El vocablo Otpor (resistencia en lengua Serbia), es el nombre de un movimiento libertario surgido en Yugoslavia en octubre del año 1998, que se constituyó como una movilización civil, no violenta, de jóvenes que luchaban para derrocar al terrible dictador Slobodan Milosevic (Slovo) y a su sistema mafioso-político instalado desde hacía más de doce años en ese país.
Los jóvenes del movimiento Otpor, en vísperas de la agresión de la Otán a Yugoslavia, fueron instruídos por el coronel estadounidense Robert Helvy en técnicas de desestabilización y desgaste basadas en los manuales de Gene Sharp, principalmente en su texto “De la dictadura a la democracia”, y en los preceptos del Instituto Albert Einsten y su “proyecto no violento contra dictadores” (en su propia página se define como un “instituto para el estudio y el uso de estrategias no violentas en la resolución de los conflictos en el mundo”).
Consistían en principio, esas técnicas, basadas en los documentos de Sharp, en acciones no violentas a través de la movilización de la sociedad civil, un proceso de desestabilización soft mediante la utilización de las redes sociales de Internet, las apariciones grupales en edificios públicos, la promoción de la desobediencia social, la no cooperación, el boicot, la creación de rumores, el no pago de impuestos, la ridiculización, etc., todo ello no exento de cierta creatividad y ocurrencia. Estados Unidos financió en ese momento 70 sedes de Otpor en territorio yugoslavo para la instrucción en los métodos de desestabilización “no-violenta”.
Concluida la guerra, la actividad Otpor, lejos de desaparecer, se incrementa y su método se exporta desde los movimientos juveniles no violentos de Yugoslavia, a otras latitudes, aunque bajo signos ideológicos diferentes y con otros fines menos nobles que los de derrocar al tirano Milosevic. Dicho de otro modo, las técnicas Otpor se trasladan, en forma ya no tan pacífica, a aquellos países cuyos gobiernos no son convenientes para los intereses de los Estados Unidos o que tratan de instalar una barrera y un límite al despliegue incontrolado de los negociados y de la depredación propia del neoliberalismo en el mundo. El manual Otpor se aplica en este momento principalmente en Venezuela (contra el gobierno del presidente Hugo Chávez) y también en Cuba, Bolivia y la Argentina.
Pueden encontrarse algunas relaciones entre la estrategia Otpor y las llamadas Revoluciones de colores, que es el nombre adoptado inicialmente por las movilizaciones políticas en el espacio de la Ex Unión Soviética contra líderes autoritarios y dictatoriales, manifestaciones de acción directa “no-violenta”, de desestabilización, que adoptan como símbolo un color específico y que tienen como guía el discurso liberal, pro-occidental, burgués. Esas llamadas Revoluciones de colores se caracterizan, entre otras cosas, por la utilización de un símbolo: el puño blanco con fondo negro u de otro color, naranja, rosa, etc. según se trate de Ucrania, Georgia, etc.
La estrategia Otpor quizá encuentre también, al menos en un punto, alguna relación con lo que dentro del territorio norteamericano se conoce hoy como el movimiento Tea Party. Éste constituye una movida que bajo fines aparentemente nobles como son una mayor libertad para los ciudadanos, la oposición a la presión impositiva del gobierno, la defensa de las decisiones e iniciativas civiles, la cohesión social, etc. vehiculiza en realidad la defensa de la ideología neoliberal, las posiciones racistas, discriminatorias, individualistas, antipopulares, elitistas, etc. alineándose de este modo detrás del partido republicano y de todo lo que el mismo implica.
En Venezuela la estrategia Otpor, en contra del presidente Hugo Chávez, se congrega bajo la sigla ORVEX y su “Manual para la formación, mantenimiento y multiplicación de comités de desobediencia y resistencia” y su uso en las redes sociales en Internet y un símbolo: una mano blanca o un puño con los colores de la bandera venezolana en un fondo negro, en consonancia con la simbología de las Revoluciones de colores en el mundo.
En la Argentina, la estrategia Otpor, es encabezada (a esto lo sabe todo el mundo y lo dicen inclusive públicamente algunos de sus ex compañeros en el ARI), la diputada Elisa Carrió. Su aplicación de las técnicas del manual Otpor están a la vista: utilización permanente de los medios de comunicación opositores al gobierno, constante introducción de la mentira deliberada, la difamación, los rumores, las falsas denuncias, los pronósticos apocalípticos, la creación de temor en los ciudadanos, la difusión exagerada de los hechos de inseguridad, la deformación de las noticias, la promoción de la desobediencia civil y de los levantamientos populares, aunque mediante una construcción verbal aparentemente opuesta, es decir, a través del mecanismo que Freud denomina “Denegación”.
Se convoca a los levantamientos y a la violencia diciendo, por ejemplo, más o menos así: “hay movilización en todas las plazas del país, yo le pido a la gente que conserve la calma, la tranquilidad, que se queden en sus casas, puede haber mucha violencia”, “la Señora presidenta que debería dar un paso al costado, la gente está saliendo a las calles, les solicito a todos paz y calma en estos momentos difíciles”.
Es que la diputada Carrió pretende desconocer que existe el psicoanálisis y que por lo tanto ya no somos tan inocentes a la hora de escuchar lo que el otro dice. La diputada apela a la estructura misma del lenguaje que permite que pueda decirse una cosa diciendo otra muy distinta.
Felizmente todas esas arengas violentas, usadas principalmente en la Argentina con motivo de la crisis por el proyecto de ley 125 y de la ley de medios audiovisuales, pero que aún hoy se prosiguen, no tuvieron mayormente éxito, aunque no por ello dejan de ser arengas agresivas y tener una clara intención desestabilizadora.
Frases pronunciadas por algunos políticos opositores al gobierno tales como: “Néstor Kirchner es peor que Hitler”, “antes de fin de año van a tirar la toalla”, frases de gente de la clase media calificando a la Presidenta de la Nación de yegua, las falsas denuncias por intentos de coimas en las cámaras legislativas, el reciente incentivo a los sectores carenciados para la ocupación de terrenos y plazas públicas y los enfrentamientos entre vecinos, los cortes de las vías férreas provocando el descontento de los usuarios de trenes, son claras operaciones promovidas por quienes siguen al pie de la letra los consejos del Manual Otpor.
Esa movilización desestabilizadora y golpista hacia los gobiernos democráticos latinoamericanos, encuentra su razón de ser y es consustancial con el imperio de la lógica del mercado que se extiende a todos los órdenes de la vida contemporánea. La imposibilidad de encontrar un punto de sujeción al desplazamiento incesante de la significación, termina aboliendo todo sentido para la travesía humana e introduciendo la fragmentación y el estallido del lazo social. La llamada globalización, es decir, las modificaciones del tiempo y del espacio introducidas por el discurso de la ciencia en su articulación con el discurso capitalista, por un lado integra al mundo en lo simbólico, es decir, en los ordenadores, en las redes cibernéticas, en las comunicaciones, pero por otro, a nivel de lo imaginario en los sujetos, produce la dispersión y la pérdida de una visión de conjunto.
En este contexto, en esta ausencia de parámetros y de puntos de abrochamiento de una realidad, en esta caída de la ley simbólica, introducida por la tiranía actual del mercado, devenido éste en un amo absoluto, que pretende decidir sobre la vida y la muerte de todos, se inscriben hoy las maniobras desestabilizadoras a los gobiernos democráticos de Latinoamérica. La economía actual de “mercado” (entre comillas, porque en realidad no hay tal libertad de mercado sino una caída de la universalidad de la ley) tiene en su estructura misma un alto componente delictivo que no sólo se traduce en evasiones fiscales, contrabandos, etc. sino también en una falta de límites, en la depredación de recursos naturales, los saqueos, las coimas, los negociados de toda índole, la compra de voluntades, la precarización laboral, la pérdida del empleo, el aumento de la inequidad distributiva, las maniobras mafiosas de desestabilización a todo gobierno que pretenda introducir una barrera o un dique de contención al desborde contemporáneo y a la apropiación del mundo por parte de unos pocos.
Esas maniobras de desestabilización no excluyen, inclusive, la invasión directa a países con el propósito deliberado de apropiarse de sus riquezas por la fuerza. Está el antecedente de la invasión de los Estados Unidos a Irak. Las invasiones bárbaras no quedaron sólo en el pasado, sino que están por delante, aguardando en un futuro más o menos próximo. La civilización quizá corre el riesgo, a causa del movimiento circular que la define, de dar una vuelta sobre su eje y retornar a la caverna, aunque esta vez con telefonía celular y redes cibernéticas.
Es el todo vale de la hora. Para muchos opositores políticos y para los grandes grupos de la economía concentrada que se apropian del mundo, ya no interesan el país, los otros, el futuro, las generaciones, el planeta, sino las suertes políticas personales y grupales, la posibilidad inmediata de hacer negocios a cualquier precio y sin reparar en daños ni en consecuencia alguna. Todo lo que se oponga a esa lógica de desregulación y de campo arrasado, es combatido por todos los medios al alcance de los monopolios. La condición para que esa lógica del desplazamiento continuo impere, es la reducción de los Estados nacionales al lugar de meros gerentes o gestores de los negocios neoliberales.
En definitiva, lo que en la década de los años 70 fueron Panamá y la Escuela de las Américas para la instrucción de los golpistas latinoamericanos, es hoy el manual Otpor, mediante otras estrategias y otros métodos, aunque exactamente con los mismos fines. Algunos conocidos políticos argentinos son sus alumnos más dilectos. Y decir esto no es paranoia, como seguramente opinarán los opositores al gobierno, sino la cruda realidad. Ya hay demasiada experiencia en estas cosas. Por eso la misión intelectual de nuestros días debe ser desocultar la realidad, denunciar este tipo de cosas, contrarrestar las nuevas estrategias imperiales.
- Antonio Gutiérrez
Escritor y psicoanalista