El periodista y escritor José Agüero Molina decidió dar la cara y denunciar la persecución que sufre a manos de la Juez Marta Bossini de Aguilar, quien aparentemente no le perdona la nota que publicó Salta Libre hace unos meses y en la que se hacía alusión al marido de Bossini, el famoso Manco Aguilar. Después de una violenta audiencia en la que la Juez le echó en cara el artículo escrito por Pedro Soto, le quitó los hijos, le prohibió verlos y le allanó la casa con un ejército de policías para…¡buscar juguetes! Los chicos ya se fugaron dos veces de donde viven con la madre, realizaron huelgas de hambre y escribieron dramáticos pedidos de ayuda a la Juez, cartas que la magistrada decidió ignorar. “El odio de esta Jueza me aterra y temo por mi vida”, dice Agüero Molina, quien comenzó a recibir amenazas de muerte en su celular desde que inició su serie de denuncias por esta situación. Ya están informados distintos organismos de Derechos Humanos y se prepara una presentación ante la Corte Internacional de La Haya.
“Yo, de chico, veía Perry Mason y quería ser abogado”, dice Agüero Molina, “mi paradigma de la decencia, la probidad y la pericia eran los jueces que se veían en TV, pero la realidad es otra cosa. Acá, en Salta, pesan más el capricho personal, el prejuicio y hasta la estupidez de algunos jueces, que toda la Ley junta”. Y la historia que le ha tocado vivir, se lo confirma día a día. Todo comenzó hace 3 años, cuando el Juez Víctor Raúl Soria infringió la Ley y permitió la desaparición de los hijos del periodista, los que fueron hallados por el propio progenitor después de 14 meses de intensa y solitaria búsqueda. El Juez fue acusado de mal desempeño ante la Corte y declarado culpable, lo que le costó tres días de suspensión.
“Un castigo demasiado leve para mi gusto, pero al menos funcionó el sistema”. Sin embargo, la caída de Soria terminó por ser un remedio mucho peor que la enfermedad, ya que la causa recayó en la polémica Juez marta Bossini de Aguilar, famosa en nuestro medio por sus fallos arbitrarios y feministas, además de ser una de las funcionarias que más licencias por enfermedad solicita y obtiene en la Ciudad Judicial, ya que suele buscar asistencia psiquiátrica.
Como informáramos a principios de Febrero, apenas recibió el expediente intimó a Agüero Molina a pagar $ 500 por cada día que la madre de sus hijos declarara no verlos, lo que disparó -con la ayuda inestimable del abogado Roberto Gareca, el del caso Capellán- una serie ininterrumpida de casi un centenar de denuncias falsas. “Yo no puedo decir que la Juez y Gareca están en connivencia, pero lo cierto es que la jueza hace todo lo que le dicta Gareca, al tiempo que desestima todo lo que le planteamos nosotros. Ya infringió innumerables artículos del Código Civil y ni hablar del Código de Procedimientos, violó cuantas veces quiso las reglas del debido proceso y llevó las cosas a un punto en el que mi propia abogada, la Dra. María Silvina Domínguez, me dijo que mi defensa es imposible, pues ya no se trata de un juicio, sino de una venganza personal”.
Curiosamente, lo que desató el odio vengador de Bossini fue la referencia que hizo Salta Libre a que es esposa del Manco Aguilar, funcionario de Hernán Cornejo. “Eso la sacó de quicio, se puso como loca y no aceptó mis explicaciones de que yo no tuve nada que ver con eso. De hecho, yo viví todos esos años fuera del país y no tenía ni idea de quien era su marido”. Y a partir de ahí, el desastre. Vino el cambio de tenencia (hasta entonces, los chicos estaban con Agüero Molina) y la ya célebre frase “Sr. Agüero Molina, si Dios quisiera que los padres críen a sus hijos, les hubiera dado tetas”. Y otras peores. “A mi hijo de 9 años, que le manifestó que prefería vivir conmigo y mi actual esposa, le dijo “lo que pasa es que los secuestrados se enamoran de su torturador”.
A mi, cuando le dije que iba a luchar siempre por mis hijos, me respondió “lo que pasa es que usted es un enfermo”. Los chicos comenzaron su descenso al infierno y cuatro de ellos escribieron cartas de socorro a la juez, cartas que ésta ignoró por completo. “Uno de mis hijos fue con la madrina a hablar con la Bossini y ésta los echó de muy mala manera”. Luego, la huelga de hambre, la fuga, la desdicha, los escándalos, una desgracia que daña de modo gravísimo a cinco chicos de corta edad y que la Juez Bossini se niega a aceptar, tal vez porque piensa que no debe perdonar a quien la acusó ante la Justicia.
“Según lo que escribió el propio Gareca en El Tribuno, se debe proteger a los ciudadanos dando fin a la tradicional mora judicial que conspira y amenaza la lozanía, el reconocimiento y la satisfacción de los derechos, evitando el tiempo destructor, que es la espera de una definitiva sentencia”. Pero una cosa es escribirlo y otra es hacerlo. “La actuación de Gareca nos ha causado un daño terrible, creo que es un personaje siniestro, capaz de cualquier cosa”, dice Agüero Molina, recordando el caso Capellán.
“En mi casa no se deja entrar a nadie, por miedo a que nos planten una bolsita con droga o algo peor, no me cabe duda de que alguien va a intentar destruirme socialmente a través de una denuncia fraguada, así que todos nos cuidamos muchísimo”. Pero la tarde en que la Juez Bossini le envió un allanamiento con un ejército de policías armados hasta los dientes, el periodista estaba solo en su casa. “Me trataron como si fuera un narco y todo lo que buscaban era juguetes, ya que según Gareca y la Jueza, lo más importante de este proceso era constatar que alguno de mis hijos no haya olvidado una muñeca o una pelota de goma en casa. ¿Y si a alguien se le escapaba un tiro y por error me lo daba en la cabeza?”.
Agüero Molina reconoce que tiene miedo. “Acá todavía queda gente con un pensamiento represor y tomo muy en serio las amenazas de muerte que me han llegado y que me envían al celular desde Internet, así que no las puedo denunciar. Ya van 4 veces que una camioneta que no conozco se estaciona a la medianoche frente al portón de mi casa y cuando salgo a ver, escapa. Me han hackeado mi casilla de correo electrónico tantas veces, que al final la cerré, pero lo que más me sorprende es que pasen estas cosas sólo porque una jueza quiera defender a cómo dé lugar su fallo, o porque quiere vengarse de un artículo periodístico que ni siquiera fue escrito por mi. Por eso decidí dar la cara, para que quede claro qué digo yo y qué no”.
La Juez Bossini de Aguilar y el abogado Gareca ya fueron denunciados penalmente y los chicos permanecen bajo arresto domiciliario, custodiados las 24 horas del día sin que nadie sepa de quién, cuando la amenaza real para ellos no es otra que el Juzgado de Familia Nº 1. Lo cruel es que, pase lo que pase ahora, el daño que se les ha hecho a estos chicos tal vez ya sea irreparable y cuando llegue el fallo que haga justicia acaso ya será tardío e inútil, sentencia inutiliter datur, como decían los antiguos y como gusta de repetir Gareca en El tribuno, en esos bellos artículos que tratan de probar que el sistema funciona, que los abogados son decentes y que los jueces no son fugitivos de la realidad.