¿Por qué apareció esta operación contra el Juez Eugenio Zaffaroni y el oportunismo electoral?, ¿Qué no conviene de la justicia para determinados ‘poderes’ que se deben manipular datos y ligarlos a la vida privada? El 25 de julio el diario amarillista «Libre» de la corporación Jorge Fontevecchia (Diario Perfil), tituló en la tapa a letras grandes: “El puticlub del juez”, relacionando departamentos de la propiedad del juez con lugares donde se ejercía la prostitución.
La Alameda (Asociación civil), había presentado ante la Procuraduría General un listado de 613 inmuebles donde había una red de trata de personas y prostitución. Hasta allí no se sabía quienes eran los dueños de esos departamentos. Luego se supo, que cinco eran de propiedad del juez y Perfil se encargó de dedicarles más tapas y datos a nivel digital. Ese fin de semana tomó la posta el otro monopolio más poderoso del país y el tema se extendió hasta llegar a la opinión de los políticos.
El tema se instaló como un escándalo de carácter político. Alfonsín dijo que renuncie para no hacerle daño a la justicia. Carrió pidió juicio político. Un colega de la Corte Suprema expresó: “acá no hay ningún cuestionamiento a la conducta de Zaffaroni ni a su función”.
El ‘modus operandi’ funciona así: se instala el tema y el resto lo hace la opinión. No sobre datos reales o a verificar (y ser prudentes en qué se sabe) sino que se emite rápidamente un juicio o prejuicio, cargado emocionalmente de odio, venganza ó resentimiento inducido por este tipo de noticias. Me impactó el ORDEN MORAL que fue tomando esta información, y de cómo la gente participa en sus opiniones siendo manipulada. Si algo o alguien está ligado a los K: está condenado (desde el juicio de opinión); parecería que no se puede emitir un juicio donde se acepte algo acertado del gobierno y también se lo pueda criticar por los errores que comete. Pero para llegar a esto se necesita ‘pesar’ la información para tratar de ser objetivo, y últimamente los medios no lo permiten.
Desde la mañana temprano se escuchaba en las radios de los monopolios a los oyentes: “No tiene autoridad moral”, “cómo va a juzgar si tiene un…”; “me va a decir que no sabía que sus departamentos eran alquilados para…”. Era un juicio condenatorio social. Pero esto no se vio con otras cuestiones con respecto a la situación de las escuchas ilegales realizadas con un procesado Macri, a la falta de gas en un hospital psiquiátrico, ó a la violencia con que fueron desalojados en el Parque Indoamericano. ¿Se mide de distinta manera el orden moral de las víctimas y de los victimarios?, seguramente.
El juez Eugenio Zaffaroni sale de la media que esperan los grupos conservadores de nuestro país. Hace tiempo demuestra una posición independiente del Gobierno. Un ejemplo fue cuando habló sobre la baja de edad de imputabilidad de los menores. Decía que los políticos debían discutir antes que este proyecto como mejorar la salud, la educación, las jubilaciones. También eran temas que se instalaban derivados de la agenda mediática de la seguridad.
Explicaba a su vez la diferencia entre la Ley penal juvenil y la baja de la edad de imputabilidad: “La pretensión de bajar la llamada imputabilidad es meter a los niños y a los adolescentes en el mismo Código Penal con las mismas penas que los adultos. Lo hizo la dictadura militar en 1976 y en 1980 tuvo que dar marcha atrás porque nadie puede alterar la naturaleza de las cosas.
La Ley Penal juvenil es adecuar nuestra legislación a las garantías que exige la convención internacional, que el juez tenga que imponer una medida después de un proceso, como un adulto”. Otras de sus opiniones que molestan es que él afirma que en Argentina hay un grado de seguridad jurídica aceptable, comparado con la región y con el resto del mundo. Se define sobre los medios: “La criminalidad mediática juega hoy con la televisión y no es método nuevo pero sí lo es la influencia emocional que tiene”; “La criminología mediática exige más, hasta un momento que exige lo inadmisible, como la pena de muerte o la expulsión de todos los inmigrantes.
El estereotipado de la criminología mediática en nuestra región es el adolescente o joven de barrio precario, en la Argentina es el habitante de la villa y en EEUU es el negro” (estas declaraciones las hizo en uno de los diarios del monopolio hace unos años). Así explicita qué sucede en estos tiempos: “La criminología mediática viene a ser la construcción a través de los medios de comunicación de una realidad amenazada por el delito y el terrorismo, enemigos- uno u otro- que no ofrecen más opción que morirse de miedo, vivir paranoico pero, eso sí, estar siempre preparado para responder con una suculenta venganza”.
Es una construcción social y política sobre un ‘imaginario’ con una fuerte carga psicológica (el miedo). El ejemplo de lo sucedido en Ayacucho, donde ahora se sabe que la madre creó esa historia de robo y luego la consecuencia de la muerte de su bebe; los medios la difundieron alertando sobre la inseguridad y de la opinión de un cura (que alguna vez pidió por Videla). «La pueblada» llegó hasta el Municipio y hasta querían linchar al intendente.
Volviendo al juez, lo último que se pudo ‘interceptar’ como movida mediática (ya que iba a estar en estos medios esta semana) fue lo que él mismo declaró: de dónde venían los fondos que tiene en un banco de Suiza. Era el importe de un premio otorgado por la Asociación Sueca de Criminología. Tuve al Dr. Zaffaroni como docente en la cátedra de Criminología de la UBA, una de sus enseñanzas con la que me comencé asombrado era de dónde surgían- como clase o sector social- los delincuentes y los policías. No eran un prejuicio racista. Analizaba lo mal paga que estaba la policía, la corrupción y su conexión política, como el poder que se les entregaba sin formación adecuada. Era en el inicio de la democracia y mucho de eso no ha cambiado.
- Lic. Carlos Liendro
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