“Le gané a la oposición y a los medios”. Con esa frase, Carlos Menem festejó el triunfo que le dio la reelección en 1995. El riojano se tomaba su revancha luego de haber sido arrinconado desde la prensa con innumerables denuncias de corrupción durante su primer período de gobierno. La imposición del uno a uno que garantizaba la ley de convertibilidad y el “voto cuota” que eligieron los argentinos, se impuso por encima de cualquier atisbo de cambio frente al escandaloso escenario de irregularidades que saturaban su administración.
Contrabando de armas, vínculos de parientes y funcionarios con el narcotráfico, privatizaciones y licitaciones dirigidas (ENTEL, Gas del Estado, IBM-Banco Nación), su propio escándalo matrimonial, denuncias de enriquecimiento ilícito, tráfico de influencias y muchas otras, fueron noticias e investigaciones que los medios de entonces publicaron con escaso correlato en la Justicia, donde también se imponía otro bolsón discrecional del menemismo con los llamados “jueces de la servilleta”.
En aquel entonces, el periodismo encabezaba todas las mediciones de popularidad y dejaba los últimos lugares para la política y la justicia. Pese a ello, Menem se jactó de haberle dado a los argentinos “la mayor libertad de prensa que pudieron tener”, como si se tratara de una concesión propia y no de un derecho constitucional.
Al margen de su jactancia y salvo alguna denuncias por “calumnias e injurias”, que nunca avanzaron mas allá de su presentación, el riojano libró su batalla contra la prensa en otro terreno, el que mas le gustaba, la confrontación verbal y política, tratando de “amarillos” a aquellas publicaciones desfavorables. Y al menos en las urnas, y pese a toda la catarata de revelaciones punitivas, consiguió su ansiada reelección.
El matrimonio de Néstor Kirchner y Cristina Fernandez de Kirchner (a partir de aqui el binomio K.K.), también logró prevalecer en su primer período frente a la oposición editorial de algunos medios e incluso, a las informaciones sobre presuntos hechos de corrupción durante el mandato de Néstor Kirchner. Pero en el medio hay una historia que vale la pena recordar. El santacruceño había llegado a la presidencia después del caos y el infierno padecido por los argentinos en el 2001.
Los votantes le dieron crédito a ese ignoto político que llegaba desde el sur de la mano de Eduardo Duhalde, y no prestaron demasiada atención a quienes advertían, entre otros cuestionamientos, sobre el manejo totalitario que hiciera de los medios provinciales durante sus sucesivos mandatos como gobernador. Fue el elegido junto al voluble Daniel Scioli para enfrentar nada menos que a otro aborrecido como Carlos Menem, quien se presentaba en yunta con Juan Carlos Romero. La fuga del riojano del ballotage, provocó que el pingüino llegara al poder con apenas el 23 por ciento de los votos.
Un mercado mundial favorable a las exportaciones de productor primarios, le dieron un respiro a la economía. Algunas políticas de tono “progresista”, como el impulso de juicio político a los ex miembros de la Corte Suprema menemista y su reemplazo por figuras de prestigio sometidas a exposición pública, entusiasmaron igual que su política de derechos humanos.
La fragmentación del justicialismo y la dispersión de la oposición, lo ayudaron a construir poder. En ese marco llamó a la transversalidad y armó la estrategia electoral que llevaría a su mujer a la presidencia en el 2007, sin necesidad de segunda vuelta. La estrategia incluía una alianza muy peligrosa con los intendentes mas cuestionados del conurbano bonaerense y con la CGT, de Hugo Moyano, estamentos a los cuales ya se sabe, no se los arrea por convicción o ideología, sino con presupuesto y todo tipo de concesiones.
Durante su mandato, Nestor Kirchner prorrogó las licencias a los operadores de medios audiovisuales, entre ellos al grupo Clarín. Pero en ese período también mostró la hilacha en su relación con el periodismo. Jamás ofreció una conferencia de prensa y apenas se permitía alguna chanza a las corridas con los noteros de CQC.
Periodistas notables y creíbles de Buenos Aires, aseguran que Kirchner apeló a todos los medios a su alcance para demostrar su odio visceral a la prensa: maltrato y persecución a profesionales que cuestionaban su política, tráfico de información y hostigamiento a los funcionarios que se prestaran a entrevistas con periodistas señalados como enemigos, aprietes impositivos a proveedores del Estado que auspiciaran programas no afines, despidos de conductores o levantamiento de espacios en los medios oficiales y por supuesto, distribución discrecional de la publicidad oficial con premios y castigos para amigos y enemigos.
En ese marco, fomentó el crecimiento de empresarios amigos con el otorgamiento de créditos y blandos y fortunas en publicidad estatal para la compra de medios. Entre esos favorecidos, figura su ex chofer, el inefable Rudy Ulloa, quien de pinche llegó a ser un poderoso propietario multimedia y ahora podría estar junto a Eurnekián entre los que se relamen por la compra de radios y canales “liberados” por la ley de Medios K.K.
Una vez mas hay que mencionar que el principal enfrentamiento con la prensa se generó en la llamada “crisis del campo”, donde no sólo el Grupo Clarín, sino las principales cadenas se manifestaron contrarias al manejo de la situación por parte de la presidenta y su marido.
La reiterada utilización de la cadena nacional y los mensajes apocalípticos de Cristina con sus apelaciones a defender “la mesa de los argentinos” y luchar contra los “piquetes de la abundancia”, los enfrentamientos entre “militantes” y “caceroleros”, el desabatecimiento y el incremento de precios de productos básicos, la “leche derramada”, los cortes de ruta y otras circunstancias similares, llevaron a la presidenta a su nivel mas bajo de popularidad y rifar el crédito con que había asumido. Fue allí cuando aparecieron las primeras banderas contra TN, refrendadas en cada discurso de Nestor Kirchner contra el Grupo Clarín.
La derrota electoral del 28 de junio, profundizó el odio de los Kirchner contra la prensa, a la cual le adjudicaron gran parte de ese traspié. Las elecciones habían sido adelantadas, según se dijo, para resolver cuanto antes el escollo del comicio y atacar los efectos de la crisis financiera internacional. Sin embargo, las primeras medidas tras la paliza que sufrió el binonio K.K, no fueron precisamente de corte económico, sino de subido tono político y efectista: la sociedad con la AFA para anular los contratos con TyC y liberar los goles “secuestrados” por el pay per view y el envio de la Ley de Medios al Congreso.
Con esos antecedentes para nada republicanos, se presentó la norma casi como una “refundación de la democracia” que acabaría con la vigencia de una “ley de la dictadura” (aunque hay varias en uso, sin que proyecten derogarlas) y como una garantía de la “libertad de expresión”, conculcada según el gobierno, por los “monopolios mediáticos”. Grupos a los cuales, durante los seis años que llevan gobernando, el binonio K.K, no sólo le prorrogó las licencias, sino que no puso ningún obstáculo a su expansión ni a fusionarse entre empresas, como lo hicieron Cablevisión y Multivisión.
Los cuestionamientos jurídicos y políticos contra la ley, sus argumentos y la manera compulsiva y autoritaria del Gobierno para imponer su tratamiento, ya fueron expuestos. Abundaron planteos de inconstitucionalidad, denuncias de aprietes a legisladores y advertencias sobre el control discrecional sobre los medios y contenidos que a partir de ahora podrá ejercer el Poder Ejecutivo, distribuyendo las frecuencias entre empresarios afines.
Contra todo eso es inminente una catarata de demandas judiciales por parte de particulares e instituciones afectadas. La oposición ya adelantó que revisará la ley apenas se cambie la composición del Congreso, donde el oficialismo perderá la mayoría. El Gobierno, en tanto, se prepara para lanzarse como moscas a la basura sobre las frecuencias que deberían caducar dentro de un año, para dominar un sector con el cual imagina que podrá sostener su modelo y permanecer en el poder.
Ni lerda ni perezosa, Cristina Fernández promulgó la ley diez minutos después de haber sido aprobada y un rato antes de empezar a maquillarse para viajar a la India. Luis D’elía, fiel a su estilo, festejó posando con un «fack you» y NK, seguramente habrá gozado su mayor victoria antes de partir a El Calafate, donde él y otros funcionarios poseen casas y hoteles, construidos sobre terrenos fiscales que compraron por precios irrisorios.
Porque de estas y otras cosas se pudo enterar la población no sólo a través de los medios gráficos y audiovisuales que poseen las cadenas, sino a partir de las centenares de frecuencias radiales AM y FM que saturan el dial en todo el territorio nacional, de las miles de publicaciones gráficas (diarios, revistas, folletos) nacionales y extranjeros que se distribuyen en todo el país, de otras tantas páginas de internet, blogs y mails que circulan por la red, y de cuanta vos o pluma, tenga a su alcance alguna forma de pronunciarse, demostrando que existía un pleno ejercicio de la libertad de prensa en la Argentina.
El espectro quedará ahora en dos tercios para el Estado, cooperativas y ongs. Medios que serán sostenidos por la publicidad oficial (como las transmisiones del futbol “gratis” que pregona el Gobierno) sin que pueda aventurarse alguna otra forma de financiación, lo cual pondría en duda, en el caso de los particulares no solo su independencia, sino su propia continuidad. Y con ello, sino el fin, al menos la agonía de la libertad de expresión.
- Para Nuevo Diario de Salta y Salta Libre