Néstor Salvador Quintana falleció 19 de agosto en Salta a los 90 años de edad, ocho días antes de cumplir 91 años. Quintana, decano del periodismo de Salta, nació en esta ciudad el 27 agosto de 1933. En agosto de 2014, en vísperas de cumplir sus 80 años visité y conversé con Néstor en su casa. En recuerdo y homenaje a su memoria.
Semblanza sobre el periodista, político y docente, que se publicó un periódico local.
Entre el periodismo bohemio y el digital
Pasado mañana martes, Néstor Salvador Quintana cumple 80 años. Nació 27 de agosto de 1933, en un ventoso día. Su nacimiento se produjo cincuenta y ocho días después de la muerte de Hipólito Irigoyen, político al que adhirió su padre, asturiano emigrado a Salta a los 13 años.

Néstor cursó estudios secundarios en el Colegio Belgrano de Salta. Fue en esos años cuando formó parte de la redacción de la revista estudiantil “Cóndor”. En 1955, incorporado a la Unión Cívica Radical, fundó con otros jóvenes el Ateneo “Leandro N. Alem”. En 1957 fue secretario general del Consejo de Educación de la Provincia. A comienzos de la década de 1960 inició estudios de Derecho, los que años después interrumpió.
Decano del periodismo salteño, Quintana se inició en el periodismo a los 18 años colaborando en las ediciones clandestinas del diario “El Intransigente”, clausurado y confiscado por el gobierno nacional en 1949 . Eludiendo esa clausura, “El Intransigente” comenzó a imprimirse en mimeógrafo y a distribuirse clandestinamente
Hoy sigue activo como docente universitario en comunicaciones sociales en la Universidad Católica de Salta. Del diario en mimógrafo, después en rotativa, pasó al offset, al periodismo digital y a las redes. Como siempre, Néstor comienza su jornada a las ocho de la mañana, prepara sus clases y sale a la Universidad Católica a dictarlas. Está casado con Silvia Sosa Arias con a que tuvo tres Fernando, Ramiro y Alejandro, fallecido joven.
“En la travesía de la vida me tocó ser testigo de cambios vertiginosos en lo social, lo político y en el periodismo. En nuestro oficio no cambió solo la tecnología, también cambiaron conceptos, prácticas y hasta las fuentes de información. Viví aquel periodismo bohemio que esperaba la salida del diario en el trasnoche de los bares del centro. Asistí a la desaparición del telegrama de agencia y la linotipo y a la aparición del periodismo digital”.
En Quintana coexisten y se realimentan tres vocaciones que pudo desplegar como práctica: las de Periodista, político y docente universitario. “Por allí transcurrió mi vida. Sigo transitando caminos que comencé a andar cuando tenía 18 años. Mi relación con la política y el periodismo se inició cuando era chico. En esto influyeron vínculos familiares y sociales. Mi padre era amigo y vecino de David Michel Torino, político radical y periodista y director del diario “El Intransigente”.
Quintana tiene un apodo “Picoroto” adquirido en la niñez y retocado en la juventud: “Picoroto”. Primero, alguien se lo dijo por lo “pícaro y travieso”. Luego, por sus dotes de orador o “pico de oro”. Fue, y es, uno de los mejores oradores políticos de Salta, especie casi extinguida en esta época donde los candidatos hacen política mostrando caras sonrientes en costosas vallas y carteles. Tiene, además, dos seudónimos: Facundo López, que asumía posiciones liberales y Martín Cruz, las de nacionalista.
Hijo de Salvador Quintana y de María Antonia Perotti, emparentada con don Arrigo Morosini, “que fue como mi abuelo y estaba muy vinculado socialmente”. María Antonia era maestra. Joaquín Castellanos la nombró en la Escuela “Jacoba Saravia” de la que fue directora
“En 1950 puso un retrato del general San Martín en el hall de la escuela. Era un cartel impreso el SUPE, sindicato de petroleros del Estado. Al día siguiente sacaron esa imagen de San Martín para colocar en su reemplazo una foto de Perón. Mi madre se quejó y, para sacarla del medio, la nombraron inspectora general, cargo con el que se jubiló”, recuerda Néstor.
Aquella ciudad de Salta de comienzos de los años ’40, se reducía a siete o diez cuadras en las cuatro direcciones. Todo era próximo, familiar, cercano. En las elecciones de 1946, Quintana tenía 14 años y un amigo que conserva: Marcelo “Tetera” Valdez. “El día de la elección nos sentamos frente a legislatura para seguir el escrutinio. Tomás Ryan fue fiscal radical y luego se hizo peronista”.
La casa paterna estaba en la calle Santiago del Estero 450. “Mis recuerdos más lejanos deben ser del año 1939, cuando mi padre me llevaba a tomar naranjada en una confitería en calle Mitre, frente a “El Intransigente”, donde entrabamos. Los linotipistas escribían mi nombre en letras de plomo, que me regalaban para que usara como sello”. Ese fue su bautismo periodístico en ese diario cuyo primer número apareció el 17 de abril de 1920 con el nombre de “El Cívico”.
“Conocí a ese diario en su adolescencia. Ya era prestigioso. Al periodismo entré joven, colaborando en el boletín mimeografiado que se editó como hoja clandestina durante los seis años que duró la clausura del diario (1949 a 1955) El mimeógrafo se ocultaba en baúles de distintos autos.
Los textos, en las medias. Recuerda muchos nombres. Algunos: Felipe Nicoleno, Andrés Mendieta, Carlos Fernández Iriarte, Pablo Outes, Rodolfo Plaza, Veniero Morandi, “Ututo Marocco”, Román Bravo, Edy Outes, Carlos Juárez, Nelson Muloni y Nolasco Zapata, “uno de los periodistas más completos que conocí”.
Su ingreso a “El Intransigente” se formalizó en 1958. Ese año, el radicalismo concurrió a elecciones dividido: la Unión Cívica Radical del Pueblo, liderada por Ricardo Balbín y la Unión Cívica Radical Intransigente, por Arturo Frondizi, que triunfó con apoyo peronista. “El Intransigente” fue crítico del pacto de Frondizi con Perón y del gobernador Bernardino Biella.
En junio de 1960 murió Michel Torino. En sepelio, entre otros, hablaron Santiago Nudelman, Arturo Oñativia, José María Saravia, Andrés Mendieta, Gerardo Restom y Quintana, en representación de la Juventud Radical.
Recordó reuniones en el comité Ituzaingó y Urquiza, tertulias en el diario, visitas a la cárcel. “Y ahora, qué pasa? No sólo perdió la democracia a su defensor insobornable, ni el país a su patriota leal, ni el partido al ilustre correligionario, es más: queda una juventud entristecida en el luto de una orfandad irremplazable”, dijo.
La dirección del diario pasó a manos de su hermano Martín. Cuando éste murió en 1964, se constituyó la Fundación Michel Torino, asumiendo como director el doctor Carlos Saravia, “gran lector, un caballero del que tengo el mejor recuerdo”. Saravia se propuso abrir el diario para superar los enfrentamientos que terminaron en la clausura.
“Nos convocó a Valdez y a mí y nos que había que abrir el diario y cerrar heridas abiertas. “Tetera” se hizo cargo de la información de los barrios y villas y yo hice una entrevista Tomás Ryan, lo que algunos vieron bien. Posición que no compartí. Me fui del diario en 1963 cuando comenzó el gobierno de Illia.
En dos largas conversaciones, Quintana fue desgranando una cantidad de interesantes recuerdos y opiniones que deberían destinarse a un libro. Una sola: Quintana conoció a su bisabuela Adela Flores de Maldonado que le relató el día de 1867 en que conoció a Felipe Varela al que le ofreció un mate, lo que el caudillo agradeció con un “gracias, moza”.
Adela, que murió a los 103 años, pudo haber nacido en 1854, con lo que tendría 15 años cuando vio a Varela en el patio de su casa. En la charla desfila un enorme cortejo con las tramas políticas salteñas, sus personajes relevantes, los lances caballerescos a sable o pistola para lavar agravios, el rico anecdotario periodístico, la picaresca local y la transformación de Salta.
¿Se puede resumir una vida?, preguntamos. “La vida de uno es la combinación de lo que nos proponemos, del medio en que ella pasa y de las circunstancias que tenemos que afrontar. Actuamos bajo estímulos personales, pero también sociales. A veces me tocó estar en el lugar y en el momento oportuno”.
Gregorio Caro Figueroa, periodista e historiador