se realizó un oficio religioso, luego un conmovido Luis Bonano hizo un recorrido por su gigantesca obra, meritó sus condiciones de escritor y pensador, pero se tomó tiempo para afirmar con toda convicción que Eduardo no solo fue un teórico sino que fue un militante político que hizo suya todas las causas de lucha por la redención humana y que cuando tuvo que poner el cuerpo nunca lo mezquinó, como cuando fue a cortar café a Nicaragua como miembro del movimiento de brigadistas Gral. San Martín de la Federación Juvenil Comunista.
A su turno Rogelio de Leonardi, en nombre de la CTERA, destacó el compromiso de Eduardo en infinidad de convocatorias para discutir la problemática educativa en la Argentina por lo que miles de docentes del país le rendían un tributo más que merecido y señaló a su vez que con la “Oruga sobre el Pizarrón” estábamos en presencia de la más lucida y valiente caracterización y denuncia sobre el terrorismo de estado que asoló nuestra patria.
Los que lo conocimos sabemos que tenía una dimensión ética de la política que lo ubicaba siempre del lado de los humillados, postergados y vilipendiados, ese era claramente su lugar en el mundo; gran conversador, podía mantener la atención del partener de turno y hacerle perder la noción del tiempo, y a su vez se sabe que para ser buen conversador hay que saber escuchar y en eso el era también de una gran generosidad.
Lo vi por última vez hace unos tres o cuatro meses en Salta, reunido con unos compañeros de la FEDE, que le contaban de la idea de armar una cátedra libre de letras en la universidad y que les gustaría contar con su aporte, cosa que él acepto gustoso, se lo notaba feliz y radiante junto a los jóvenes. Eduardo era un hombre de ojos buenos y tenía sus manos cargadas de ternura, que supo repartir a raudales.
A los sesenta años estaba en su plenitud y en un momento de explosión creativa (la muerte lo encontró escribiendo tres libros).
Entre el homenaje que su inmenso talento y compromiso merecen, y el que aquí le brindo, hay una desproporción que no desconozco, sólo intento cumplir con un acto de mínima justicia; pero nuestra gran tarea será reeditar sus libros, impulsar seminarios donde se difundan y discutan sus aportes, acercar su obra al debate intelectual de época y lograr por ejemplo que los obreros del cordón azucarero del noroeste vuelvan sus cabezas hacia textos como, «Historia social de Tucumán”, o “El Sexo del Azúcar”, de imprescindible necesidad para conocer la historia de sangre y muertes en la constitución de los ingenios azucareros en el norte argentino.
Su poderosa cabeza dejó de pensar el 8 de octubre y lo despedimos un 9, como el Che que fue capturado un 8 de octubre y asesinado un 9, hay ahí un hecho casual, pero que me permite imaginar, que Eduardo a bordo de un viejo Granma, en compañía del Che, de David Viñas, León Rozitchner, Marcelo Feito, Alba Luz Consentino y tantos otros, andará navegando estrellas en el cielo de los justos.
Los comunistas argentinos con el firme compromiso de luchar por la emancipación definitiva de los condenados de la tierra, alzamos nuestras banderas y despedimos a este tucumano universal.
- Leonardo Juárez
Partido Comunista de Salta