Mientras el diputado Alfredo Olmedo comanda jovencitas uniformadas frente al obelisco porteño, la realidad se esfuerza por demostrarle que su propuesta de Servicio Militar Obligatorio (SMO) no es más que una solemne estupidez.
Hablemos de números. El presupuesto de defensa argentino fue de $ 2.628.157.098 el año pasado, lo que representó el 0.81 % del PBI nacional (la media sudamericana fue de 1.23 %). De dicho presupuesto, el 85 % se gastó en personal, contra el 66.55 % del promedio vecinal, 39,2% de EE.UU., 41,2% del Reino Unido y 57,6% de los países de la OTAN.
Estos datos demuestran que la capacidad operativa de nuestras Fuerzas Armadas es prácticamente nula, entre muchas razones porque apenas disponen del 0.2 % del presupuesto nacional para sus equipos bélicos. ¡Y ni hablar de comprar nuevos! Sin embargo, en 1999, el gasto militar de Argentina duplicó al de Chile, sin que nadie explicara por qué, ya que tiene apenas 6% más de oficiales y suboficiales que el vecino.
En 1998, Argentina gastó U$S 1.184 millones en retiros militares, contra los U$S 585 millones que gastó Chile. En 1999 nuestro Ejército tenía 34 generales, de los cuales 24 eran generales de brigada (el Ejército tiene sólo 11 brigadas) y 7 generales de división (el Ejército no tiene ninguna división).
Por cada 1.000 oficiales, Argentina tiene 2,5 veces el número de generales que Estados Unidos y un cuarto más de coroneles, pese a que existen más puestos de mando en las Fuerzas Armadas Estadounidenses (ellos tienen divisiones y cuerpos de ejército, Argentina no).
Nuestro ejército tiene 3,55 oficiales y suboficiales por cada tropa, mientras las fuerzas estadounidenses tienen 0,19. Esto significa que hay demasiados uniformados cobrando salarios, la mayoría de ellos fuera de actividad. No obstante, el sistema previsional militar argentino precisa 3,21 activos aportantes para cubrir la totalidad de los gastos en pasividades.
Actualmente, la relación es de 0,76, lo que implica que nuestro ejército sobrevive a costillas del fisco. Según Rosendo Fraga, en los últimos 10 años el gasto en defensa disminuyó un 6,5 %, mientras que el de las fuerzas federales creció el 9,5 % y el conjunto de las provincias aumentaba 34% su gasto en seguridad. Para sostenerse, en 2007 el Ministerio de Defensa aprobó 24 transacciones por un valor de $ 154 millones. Un año más tarde, se reclamaba de urgencia $ 185 millones adicionales para adiestramiento, soñando incrementar los niveles operativos en apenas un 20 %. Téngase en cuenta que sólo la reparación del rompehielos Irízar alcanzó U$S 113 millones.
Los nuevos ejércitos
Mientras el diputado Olmedo sueña con el Ejército de Salvación, la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada para la Defensa de EE.UU. encargó a la Universidad Tufts el desarrollo de unos nano-soldados hechos con biomateriales y cuya estructura y funcionamiento estarán basados en las orugas, lo que les permitirá introducirse en edificios a través de una rendija bajo la puerta, un conducto para el cableado o un agujero en un muro. Se llamarán “Chembots” (Chemical Robots) y una vez cumplida su misión podrán autodestruirse y biodegradarse completamente.
Los nuevos soldados (tan distintos a los que imagina Olmedo para el futuro argentino) pesarán entre 2 y 200 gramos y serán capaces de desplazarse a largas distancias y cambiar su tamaño hasta volverlo 10 veces más grande. Fascinado por la forma en que la oruga controla sus movimientos mediante un cerebro relativamente simple y por el sorprendente grado de flexibilidad que tienen, el neurobiólogo Barry Trimmer estudió este animal durante años y se dispone a implementar sus biomecanismos en los “Chembots”.
Por su parte, su socio Kaplan dedicó media vida a estudiar la increíble resistencia conseguida por las arañas y los gusanos en sus telas y capullos, a partir de un material tan flexible como la seda. La ingeniería genética y la nanotecnología se dan cita en sus manos como herramientas para el desarrollo de una proteína de fusión que combina esas propiedades de la seda con la compleja estructura del silicio, la base de las nuevas armas y uniformes.
En tiempos recientes, el New York Post vaticinó cómo será el equipamiento de los soldados de infantería estadounidenses en un futuro no muy lejano, basado en un traje especial, armadura de combate con cierto parecido con los videojuegos Halo o Mass Effect. El nuevo uniforme entrará en funciones en el año 2030 y otorgará a su portador excepcionales habilidades para el combate.
El casco del traje incluirá un HUD que reconocerá comandos de voz para que pueda controlar sus armas y visualizar datos necesarios para su misión. La idea es crear un “soldado sistema”, para conseguir un gran potencial concentrado en un solo hombre.
Además, el traje contaría con un exoesqueleto capaz de potenciar la fuerza y resistencia físicas, algo así como “Iron Man”, pero de verdad. Se estudia incluso la posibilidad de usar prótesis neuronales y drogas que estimulen la capacidad cognitiva para aumentar el rendimiento del soldado.
La conclusión
Este es el panorama en el que el diputado Alfredo Olmedo esgrime alegre y despreocupado el regreso del SMO, según él mismo, porque su tía jubilada se lo pidió. Tal vez, quienes debieran probar las prótesis neuronales fueran algunos de nuestros diputados y senadores, en beneficio de nuestro vapuleado país.
En estos días, son unos 12.000.000 los argentinos que tendrían que entrar al cuartel a cumplir el sueño familiar de Olmedo. ¿Dónde dormirían? ¿Qué comerían? ¿Con qué presupuesto les comprarían el uniforme? ¿Les darían fusiles de madera para desfilar?
Tal vez piensen en ello mientras realizan labores comunitarias y sociales, porque lo que menos parecerán será un ejército.
- José Agüero Molina, periodista y escritor
Mail: jamche16@hotmail.com.