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El «neofascismo» vernáculo alza su voz

Sabida es la simpatía de los dueños políticos de El Tribuno por el Proceso. El diario de la familia del senador vitalicio Juan Carlos Romero, un devenido del peronismo a un “alza manos” libertario cada vez más notable, se pone la gorra del grupo del negacionismo cotidiano como algunos otros medios hegemónicos nacionales.

¿Macri me defraudó?

Bajo esta perspectiva de país no existe justificativo alguno cuando en la actualidad nos encontramos con esos desorientados votantes del actual oficialismo gobernante, afirmando: “Macri me defraudó” ¿Macri los defraudó?


Durante la campaña política del año 2015 para la contienda electoral en Argentina, se enfrentaron dos sectores claramente diferenciados en el espectro nacional.

Por un lado el oficialismo gobernante con una propuesta de continuidad de política económica nacional y proteccionista, y por el otro el sector conservador concentrado de la economía ganadera, bursátil, financiera y mediática, que proponía un camino neoliberal.

En una clara y curiosa repetición de la historia reciente, y con una disputa generalizada y llevada adelante exclusivamente en los medios masivos de comunicación, se dividió en dos a la opinión pública, con un torrente de calificaciones desde uno y otro sector.

El llamado establishment, o en la actualidad círculo rojo, como definición del grupo de poder económico y financiero real detrás del formal de las instituciones democráticas, mantuvo durante años una campaña de desprestigio del llamado gobierno kirchnerista.

Principalmente lo hizo en los medios televisivos que ellos mismos sostienen y dirigen, exacerbando los hechos de corrupción –que en muchos casos eran reales y en otros casos no- y poniendo el acento despectivo sobre el derecho a alimentarse (mal llamado subsidios a la pobreza), a programas como la transmisión del fútbol para todos, y a las repetidas cadenas nacionales de la presidenta de entonces.

Como sistema de desprestigio fue muy eficiente, apoyado además por el desgaste de doce años continuados de gestión, y en el vocabulario de la ciudadanía era y es común escuchar hasta hoy que el gobierno populista era insostenible.

Reiteradamente quien escribe ha preguntado a quienes afirman esto, si me pueden definir qué es ser populista, y nunca he recibido una respuesta coherente.

Sí en cambio se reciben referencias a que la presidenta era una chorra, o que López tiró bolsos por una tapia, pero nunca una definición, con el reflejo condicionado por los medios, de repetir la frase aunque no sepan muy bien qué quiere decir.

De esta manera desde este sector, se logró reeditar con frases hechizas y grabadas en la conciencia ciudadana, la ya conocida dicotomía social que divide a los Argentinos.

Y se acuñaron neologismos como choriplaneros, o se calificó sin tapujos a los sectores más vulnerables como los que reciben asignaciones universales sin trabajar, o que las adolescentes se embarazan para cobrar un plan.

El genialmente bautizado por Arturo Jauretche como el medio pelo argentino, salió a relucir como nunca, y quienes sin conciencia económico-social creen tener más en común con los gordos de la sociedad rural que con el choripanero de la esquina, se unieron rápidamente al coro descalificador de las minorías que desdeñan todo lo popular.

Y el conglomerado de trabajadores, profesionales, comerciantes, jubilados, cuentapropistas, amas de casa y ainda máis, repitieron incansablemente las consignas de la oligarquía como si fueran las propias, y como no podían llamarla copera, la llamaron yegua.

Y de esta manera se evitó discutir lo esencial, lo fundamental, lo básico a tener en cuenta para decidir a la hora de votar, qué es lo que conviene a la mayoría de los habitantes de este suelo maravilloso, y evitar caer nuevamente en la tentación de creerse más de lo que uno es.

No puede pretenderse que en estos avatares, el ciudadano común tenga en cuenta las distintas teorías económicas, o las opciones de distribución del ingreso nacional, o el posicionamiento internacional, pero sí podría ser esperable que conozca y recuerde la historia reciente del País.

Porque con un simple ejercicio de memoria básica podría llegar a valorarse que cada vez que los representantes políticos de la economía concentrada industrial-financiera-mediática-contratista y parasitaria tuvo las riendas del poder, la mayoría del pueblo que no forma parte de esa elite, debió transitar el mismo camino de exclusión, ajuste, inflación, especulación financiera, y regocijo de los terratenientes de la pampa húmeda.

Bajo esta perspectiva no existe justificativo alguno cuando en la actualidad nos encontramos con esos desorientados votantes del actual oficialismo gobernante, afirmando: “Macri me defraudó” ¿Macri los defraudó?

Defraudar es una acción consistente en decepcionar o desilusionar [alguien o algo] a una persona por no ser como se esperaba, que no es el caso de Mauricio Macri, y la elite que él representa, porque no pudo resultar nunca esperable de esa clase parasitaria argentina, otra conducta.

Con un deudor consuetudinario del Estado Nacional (Correo Argentino), millonario en base a contrataciones de obra pública con la dictadura Videlista, asociado a la oligarquía vacuna nacional, con empresas evasoras off shore, egresado de escuelas y universidades de elite, algún día habrá de convencerse ese medio pelo ingenuo, que nunca fueron ni serán otra cosa.

El grupúsculo especulador de Lebacs, ajuste, con ministros de cada área dedicados al re direccionamiento de ganancias hacia las mismas empresas a las que pertenecieron hasta asumir la función pública, pagadores de fondos buitres, devaluadores, contratadores de deuda externa sin límite, y elogiadores del libre mercado y la apertura de las fronteras para la destrucción del mercado interno, nunca fueron ni serán otra cosa.

Sumisos adoradores del Banco Mundial, que reciben premios a la conducta desde el Council Of The Americas en Washington, que son elogiados por el Fondo Monetario Internacional (FMI), que eximen de retenciones a los millonarios sojeros, y que van más veces por semana a la embajada de EE UU que al baño de su casa, nunca fueron ni serán otra cosa.

Manipuladores de la familia judicial, con jueces alquilados para la persecución de opositores, devaluadores de la moneda nacional, monetaristas dispuestos a frenar la economía y retraer el mercado interno, y emisores de bonos a diestra y siniestra con fuga de divisas para el negociado de unos pocos, nunca fueron ni serán otra cosa.

Aprender de la historia y tener memoria, tal vez podría darnos en el futuro, un mecanismo de defensa para afrontar con madurez ciudadana a los encantadores de serpientes, y poder encontrar el camino de unidad popular nacional que ellos desprecian.

No volver a olvidar que ellos, traidores a la Nación desde siempre y asociados al capitalismo internacional especulador, sólo con la miserable finalidad de acumular fortunas, nunca fueron ni serán otra cosa.

Daniel Tort, abogado y periodista
danieltort052@gmail.com

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