“Esto es chavismo sin plata…chavismo patagónico”. El ex gobernador y actual senador nacional, Juan Carlos Romero, encontró esa frase y la viene repitiendo en cuanta oportunidad se le presenta, desde que anunciara su renuncia al bloque oficialista en la cámara Alta.
Y pretende de esa manera, según su visión, desacreditar al gobierno de Cristina Fernandez de Kirchner, descontando que “chavismo” es de por sí, un apelativo descalificador. Probablemente, el presidente venezolano Hugo Chávez, no se haya preocupado demasiado por esta aseveración, ocupado como está en recomponer sus relaciones con Estados Unidos y tratando de consolidar su programa socialista en la republica boliviariana, con el respaldo electoral de mas del 50 por ciento del pueblo de su paìs. Pero Romero, no sólo repite esa frase, creyendo ser ocurrente, sino que además insiste con otro mote, que imagina mas picante, atribuyéndole a la actual administración ribetes de “stanilismo”.
En suma, el ex gobernador y gestor del llamado Peronismo Federal, en el que pretenden aglutinar a figuras rutilantes de la derecha como Mauricio Macri y Federico de Narváez y los ex presidentes “por un día”, Rodríguez Saa y Ramón Puertas, acusa de “autoritario” y hasta “totalitario” al kirchnerismo. Tanto él como otros de los integrantes de ese nuevo espacio conservador, le endilgan al Ejecutivo, haberse apropiado del Congreso Nacional, vulnerando la “division de poderes” y condicionar a los medios de prensa, como actitudes violatorias del sistema democrático. A ello hay que agregar que desde las páginas editoriales del diario de su familia, el pensamiento romeriano se escandaliza por las apocalípticas advertencias de Néstor Kirchner, cuando vaticina para las inminentes elecciones legislativas, que si Cristina no obtiene mayoría “el país explota”.
En el mismo texto, defiende con enjundia el interés de las “minorías” y sus derechos de acceder a los escaños legislativos para ser “mayoría” y refuta la necesidad de “mantener el modelo”, que enarbola Kirchner, porque según se asombra, la CTA informa que en el país hay 6,3 millones de pobres y que 3,1 “pasan hambre”.
Estas críticas al modelo kirchnerista podrían ser atendibles en el libre juego de las ideas que facilita la democracia, que según la visión libertaria de El Tribuno “tanto nos costó conseguir”. Pero viniendo de quien viene, tales afirmaciones quedan sometidas al inevitable repaso de la memoria y el archivo y su sola enunciación causan por los menos, asombro y escozor. Durante sus doce años de mandato, Romero gobernó con mayoría agravada en ambas cámaras.
Cualquier proyecto enviado desde el Ejecutivo Provincial, tenía apenas un trámite formal puesto que tanto diputados y senadores justicialistas avalaron sin chistar todas y cada una de las iniciativas oficialistas. Los gritos y quejas de la oposición resultaron vanos, frente a la aplastante mayoría que a pesar de haber sido obtenida legítimamente en cada elección, contaba con la ventaja de una ley electoral cuyo sistema proporcional de reparto de bancas, sigue siendo cuestionada.
En el reciente encuentro del peronismo disidente convocado por Romero en el Centro de Convenciones, uno de los asistentes aludió a la disciplina legislativa del oficialismo kirchneristas aseverando que el Congreso “es una escribanía”. Un somero repaso por las iniciativas enviadas a la Legislatura y aprobada por la mayoría romerista podría al menos sonrojar al autor de aquella frase en su comparación con un registro notarial: reforma del Estado, privatizaciones de empresas púbicas, empréstitos obtenidos con la garantía de las regalías hidrocarburíferas, aumentos de tarifas de servicios públicos, transferencias de partidas, enajenación del territorio (Salta Forestal), eliminación de reservas naturales (General Pizarro), entre otros, tuvieron su colorario con los pliegos que Romero envió en los últimos estertores de su gestión, para integrar la Corte de Justicia. Gustavo Ferrari y Guillermo Catalano, sobre todo el primero, llegaron al máximo tribunal con el repudio inédito y generalizado del foro local y un rechazo explícito a la amanuencia legislativa para aprobar su nominación.
En el mismo encuentro del “peronismo opositor” no se ahorraron críticas a la supuesta “manipulación” al sistema democrático encarnada por los Kirchner. Es válido recordar, por ejemplo, que Romero forzó su segunda reelección tras haberse fugado de ballotage dejando a la inmensa mayoría de los ciudadanos sin la ocasión de ratificar su mayoritario rechazo a la fórmula presidencial que integraba junto a Carlos Menem.
Y en cuanto a ese tercer mandato, no hay que olvidarse que lo obtuvo luego de que por imperio de su mayoría legislativa se convocara a una Convención Constituyente con elección incluida, sólo para reformar un artículo de la Constitución que le permitiría presentarse nuevamente. El «SI» a la reforma ganó la elección, pero en la sumatoria, la oposición que participó en forma fragmentada, obtuvo la mayoría. Pese a tener la mayor parte del electorado en contra, Romero tuvo su Convención.
En aquella oportunidad, la oposición se retiró del recinto y dejó a la bancada oficialista expuesta a justificar que “dos es igual a tres” y que Romero era algo así como ser enviado por la providencia para conducir el destino de los salteños.
Romero acusa a los Kirchner de ser “autoritarios”. Las represiones sufridas por quienes se atrevieron a enfrentar su modelo y la carga de víctimas fatales y heridos, que se registraron en aquellos violentos desalojos de rutas, calles y plazas, parecen desautorizarlo para proferir esa aseveración.
La represión a las maestras, el 1 de abril de 2005; la muerte de Aníbal Veron, en General Mosconi; los desalojos de San Expedito y Divino Niño, son apenas una muestra de la “autoridad” por la fuerza impuesta por Romero, en algunos casos, desoyendo resoluciones judiciales.
El actual senador nacional, sorprende también cuando le imputa la kirchnerismo el condicionamiento y cooptación de los medios de prensa. Hasta el propio Bernardo Ravinovich, antes de caer en desgracia, firmó una columna cuestionando a los “medios oficialistas”. Ante tales afirmaciones, resultaría ocioso mencionar la política de medios llevada a cabo por la administración romerista. Una estrategia de mordaza, fundamentada principalmente en el cepo publicitario y la andanada de causas judiciales abiertas contra periodistas independientes, como la encarada por Romero contra el fallecido Sergio Poma.
Lo mas reciente, son las críticas lanzadas contra las boletas testimoniales y los anuncios “catastróficos” de Nestor Kirchner, ante una eventual derrota del oficialismo. Romero tal vez no recuerda que fue compañero de fórmula de Menem, el mismo que en el 2005 extorsionó a los votantes con el cataclismo del “nosotros o el caos”. Y fue el mismo Romero, quien ante al anuncio de la candidatura de Juan Manuel Urtubey por afuera del peronismo, también vaticinó el final de los tiempos, ante una eventual victoria del entonces joven legislador, como finalmente ocurrió.
En cuanto a las eventuales “candidaturas testimoniales”, Romero olvida que hace una década, el oficialismo llevó como primer candidato a diputado nacional a Armando Caro Figueroa, quien entre otras cosas venía, de vivir varios años en España, y no tenía domicilio fijo en Salta, algo que se le imputa a Kircnher por su aventura bonaerense. Caro Figueroa nunca asumió y terminó como ministro de Trabajo de Menem.
Las comparaciones suelen ser odiosas, sobre todo para quienes miran la paja en el ojo ajeno. La persistencia de la pobreza y la indigencia en la Argentina, es un mal crónico que a los diferentes gobiernos le ha resultado imposible resolver. Para quien gobernó 12 años y no pudo cambiar ni un ápice los indices de marginalidad en la provincia, debería al menos imponerse un silencio vergonzante y no salir a ladrarle a la actual administración nacional por las mismas culpas.
Tal vez, el ex gobernador Juan Carlos Romero, elaboró su discurso opositor, pensando en el electorado porteño y bonaerense, donde es prácticamente un desconocido. Y no pensó, que por estos lares sus afirmaciones podrían llamar a risa, por hipócritas y atrevidas. Pero afortunadamente, como canta León Gieco, “todo está guardado en la memoria, arma de la vida y de la historia”…
- Por Héctor Alí
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