Con todo la degradación moral e institucional que vemos últimamente en la Argentina no ganamos para disgustos. Pero mi pregunta retórica va aún más allá: ¿Realmente estamos en democracia?
Cada vez más con el gobierno que supimos conseguir vemos como la miseria humana sale a flote como el excremento sobre el agua. Ahora resulta que las históricas corrientes de migrantes o extranjeros son también los culpables de la pobreza en la Argentina. No confundamos Pichetto no es un ignorante.
El odio florece
A la par de los cimientos de la democracia donde todo florece, florecen también los discursos de odio, emergen los partidarios de la restricción, aparecen los renegados de la diversidad. Todo esto me hace pensar esa irresponsable frase, agraviante, innecesaria, dicha con sorna.
Pichetto a vos te pregunto. Soy norteño, de padres y abuelos inmigrantes o extranjeros. ¿Por ser norteño y pobre no tengo nada que ver con la Argentina? Según tu visión parece que tengo culpa de mi cultura; de haber escuchado con el corazón y mi alma a Illapu, Inti Illimani, Los Jaivas, Markama, Las Voces Blancas; al gran Jaime Torres o reconocer el aporte a nuestra identidad musical de Ernesto Cavour, músico, compositor e investigador considerado en Bolivia como el “maestro del charango”, Daniel Navarro o también Rolando Goldman.
Arcaico y antidemocrático
No se ustedes, pero a mí me parece antidemocrático y arcaico de un avezado político decir que el sonido de un charango no es parte de la cultura o el ser argentino. Me remonta a la época de la dictadura cuando tener un charango era como cargar un fusil o era considerado un instrumento peligroso.
La dictadura fue la que se encargó muy bien de atacar todo lo de origen latinoamericano. En aquellos tiempos los que tocaban el charango lo tenía que hacer ocultos o guardados. En la era de Pinochet en Chile directamente estaba prohibido este instrumento.
Una vez los integrantes del grupo Markama contaron a la prensa que los obligaban a cambiar las letras de sus canciones porque contenían palabras, como “pobre”, “libertad” y “pueblo”, que estaban prohibidas. La dictadura militar argentina llegó a un punto de prohibir la música andina porque la consideraba una música de guerrillero.
Convicción oculta y profunda
En aquellos tiempos la estrategia para evadir la censura era cantarlas en quechua. La frase de Pichetto salió a la luz como una estocada al corazón del ser argentino y ahora sabemos que vino de una convicción oculta y profunda. A mi provocó dolor y tristeza porque rememora la época de las listas negras, las persecuciones a renombrados artistas y el doloroso exilio del país.
Como periodista de artes y cultura sé que para muchos músicos latinoamericanos significó la tortura, la persecución o la muerte, Para los más pudientes el exilio y la partida a Europa. Pero la contrapartida del ese intento de silenciarlos fue la expansión en países como en Alemania, Francia, Suiza, Bélgica. En ese período muchos discos fueron grabados y difundidos fuera de Argentina, algunos de ellos incluso como público argentino, no pudimos escucharlos.
En este contexto, el charango como instrumento de cuerdas criollo más antiguo tuvo sus trabas políticas para integrarse a la cultura argentina según contó alguna vez Jaime Torres. De una entrevista que le hice me dijo en síntesis como se afianzó en nuestra región, luego de la llegada de la conquista en Bolivia, en Chile, en Perú, en Colombia, en Argentina. Hoy es una suerte de instrumento representativo de un continente sudamericano y un símbolo de unidad de nuestros pueblos.

Desconocer la identidad migratoria
Sin embargo, vemos que todavía hay algunos que parecen desconocer o no reconocer nuestra identidad migratoria. La llegada del charango a la Argentina es producto de la masa inmigratoria proveniente de Bolivia. Sabemos entonces que Pichetto no reconoce ese folclor como argentino porque en su primera etapa encontró sus cultores en las provincias de Salta, Jujuy y Tucumán; de la mano de obreros que llegaban a trabajar a las Zafras Tucumanas.
Luego lo que seguramente no le gustó a Pichetto, es que ese instrumento junto a la pobreza de sus cultures, se expandió a la provincia de Buenos Aires con las corrientes migratorias bolivianas a territorio bonaerense. De este flujo migratorio surgió el gran músico Jaime Torres, quien para mi y para muchos es el mejor charanguista del mundo. Este argentino fue hijo de padres bolivianos, nacido en Tucumán y desde muy chico se radicó en Buenos Aires.
Lo cierto es que las músicas folclóricas argentinas tienen una fuerte presencia en las identidades contemporáneas. Esta identidad surge de los penares del desarraigo y la cultura de compartir y transmitir ese repertorio folclórico popular como parte de una identidad musical.
No entender este fenómeno cultural, artístico desde una perspectiva socio histórica, es realmente insólito para un avezado político y representante del pueblo argentino con funciones legislativas. Realmente sorprende esa su incapacidad de dejar atrás la vieja dicotomía centralista y provincial.
Más allá del instrumento y sus cultores considero que lo peor fue señalar a los norteños migrantes como origen de la pobreza argentina. En la cabeza de Pichetto subyace una negación sobre el hecho que las transformaciones sociales atravesaron la vida de los hijos nacidos argentinos de origen migratorio, trabajadores, artistas, intérpretes y creadores musicales. En definitiva, son personas que jugaron un papel enriquecedor y de mutua influencia.
El folclor como lo veía Onganía
Esta oculta negación por convicción que afloró en Pichetto para mi se asemeja sin duda al pensamiento de la dictadura como la de Onganía desde 1966, otro dictador que tuvo también la firme intención de disciplinar y censurar las expresiones de las juventudes de ese tiempo, con una fuerte exaltación de los principios conservadores, nacionalistas y católicos.
Tal como Onganía veía en el folclor y en otras muchas expresiones culturales a su principal enemigo, hoy esa mirada simplista y obtusa pone al descubierto a un diputado como Miguel Pichetto, pero sin duda florece como ya lo vimos, también en la mente totalitaria de Javier Milei y sus seguidores. Para eso, y como ya los vimos, solo hay que hacerlos sentir relajados y dejarlos hablar.
Para: www.calchaquimix.com.ar