Hace más de una década que el peso boliviano está como anclado y sólido en el mercado de cambios. Esta fortaleza económica hace que los bagayeros a gran escala trafiquen a Bolivia sin control, con permisividad y complicidad del Estado Nacional, toneladas de productos comestibles y bebidas argentinas, lo que genera subas de precios, especulación y escasez.
El idilio comercial en las fronteras con Bolivia siempre tuvo y aún tiene sus idas y vueltas. El contrabando ilegal salió o entró siempre sin problemas, de acuerdo a las desavenencias económicas de los argentinos.
El contrabando de mercaderías ha invadido las fronteras del país, sin que el Estado nacional haga un control efectivo, lo que de alguna forma sigue poniendo en jaque el bolsillo del ciudadano argentino.
Hoy mismo, al otro lado de la frontera de La Quiaca con Villazón, se pasan toneladas de comestibles y bebidas, al hombro, en mochilas, improvisados carros, carretillas, autos, camiones de gran porte con acoplados.
Pese a que los volúmenes son importantes, la procesión es incesante invisible por las aduanas boliviana y argentina. Las mercaderías salen del país sin control, sin ser percibidos, vale decir en evidente connivencia y sin interrupción alguna.
El problema es que esta exportación ilegal descontrolada no solo perjudica al fisco argentino, lo peor es que solo contribuye al encarecimiento de precios y la escasez de ciertas mercaderías y bebidas en las góndolas de los supermercados.
Tal es el caso que cualquiera que vaya, por ejemplo a La Quiaca se puede ver (como en las fotos que ilustras esta nota), como la mercadería de contrabando fluye irremediablemente por toneladas, todo el tiempo y de forma imparable hacia Bolivia.
Este incremento inusitado de la exportación ilegal en grandes cantidades no es solo un problema para los argentinos, afecta también a la producción nacional en Bolivia, sin embargo a las autoridades no parece importarles nada este problema que genera un daño considerable al fisco boliviano.
A medida que se deprecia nuestro peso argentino por la inflación, a nuestros vecinos bolivianos les conviene cada vez más. El tipo de cambio favorable para el otro lado de la frontera es una de las razones de este fenómeno recurrente; exacerbado también porque entre un 70 a 80% de la población de zonas fronterizas vive del comercio informal.
Solo como un ejemplo, para el consumidor boliviano una cerveza en lata tradicional de su país le cuesta entre 12 y 15 pesos bolivianos, solo hay que sacar la cuenta cuanto nos cuesta a los argentinos, considerando que el cambio a la fecha por U$S 1 es igual a $6,76 bolivianos y $280 equivalen a 1 dólar.
Para marcar otro precios referencial pudimos comprobar que en La Quiaca se puede comprar una cerveza argentina en lata por $200.
Un estudio realizado en 2019 por Euromonitor International señala que en Bolivia se consume anualmente 669.664,1 hectolitros en bebidas alcohólicas ilegales.
Toda esta situación sin duda favorece comercio ilegal mayorista y en cierta medida también al ciudadano boliviano, porque puede conseguir comestibles o consumir cervezas argentinas de contrabando en su país a un 30 o 40% menos que un producto de origen boliviano.
La relación comercial Argentina-Bolivia siempre tuvo períodos cíclicos. Hubo un tiempo en que cuando a los argentinos el tipo de cambio era favorable 5 a 1, la situación se daba al revés, los bagayeros cruzaban a Bolivia para comprar carnes y alimentos baratos para venderlos en Argentina.
Ahora se dio vuelta la tortilla, con el peso boliviano fuerte son ellos los bagayeros a gran escala o llamémosle mayoristas bolivianos, que vienen a comprar mercadería barata en las permeables fronteras argentinas.
Si bien vemos como más frecuentes en las noticias que hay ciertas incautaciones de productos para contrabando con un rol más activo del Estado, pero según todos que fuimos alguna vez a las fronteras argentinas, se trata solo de la punta de un gran iceberg.
Cada tanto las autoridades subrayan que hay acuerdo políticos muy activos entre Argentina y Bolivia para combatir el contrabando algo que no es visible en la realidad, aunque se remarque que esos productos «son comprados del lado argentino y se paga el IVA en nuestro país”.
En realidad, se puede decir que el problema no es del todo el micro contrabando, sino el macro. Se dice también que en pequeña escala este comercio «está legalizado y pautado para que alguien que transporta en pequeñas cantidades pueda pasar una o dos veces al día». Se dice todo esto para solo para la prensa, cuando está a la vista que no es cierto.