Payogastilla, San Carlos. (Enviado Especial de Salta Libre) Con una Cafayate cada vez más bulliciosa, próspera y cara como destino principal, los Valles Calchaquíes atesoran también ese contraste turístico de precariedad y pobreza tan buscado por la nueva ola de visitantes nacionales e internacionales. Moda que analiza la nota titulada “Vacaciones baratas en la pobreza ajena”, en el último número de la revista “Ñ” del grupo Clarín.
En la localidad de Payogastilla, estas familias componen la Red de Turismo Campesino y ofrecen a turistas descubrir otra realidad conviviendo en medio de su precaria subsistencia. Por unos pocos pesos los visitantes podrán quedarse desde una hora y hasta quizás un par de días, sin agua potable, compartiendo sus letrinas, con visitas guiadas a la escuela rancho de la zona y la austeridad de su desprovisto centro de salud.
La promoción turística está al margen de la famosa cultura, tradición e identidad típica salteña. Se ofrece la autenticidad -con sello de pobreza- en la que vive cada campesino de la zona turística más rica de Salta.
Esta nota parece una broma. Pero no lo es. Los vecinos de Payogastilla en realidad promocionan por internet este atractivo a los turistas que deseen instalarse en carpa o en sus cuartos para vivir como un verdadero hijo de campesino en medio de la precariedad, la pobreza y el olvido del gobierno salteño.
50 familias de 13 comunidades
El 2006 fue el primer año que lanzaron esta alternativa para el turista. Se reciben reservas. Las estadísticas que tiene la Red de Turismo Campesino marcan que ya disfrutaron de esta nueva opción de turismo alternativo en nuestro Valle Calchaquí cientos de turistas. Y les ha parecido una experiencia excitante.
La difusión se hizo a través de la prensa nacional, folletos y hasta un DVD que lo tienen en venta. Donde se promocionan la forma de vida de unas 50 familias que forman parte de esta red, de 13 comunidades.
Cada Familia muestra qué es lo que ofrece: el alojamiento, la cabalgata, la artesanía, sus comidas y cómo las elaboran, cómo se siembra y se cosecha (el turista puede colaborar en estas faenas), en fin: cómo se vive el día a día en el corazón olvidado de los Valles. Y hasta tienen una página en Internet: www.turismocampesino.org
¿Qué tan exótica para turistas puede ser la vida sacrificada de campo de Ruth Rosales, una pequeña productora del interior de Salta? Ella misma lo explica en esta nota.
Si la vida de Ruth no es de por sí suficientemente penosa, los lectores de Salta Libre tendrían que considerar el colmo del exotismo invitar a los turistas -aunque fuese por un tiempo muy corto antes de regresar a sus comodidades urbanas- a vivir sumergidos en la pobreza, sin servicios o recursos humanamente dignos para la subsistencia, siendo parte fugaz, alternativa y contrastante de esa riqueza turística tan difundida de la que goza Cafayate en el país y el exterior como cabecera de departamento de los Valles Calchaquíes.
Contracara del turismo salteño
Ubicarla dentro del mapa de la riqueza turística de la región Sur de los Valles Calchaquíes de la provincia de Salta, en el Noroeste de Argentina, no es tarea fácil porque es un pequeño paraje olvidado por los gobernantes y apenas descubierto por turistas intrépidos. Se llama Payogastilla. Está distante a 25 Km. de Animaná, que a su vez está a unos 30 Km. del municipio de Cafayate y San Carlos. Es la contracara de las “niñas bonitas” del turismo y el empresariado nacional e internacional y de las deslumbrantes inversiones de los más afortunados políticos de Salta. La ciudad bodeguera por excelencia y serenatera por tradición, famosa y pujante reina de los Valles Calchaquíes, está cerca. Pero Payogastilla parece vivir en las antípodas de su realidad económica y social.
En esa zona privilegiada por la naturaleza actualmente se vive una verdadera bonanza empresarial turística gracias a los capitalistas viñateros, las inversiones en cadenas de hoteles 5 estrellas y la proliferación de bodegas cuyos dueños son empresarios de todo el mundo, o que pertenecen a testaferros de nuestros enriquecidos gobernantes y funcionarios provinciales.
Este es el extraordinario contraste que muestra la insólita historia de la Red de Turismo Campesino, cuya referente típica podría ser esta madre de seis hijos, tan luchadora como otras mujeres del grupo de 18 familias de la localidad de Payogastilla. Su existencia es solo una muestra de cómo sobrevivir totalmente al margen de los recursos que genera el principal centro turístico de la Provincia.
Sin acceso a servicios mínimos
La situación del grupo familiar de Ruth no es diferente a la de las otras 17 familias de la localidad de Payogastilla, que como ella, padecen el ahogo de tener que sobrevivir sin los derechos mínimos de acceso a la asistencia que debe proveerles el Gobierno de la Provincia.
Lo increíble de la falta de asistencia municipal en la que viven las familias de Payogastilla no deja margen imaginable para lo que deben padecer otros pueblitos fuera de los promocionados círculos turísticos.
La inercia estatal se origina desde la máxima autoridad justicialista de la Municipalidad de San Carlos, el intendente José Aquino, y alcanza al gobierno de Juan Carlos Romero, principal inversor hotelero y bodeguero de la zona turística y enriquecido mandatario provincial de turno.
Ruth Rosales vive hace 10 años en Payogastilla. Ella nació en la provincia de Catamarca, pero sus padres fueron productores de toda la vida en la zona, puesto que son nativos de Animaná, y como tales ellos conocieron mejores momentos que los actuales en pleno auge turístico de los Valles Calchaquíes.
Ruth tiene 6 chicos pequeños, uno tras otro. Vive con su esposo de los pobres frutos que les brinda la tierra, sin agua potable, sin redes de riego y a merced de las temporadas de lluvia. Integra la curiosa Red de Turismo Campesino, y trabaja en el cultivo de pimiento, cebolla, tomate, además de pastos y cereales para los animales.
“El intendente no existe”
Como las otras 17 familias de Payogastilla, la de Ruth Rosales también se siente abandonada por la intendencia de San Carlos, encabezada por José Aquino. Aunque están ubicados tan solo a 25 kilómetros de la Municipalidad de San Carlos, la ayuda no llega nunca.
Tienen un solo medio de transporte que pasa una vez al día. No tienen medios de comunicación. A través de sus propias gestiones los pequeños agricultores consiguieron ayuda de un senador de la provincia para subir el precio de sus productos y para su comercialización.
“El intendente es como que no existe para nosotros”, dice amargada Ruth. A pesar de su lucha contra la burocracia, la red de agua no llega a toda la comunidad. Son 18 familias y la red solo está llegando a diez familias. Hay otras seis familias que quedan sin agua y otras dos que están muy alejadas. “Y vemos imposible que llegue hasta allí”, dice la campesina, ya resignada.
Como no tienen agua para sus plantas y sembradíos, tienen que esperar que pase el tiempo de estiaje (caudal mínimo) de una acequia, que son tres meses o cuatro meses, hasta enero y febrero cuando recién llegan las lluvias.
“Desde Octubre no tenemos nada de agua. Tenemos que esperar un turno de riego. Cada veinte días, tenemos seis horas, según la cantidad de tierras que tenga cada uno”.
Ruth conoce como nadie lo barato que cuesta su gran esfuerzo y sacrificio de trabajar como agricultora todo el año. La bolsa de cebollas la venden a $4. El kilo de pimiento para pimentón consigue con suerte venderlo a $3,50.
Otras verduras que cultivan todo el año se venden a precios irrisorios, como el cajón de tomate a $5; el cajón de morrones, apenas si llega a $7. Con estos precios no llegan a recuperar ni siquiera los costos.
La tiranía del gas-oil
Ruth afirma que lo que realmente los mató también fue la suba del gas-oil. Por esta causa no pueden contar con un tractor propio para trabajar o retirar sus productos. Dependen de un tractor que les envía la Municipalidad, que empieza a trabajar por turnos en enero. Tienen que esperarlo con angustiosa paciencia. No les queda otra. Es que el tractor tiene que pasar antes por otras varias comunidades de San Rafael, San Carlos, El Barrial y Amblayo.
“Es decir que el tractor municipal puede llegar a Payogastilla recién en mayo. Para nosotros plantar cebolla en mayo es muy tarde. O sea que estamos sacando menos calidad de producción y menos rendimiento por plantar tan tarde. Si ocupamos un tractor para que lleguemos a tiempo con toda la plantación nos sale $200 pesos la hora de arado, y estamos poniendo 5 o 6 hectáreas por productor”, explica Ruth.
Escuela rancho no erradicada
El paseo turístico alternativo bien podría culminar con una gran caminata educativa. A los niños la escuela de Payogastilla el edificio escolar les queda de uno a tres kilómetros de distancia. El estado de la escuela es deprimente. Los padres
La escuela tiene un baño con letrina y apenas dos aulas para 22 alumnos. Cuenta con una pequeña galería y si ahora tiene una pequeña cocina, y un comedor, fue gracias a las lotas y rifas y pequeños aportes de los padres, porque el Ministerio de Educación no envió nunca ayuda para que deje de ser una escuela “rancho”.
Los niños no tienen su copa de leche. Toman solo un té a la mañana cuando ingresan a las 8, y luego el almuerzo hasta que salen a las 14 horas. Con un esfuerzo lograron una merienda, pero solo porque la leche, el té o la yerba y el pan, se lo dona todo el año un panadero de Angastaco, llamado Pedro Palomino.
Salud desamparada y “exotic tour”
El centro sanitario de la zona no cuenta con lo mínimo necesario para la atención primaria de la salud.
Este panorama lo pueden vivir como una aventura increíble de turismo alternativo y antropológico no sólo el visitante finlandés o belga: el gobernador y el vicegobernador de la Provincia podrían descubrir este mundo tan alejado de sus vivencias cotidianas si decidieran salir por un momento de sus refugios dorados en fincas, bodegas y hoteles de lujo y mirar lo que pasa a pocos kilómetros de sus florecientes posesiones.
Con sólo un poco de audacia y curiosidad puestas al servicio de nuevas y exóticas experiencias, Walter Wayar y Juan Carlos Romero pueden llegar a disfrutar de una atípica jornada dentro de la “Red de Turismo Campesino” de los Valles Calchaquíes. Sin duda alguna, para ellos esta será una aventura inolvidable.